La nariz en Madrid
Marzo 29, 2023. Esta ópera de Dmitri Shostakóvich, estrenada con gran escándalo en 1930 en San Petersburgo, ya se había presentado en varias ciudades de España en los años 90 del siglo pasado, pero es un título inédito en toda la historia del Teatro Real y era esperada con entusiasmo por la mayoría de los asiduos al coliseo.
La propuesta elegida para esta gran apuesta está firmada por el australiano Barrie Kosky, cuyas lecturas no dejan indiferente a nadie. En mi opinión, Kosky refrenda el sarcasmo de la ópera —una ácida crítica política— llevándola en volandas por una estética de opereta, que se le da tan bien al director australiano, que le crea una imagen de liviandad que es solo superficial.
Los casi ochenta personajes de La nariz hacen que sea una obra muy compleja de poner en escena, requiriendo unos 30 solistas (algunos hasta cuatriplican papeles) y la estructura de diez escenas también puede ser un reto. De todo eso sale airosa esta propuesta de Kosky, con ritmo ágil y economía de medios. La producción ya se ha visto antes en los teatros colaboradores (Komische Oper de Berlín, Opera Australia y Royal Opera House de Londres) y es posible que visite otras ciudades por su buena factura.
La funcional escenografía de Klaus Grünberg (firmante también de la estupenda iluminación) y el apropiado vestuario de Buki Schiff son parte fundamental en la puesta en escena. La coreografía (Otto Pichler) marca otro de los puntos fuertes de esta Nariz que no se avergüenza de incluir ronquidos, pedos y eructos.
La dirección musical de Mark Wigglesworth pormenorizó los detalles en su notable dirección musical. Ordenó, dio dirección y ritmo a una Sinfónica de Madrid —la orquesta titular del Teatro Real—, que mostró un buen rendimiento. El Coro titular, a excelente nivel, de sonoridad rotunda y “viviendo” lo que sucede en el escenario.
En el largo listado de solistas, todos con una entrega absoluta, sobresalió el barítono Martin Winkler dando vida al protagonista con una seguridad apabullante. Su voz es sólida, un tanto rígida. Pero está presente, yendo por delante al gran esfuerzo escénico que realiza, pues además de cantar, baila y está en movimiento continuo durante casi toda la ópera. Muy bien empastado con el resto de cantantes, desde los tenores Vassily Efimov, Andrey Popov y Dmitry Ivanchev en tesituras muy agudas, que sirvieron con voces livianas. La soprano Anja Juric resultó apropiada en lo vocal como escénicamente, mientras que la mezzosoprano Agnes Zwierko exhibió un gran caudal y graves muy bien timbrados. La soprano Iwona Sobotka dio buena cuenta de sus dos personajes y el bajo Alexander Teliga mostró una estupenda presencia escénica con una vocalidad redonda.
Sería injusto no mencionar a todos los solistas involucrados, porque todos ellos cumplieron con creces sus partes, bien integrados en lo vocal y lo escénico: Josep Fadó, Roger Padullés, David Sánchez, David Alegret, Gerard Ferreras, Isaac Galán, José Manuel Montero, Luis López Navarro, Néstor Pindado, Simon Wilding, Milan Perišić y Margarita Nekrasova.
El Teatro Real, encaminado a llamar la atención de la masa, contrató a una presentadora de televisión muy famosa en España (Anne Igartiburu) para el colofón final, que en otros teatros lo ha asumido una persona del elenco o una actriz sin el relumbrón (y caché) de la aquí elegida.