Il trittico en Turín

Il Tabarro de Giacomo Puccini en Turín © Daniele Ratti

 

Junio 30, 2024. Continúa en el Teatro Regio de Turín el homenaje a Giacomo Puccini por el centenario de su muerte. Esta vez, y con motivo de la clausura de la temporada, fue Il trittico el que se puso en escena en el teatro piamontés, título que con todas sus partes sumadas es ahora bastante raro en las carteleras de los teatros de ópera.

Il trittico, ejecutado por primera vez en el Metropolitan de Nueva York en 1918, volvió a Turín después de más de 40 años. El montaje de las tres óperas —Il tabarro, Suor Angelica y Gianni Schicchi, tres óperas de géneros completamente diferentes que el compositor quería que fueran representadas siempre juntas— le fue confiado al director de escena alemán Tobias Kratzer, conocido del público de los apasionados, sobre todo por su exuberante, aunque muy contestado Tannhäuser que se presentó hace algunos años en Bayreuth.

En este espectáculo, coproducido con el Théâtre Royal de la Monnaie de Bruselas, Kratzer dio un corte moderno a las tres historias contadas desde el libreto, pero buscando algún punto de contacto y cualquier relación y correspondencia entre ellas, pero sin tergiversarlas del espíritu y el sentido más profundo. 

Visto así, por ejemplo, Michele, el protagonista de Il tabarro, que en su habitación ve por televisión un reality show que después se descubre que es Gianni Schicchi, ópera, esta última en cuyo inicio Buoso Donati, aún con vida, decide cambiar su testamento a favor de los frailes después de haber escuchado un disco, emocionándose, del final de Suor Angelica, escondiendo después en la funda del LP el propio testamento, mientras que las monjas del monasterio hojean en sus aposentos, con cierta avidez, una novela gráfica que ilustra la turbia historia narrada en Il tabarro. 

Aquí, nada enredado, nada forzado, solo algunos trucos ingeniosos para crear una continuidad en la narración. Si bien es cierto, esta continuidad no fue prevista originalmente, pero en este caso Kratzer hace las cosas sin sobrecargar el goce del espectáculo. En particular, Il tabarro fue ambientado sobre una barcaza de la que se ve su interior y exterior. En el fondo algunos rascacielos iluminados resaltan sobre un cielo rojo sangre que no hace presagiar nada bueno. 

Suor Angelica © Daniele Ratti

 

En Suor Angelica estuvo el uso virtuosístico de los videos (realizados por Manuel Braun) el atout vencedor en la idea escénica de Kratzer. Una película en blanco y negro en estilo nouvelle vague se proyecta sobre un gran fondo amplificando la escena, que vemos desenvolverse en primer plano, mientras que otras veces delinea contraescenas que anticipan, subrayan o aclaran los eventos. 

Como escribí antes, Gianni Schicchi fue presentado como un verdadero y justo reality show, con mucho público sobre el escenario, sentado en una tribuna, un público televisivo que responde a las solicitudes de dos líderes de la claque, aplaudiendo, maravillándose y conmoviéndose cuando se les ordena. 

La batuta le fue confiada a Pinchas Steinberg, quien dio una lectura unitaria de las tres bellísimas partituras. Steinberg pareció interesado principalmente en resaltar la modernidad. Una conducción muy lúcida y transparente de las líneas internas, un ritmo neto y rápido, la atención con el consecuente realce de las armonías más complejas y de la disonancia, son todas cualidades de una interpretación que se hizo apreciar por su impronta toda del siglo XX y por consecuencia completamente anti sentimental.

Gianni Schicchi © Daniele Ratti

 

En el elenco se agigantó Roberto Frontali. El barítono romano interpretó dos papeles, Michele en Il tabarro y el papel titular de Gianni Schicchi, y en ambos dio una interpretación del todo redonda tanto actoral como musicalmente, mostrando un instrumento vocal intacto, de grato color, homogéneo en toda la gama, muy seguro en los agudos, firmes y potentes. En suma, la suya fue una prueba mayúscula. 

También Elena Stikhina interpretó dos roles: Giorgetta en Il tabarro y Suor Angelica. La soprano rusa mostró más afinidad con esta última, prefiriendo el canto más íntimo y retraído, mientras que en el verismo más desfogado de Giorgetta se vio como pez fuera del agua, pareciendo demasiado álgida en el acento y un poco rígida en la definición de la línea musical.

Gustó también Anna Maria Chiuri en el papel de la Zia Principessa (en Suor Angelica), interpretada con óptima presencia vocal y escénica, timbre bruñido, frialdad e intención. Su Zia Principessa supo desvelar el drama interior de la protagonista. Volviendo a Il tabarro, el amante de Giorgetta, Luigi, le fue confiado a Samuele Simoncini. El tenor toscano afrontó la parte con voz franca y robusta, aunque algunos sonidos parecieron un poco forzados y no siempre terminados. De cualquier manera, su Luigi fue creíble. 

En la muy larga lista del elenco quisiera recordar a Elena Zilio, una Zita (de Gianni Schicchi) de gran talento comunicativo; y la pareja de los jóvenes amantes Rinuccio y Lauretta (también de Gianni Schicchi) compuesta por Matteo Mezzaro y por Lucrezia Drei, frescos y expansivos, pero confiables y preparados estuvieron también Annunziata Vestri, Roberto Covatta y Gianfranco Montresor, ocupados en más papeles. Precioso cameo el de Monica Bacelli en el papel de La abadesa (en Suor Angelica). Por último, cabe recordar la valiosa contribución del Coro de Niños dirigido por Claudio Fenoglio y el Coro del Teatro Regio di Torino, dirigido por Ulisse Trabacchin.

Compartir: