Iolanta en Burdeos

Escena de Iolanta de Piotr Ilich Chaikovsky en la Ópera de Burdeos © Eric Bouloumié

 

Noviembre 14, 2025. Iolanta, en un acto y nueve cuadros, la última ópera de Piotr Ilich Chaikovski, fue estrenada en San Petersburgo en 1892 junto con el conocido ballet El cascanueces. 

La brevedad de la obra —una hora y cuarenta minutos— invita a ser presentada junto con otra pieza de duración similar y así se viene haciendo desde su estreno. Felicitemos pues a la dirección de la Opéra National de Bordeaux por haberla programado, haciendo resaltar con ello el potencial emocional y simbólico de la obra. 

Iolanta, hija del rey René de Provenza, es ciega. El rey, su padre, por mor de protegerla, no ha querido que ella conozca su hándicap y la mantiene en un jardín paradisiaco, rodeada de amigas fieles. René desea curar a su hija y pide la intervención de un célebre médico árabe que conoce el tratamiento adecuado. Dicho tratamiento, doloroso, solo traerá su fruto si Iolanta lo desea con fuerza. La curación vendrá gracias al amor nacido súbitamente por el conde Vaudémont presente en el jardín por pura curiosidad. Los personajes de René y Iolanta son históricos. No se sabe en cambio si la joven princesa fue víctima de ceguera.

La ópera está estructurada en tres partes y una apoteosis. En la primera se presentan una tras otra las principales voces del elenco. La parte central contiene el fabuloso diálogo entre los dos enamorados, durante el cual ella comprende su ceguera. En la tercera muestra ella su deseo de recobrar la vista, tiene lugar la operación y finalmente el milagro se produce. Todos celebran la victoria en un alarde de voces y de emoción.

Stéphane Braunschweig, veterano regista y escenógrafo, creó para la princesa un jardín en blanco, artificial y cerrado, disponiendo en el escenario una simple caja blanca con algunas flores artificiales. La opción pudo sorprender pero, al cabo se admitió pues precisaba la angustia mantenida, menos por ella (ignorante del todo de su estado) que de quienes la rodeaban. El director de escena obtuvo de sus artistas en el escenario naturalidad dramática y obediencia total para con los textos del libreto firmados por Modest Chaikovski, hermano del compositor.

En el foso, Pierre Dumoussaud al frente de la disciplinada orquesta de la casa, dio vida a la entrañable música. Rozó en múltiples momentos el larguero del trop plein emocional, ajustó los decibelios a las dimensiones de la sala (ejercicio altamente difícil), limitó al máximo el inevitable pathos, en particular durante el citado diálogo entre los dos jóvenes, momento crucial de la obra, y respetó en todo momento (o casi) las posibilidades de cada solista.

 

Claire Antoine (Iolanta) y sus amigas © Eric Bouloumié

 

En la primera fase de la obra, Claire Antoine (Iolanta) no mostró todo su potencial artístico. Otra cosa fue su interpretación vocal y dramática durante el dialogo con Vaudémont. Allí volcó la soprano toda su ciencia (timbre cristalino, riqueza de colores, agudos redondos como soles, prosodia de gran calidad) y todo su arte (no exento de sobre-emoción en algún pasaje, pero siempre fiel a los designios del personaje) llevada por el entusiasmo del encuentro con su inesperado amado. El tenor Julien Henric (Vaudémont), bien ayudado por el barítono Vladislav Chizhov (un duque Roberto lleno de labia y de chulería con grandísimo talento) trazó la trayectoria impensable del petimetre (Robert y Vaudémont algo tienen de Lensky y de Oneguin) convertido en salvador de la hija del rey aun a costa del sacrificio eventual de su propia vida. Le ayudaron a realizar la transformación un dominio vocal y dramático de alta escuela y el encuentro (artístico) con la protagonista.

Brillaron los demás solistas con brillo patente, aunque algo desigual. Entre todos ellos fue sin duda el barítono mongol Ariunbaatar Ganbaatar (Ibn-Hakia, el médico árabe) quien se llevó el gato al agua por su interpretación vocal: una sabia mezcla de elegante fraseo, claridad expresiva, riqueza de colores, seguridad y rotundez. El bajo Ain Anger dio del rey René una interpretación profunda, grave y solemne, como lo requería el personaje. El resto de la distribución cumplió altamente con su cometido: Abel Zamora (Alméric), Ugo Rabec (Bertrand), Lauriana Tregan-Marcuz (Marta), Franciana Nogues (en el demasiado breve rol de Brigitte), y Astrid Dupuis (Laura).

El coro femenino de la casa, preparado con acierto por Salvatore Caputo, intervino con solvencia en toda ocasión. Reforzado al final de la velada por voces masculinas brindó junto con la orquesta y los solistas un fínale memorable.

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