Iphigénie en Tauride en Como

Anna Caterina Antonacci en Iphigénie en Tauride en Como

Noviembre 28, 2021. La ópera de Christoph Willibald Gluck volvió de nuevo de la mano de esa gran trágica que es la soprano Anna Caterina Antonacci. Próximo ya —por decisión propia— el final de su carrera, la inmensa artista volvió a un rol que afrontó por primera vez en Ginebra hace más de cinco años y que el año pasado no pudo verse por las circunstancias conocidas. En lo esencial, su actuación sigue siendo superlativa, incluso más “esencial” (en buena parte por la notable puesta en escena de Emma Dante, que ofreció una versión descarnada y muy sobria del mito clásico, sin renunciar a su estilo y sin traicionar la tradición del mito. Incluso en algunos momentos —como la preparación del sacrificio— estamos muy cerca de un ritual de tragedia griega en un espacio atemporal al que solo hace alusión algún vestido). 

Sus recitativos fueron una lección, su canto (con algún agudo más metálico), irreprochable y estilístico, sin una sola concesión al efecto que hoy pasa por gran actuación. Es redundante hoy hablar de la perfección de su francés. Obtuvo un merecido éxito, y no fue menor ver en la platea a colegas más jóvenes que han actuado con ella y que habían ido por amistad, sí, pero también por admiración, a aprender. Si de todas las arias me tuviera que quedar con una, esta vez sería la inicial del acto tercero, ‘D’une image’, precedida de un gran recitativo. 

El coro es importante y se comportó bastante bien, en particular la sección femenina, bajo la dirección de Massimo Fiocchi Malaspina. La orquesta hizo un gran esfuerzo y la batuta de Diego Fasolis fue adecuada para este repertorio, aunque tal vez, para subrayar la barbarie de los escitas, adoptó tiempos vertiginosos y ásperos en sus danzas. La coreografía de Sandro Campagna fue excelente, también en especial en lo que respecta a la sacerdotisa de Diane (bien cantada por Marta Leung, que asimismo interpretó a una mujer griega). Los comprimarios estuvieron muy correctos. 

Del resto de solistas, si Mert Süngü tiene una voz bella y bien usada, experimentó algunos problemas (probablemente no en su mejor noche), caracterizó bien a Pylade. Habrá que decir que, con un material mucho más modesto, Bruno Taddia acertó como Oreste, usando incluso sus limitaciones para lograr una caracterización cabal. Michele Patti (Thoas) es un barítono en un papel que es más de bajo y exhibió un vozarrón difícil de manejar y un francés muy elemental. La asistencia del público fue buena y su reacción, excelente.

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