Il corsaro en Génova

Francesco Meli (Corrado) y Olga Maslova (Gulnara) en Il corsaro de Verdi en Génova

Mayo 24, 2024. Estrenada en el Teatro Grande de Trieste el 25 de octubre del 1848, Il corsaro, opera en tres actos de Giuseppe Verdi, con libreto de Francesco Maria Piave, quienes se inspiraron en el poema de 1814 de Lord George Byron titulado The Corsair, es otro de esos títulos olvidados e ignorados del célebre compositor italiano. 

A lo largo de su historia, las representaciones de este título han sido muy escasas, esporádicamente se ha hecho en concierto, y salvo algunas excepciones se ha escenificado, principalmente en festivales o ciclos de óperas de Verdi, como el que realiza anualmente el Teatro Regio de Parma, el “Tutto Verdi” de la Ópera de Bilbao en España, que concluyó en 2022; o el que en su momento hiciera también la Ópera de San Diego. 

Incluso a partir de su estreno tardó algunos años para ser vista por primera vez en los escenarios italianos importantes, y en un importante teatro de tradición, como es el Carlo Felice de Génova, nunca se había escenificado hasta la temporada 2004-2005. Tampoco es una obra que haya sido favorecida por el mercado discográfico, ya que pocas grabaciones existen de ella. 

Gracias a la visión del nuevo intendente, Claudio Orazi, el teatro genovés se propuso redescubrir y recuperar óperas poco conocidas o representadas, y este Corsaro, a decir por la cantidad de público presente, que ocupó todas las butacas del teatro, en la tercera de cuatro funciones programadas, puede considerarse un éxito para el teatro. 

Se suele decir, cuando uno se enfrenta a este tipo óperas verdianas, que no forma parte de las obras más conocidas o de sus éxitos, o que la trama suele ser poco atractiva, endeble o inverosímil, o incluso se llega a cuestionar su valor musical. Pero a pesar de una duración de apenas dos horas, la trama de la ópera mantiene consistencia y posee brillantes momentos orquestales y vocales que justifican que sea montada en escena y escuchada por el público. 

Es por ello que la labor de este teatro debe considerarse loable, además de que la presentó con un elenco de destacados artistas que ofrecieron un valor adicional a la producción, encabezado por Francesco Meli, nativo de esta ciudad, y en la actualidad uno de los mejores tenores líricos, quien aportó un timbre cálido, seguridad y elegancia y buena proyección en el papel de Corrado. Su interpretación del aria ‘Tutto parea sorridere’, además de gustar, fue ampliamente aplaudida. Actoralmente fue un personaje creíble. 

Irina Lungu (Medora)

El papel de Medora fue bien cantado por la soprano Irina Lungu. No es un papel que permita gran lucimiento a la artista, pero su aria ‘Egli non riede ancora… Non so le trete immagini’ la cantó con pasión, brillantez, agilidad y nitidez en los agudos. Escénicamente, se desempeñó como una frágil y desolada mujer cuya muerte fue innecesaria y trágica al pensar haber perdido a Corrado. 

Por su parte el barítono Mario Cassi personificó un odioso y tiránico Pasha Seid al que dotó de una robusta y potente voz baritonal. Sorprendió el desempeño vocal de la soprano Olga Maslova quien, en el papel de Gulnara, la favorita del Pasha que termina asesinándolo para liberar a Corrado, desplegó una voz resplandeciente, capaz de emitir escalofriantes, emocionantes, incisivos y vibrantes agudos, como en la escena final, y supo sacar adelante el personaje con todas sus exigencias, como si se tratara de la protagonista de la ópera. 

Correctos estuvieron los intérpretes de los papeles menores, como Saverio Fiori en el papel de Selimo, Adriano Gramigni como Giovanni, Giuliano Petrouchoff como Un eunuco; y Matteo Michi como el Esclavo, así como el aporte del resto de comparsas que aparecieron en diversas escenas. 

La escenografía de Marco Capuano fue sencilla pero eficaz, como las velas de un barco que, haciendo las veces de telón, cubrían un escenario esencialmente vacío, o la recreación de la batalla sobre lo que parecía la cubierta de un barco antiguo. El montaje se sirvió de una buena iluminación de Maurizio Montobbio, que en el ciclorama representaba una noche estrellada o un rojo atardecer. Los vestuarios de Vera Marzot lucieron adecuados para los personajes de Corrado y Medora, no así para el resto de los personajes, donde parecían de deficiente manufactura y diseño. 

La dirección escénica de Lamberto Puggelli permitió que la función fluyera con naturalidad, apegado al libreto, y convenció la manera como resolvió la ultima escena, donde Corrado, desesperado, se lanza al mar. Aquí Meli comenzó a subir hacia lo alto del mástil de un barco, se oscureció brevemente el escenario, y cuando se encendieron las luces el mástil estaba vacío, significando que había brincado al mar. 

Sólido, profesional y muy participativo, como en cualquier otra ópera de Verdi, fue el desempeño del coro del teatro, que dirige Massimo Marino Moretti. La orquesta bajo la batuta del experimentado maestro Renato Palumbo desplegó las partes más musicales y emocionantes contenidas en la partitura. En su conducción se notó seguridad, y libertad expresiva a los músicos, además de una atenta coordinación con las voces, por las cuales mostró consideración y acompañamiento.

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