La fanciulla del West en Lyon

Escena de La fanciulla del West en Lyon © Jean-Louis Fernandez

Marzo 23, 2024. Como tercer título del festival operístico de primavera que presento la Ópera de Lyon en su edición del 2024, que giró en torno al tema de los juegos de cartas (hay que recordar que Minnie utiliza las cartas con revólver en mano para quedarse con el bandido Dick Johnson), se puso en escena por primera vez en este escenario La fanciulla del West, una de las óperas menos representadas del compositor de Lucca, Giacomo Puccini (1858-1924), en homenaje al centenario de su muerte. 

Esta ópera en tres actos con libreto de Guelfo Civinini y Carlo Zangarini basada en la obra de teatro The Girl of the Golden West de David Belasco. Cabe señalar que después del estreno de Madama Butterfly en 1904, Puccini se encontraba sin un libreto en el cual trabajar, por lo que decidió explorar el tema de una historia que ocurría del otro lado del Atlántico, cuyo estreno se realizó precisamente fuera de Europa, en el Metropolitan Opera de Nueva York, el 28 de julio del 1910. 

La puesta en escena presenta varias dificultades, tanto en la parte orquestal como en la vocal, pues requiere un extenso elenco de cantantes, encabezada por tres sobresalientes protagonistas y una puesta en escena coherente y acorde con el lugar donde se desarrolla la historia. Lamentablemente, parece que, desde el punto de vista de los directores escénicos europeos, la trama se sigue considerando como una historia exótica, lejana, y en la mayoría de los casos se aborda de manera irónica, desinteresada, incluso desinformada. (Recuerdo una producción en la Scala hace algunos años que, de manera equivocada, utilizaba imágenes del desértico Monument Valley para representar su idea del “Viejo Oeste”, cuando este se ubica en el límite de los estados de Utah y Arizona, y no en los boscosos Cloudy Mountains de California, según el libreto). 

En esta ocasión nos encontramos frente a la puesta en escena de la alemana Tatjana Gürbaca, quien destaca en su curriculum haber montado óperas con personajes femeninos vigorosos y con carácter, como Jenůfa y Kát’a Kabanová de Leoš Janáček, Carmen de Georges Bizet y Salome de Richard Strauss. Ahora aborda al personaje de Minnie con una mira contemporánea. Su puesta en escena parece no convencer completamente, ya que trabajó en un espacio reducido, ideado por Marc Weeger, que consiste en una plataforma giratoria donde se amontonan todos los personajes, que caminan inexplicablemente sobre una pasarela, que representa también la barra de un bar. Del otro lado de la plataforma, en un espacio vacío de utilería, aparece lo que simula ser la casa de Minnie. 

Es un trabajo arduo, conceptual y de mucha sobreactuación. Los vestuarios no fueron tampoco el fuerte de esta producción, ya que están cargados de estereotipos en la manera en que caracterizan a los indígenas americanos, los mineros y personajes como el sheriff Jack Rance, que utiliza un enorme abrigo, o los extravagantes y brillantes vestuarios dorados y poco lucidores creados por Dinah Ehm para el personaje de Minnie.

La iluminación de Stefan Bolliger fue adecuada, y por momentos su manejo de claroscuros y tonalidades entre amarillo y sepia daban la impresión de que la escena se trataba de una transmisión cinematográfica antigua. En resumen, se trató de una ocasión perdida con un montaje que no logró convencer o agradar completamente. 

En la parte vocal sorprendió la soprano Chiara Isotton, quien cantó de manera sobresaliente el arduo papel de Minnie, con vigor, una voz clara de buen timbre y color, y admirable y segura proyección de las notas más agudas que le permitió la partitura. Es una artista muy completa que supo darle carácter y nobleza y convicción al personaje. El tenor Riccardo Massi también cantó con voz de buena proyección, cálida, vigorosa y corpulenta que supo manejar muy bien, a pesar de lucir algo estático en escena. Por su parte el barítono Claudio Sgura personificó un enérgico y maléfico (y por momentos algo sobreactuado) Jack Rance, pero que vocalmente cumplió de manera satisfactoria en su rendimiento vocal, cantando con brío y profundidad.

Buen desempeño tuvo el coro del teatro, que dirige Benedict Kearns, y correctos y participativos estuvieron en sus desempeños individuales y en conjunto los comprimarios: el bajo Rafael Pawnuk como Ashby, el barítono Allen Boxer como Sonora, el barítono chileno Ramiro Maturana en el papel de Handsome (Guapo), el tenor Robert Lewis como Nick, el bajo Matthieu Toulouse como Sid y la mezzosoprano Thandiswa Mpongwana que personificó a la indígena piel roja Wowkie. El resto de los intérpretes estuvieron correctos. 

Una de las fortalezas de este teatro se encuentra en su orquesta, que tuvo un sobresaliente desempeño bajo la emocionante batuta de su titular, el maestro Daniele Rustioni, que el día anterior había dirigido de manera notable La dama de picas de Chaikovski, y que fue capaz de cuidar y resaltar todas las sutilezas y matices que ofrece la partitura, logrando contagiar a los músicos y emocionar al público presente.

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