?? La cantata del café en Coatepec

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Octubre 12, 2019. Con el impulso de un grupo de cafetaleros de la zona veracruzana de Coatepec se llevó a efecto la representación de la Kaffeekantate (La cantata del café) BWV 211, de Johann Sebastian Bach. Lo inusitado del asunto es que la parte instrumental se ofreció en transcripción para la Orquesta de Guitarras de Xalapa, organismo que fundara el virtuoso Alfonso Moreno hacia inicios de la década de 1990, con dirección escénica de Constanza Alfaro, producción de Sebastián Guigui y dirección musical de Órvil Paz.

No solo es de destacarse el interesante logro en adaptación por parte de Alejandro Mora, guitarrista integrante del ensamble mencionado y ferviente estudioso de la música antigua. También la solución para la parte de bajo continuo que, a falta de clavecín, se asignó a un instrumento singular: un híbrido de guitarra y tiorba manufacturado por el laudero Iván Rísquez, también integrante de la Orquesta de Guitarras. 

Así, con participación de la soprano Zizly Arellano como Lieschen, la hija; el barítono Benito Navarro como Schledrian, el padre, y el tenor Diego Manrique Azcorra como el narrador, todos se entregaron a la elogiable tarea de recrear la partitura del maestro del barroco alemán.

Los antecedentes históricos nos indican que La cantata del café fue escrita en Leipzig, en 1734, y estrenada por el Collegium Musicum que el propio compositor dirigía. El tema es la intensa afición por el café en la época de Bach, así como las curiosas  consecuencias de ello. La partitura ha sido descrita como “una ópera en miniatura”, de carácter optimista y hasta cómica,  con libreto de Christian Friedrich Henrici (“Picander”). En la misma se nos relatan las peripecias de un padre preocupado por la desmedida afición de su hija hacia esta aromática bebida.

En la época de Johann Sebastian Bach estos granos se convirtieron en un producto tan codiciado como caro. Circularon muchas historias siniestras en torno de la infusión y para muchos era una bebida que el demonio había producido, que llegaba a los hogares de Europa mediante el comercio de infieles y paganos con la intención de producir desgracias. En varios países el café fue prohibido y se decía que su efecto era lo más parecido al del veneno. Pero también tenía ardientes defensores; Voltaire alabó sus dones mientras que Honoré de Balzac cruzaba París de punta a punta para conseguir tres tipos distintos de café.

Quizá esto resulte en la explicación en torno a los motivos de un compositor tan importante como Johann Sebastian Bach, quien destinó una porción de su portentoso talento para una obra en que nos habla de la costumbre de ingerir esta deliciosa bebida. En el terreno de las obras para voz y orquesta, las cantatas religiosas se establecieron como la especialidad en Bach, pero las cantatas profanas se destacan por su más acentuada originalidad, seguramente motivado por la libertad creativa.

La cantata culmina con un terceto interpretado por los únicos participantes, quienes en una suerte de moraleja nos indican que es difícil modificar los gustos de quienes se aficionan a la bebida: “No prohíbas al gato cazar ratones. Las señoritas permanecen fieles a su café; la madre gusta de beberlo, la abuela también lo probó. Por tanto, ¿quién puede culpar a las hijas?”

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