La “Sinfonía de los Mil” en León
Mayo 13, 2023. Bajo la dirección de Roberto Beltrán-Zavala, la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG), cinco coros del estado y ocho cantantes solistas conquistaron al público del Teatro del Bicentenario Roberto Plasencia Saldaña con su estruendosa interpretación de la Sinfonía no. 8 —conocida como la “Sinfonía de los Mil”— de Gustav Mahler.
Fue un concierto histórico, al tratarse de un estreno en León, a cargo de los cerca de 500 artistas que ejecutaron por primera vez la obra en la ciudad de Guanajuato durante la pasada edición del Festival Internacional Cervantino (FIC).
Para el crítico de música David Hurwitz, la Octava de Mahler es “la Sinfonía de los mil posibles errores”, por la gran cantidad de músicos en escena, riesgos de los que no se ha salvado la OSUG en las ocasiones en que ha tocado la pieza coral. El primer contratiempo ocurrió durante el FIC en el majestuoso Teatro Juárez, cuando la orquesta universitaria dejó de tocar apenas a 20 minutos de haber iniciado la obra, debido a un problema en las gradas.
Casi siete meses después, en León, el espectáculo volvió a pararse a los pocos minutos de comenzado el concierto, esta vez por un corte de luz. Sin embargo, pese a estas interrupciones, ambas veladas fueron un éxito. Sin duda, los espectadores han quedado impactados con la visión exaltada e impetuosa del director mexicano Roberto Beltrán-Zavala de esta Octava Sinfonía de Mahler, una lectura a la que se le podría reprochar una falta de mayor atención al amplísimo rango de matices.
Por ejemplo, el inicio del “Coro místico” de la segunda parte debe cantarse muy suavemente, “como un suspiro”, indicó el propio Mahler en la partitura. Sin embargo, los coros del Teatro del Bicentenario, Juvenil del Conservatorio de Celaya y de la Ópera de Guanajuato, dirigidos por Jaime Castro, Antonio García-Aguilar y Edith Mora, respectivamente, cantaron más fuerte.
Algo similar sucedió en el “Coro y eco”, ya que los bajos y tenores no lograron cantar silenciosamente, como un susurro o eco, para crear la atmósfera misteriosa de los bosques y las montañas. Este reducido uso de la dinámica fue notorio en los pasajes más tranquilos de la primera parte de la sinfonía, como aquel en el que los dos coros entonan, sobre un solo de violín: “Infunde en nuestra débil carne la fuerza perpetua”.
Incluso en las partes más tenues del himno de Pentecostés, la orquesta llegó a opacar a los siete cantantes solistas, debido a una dirección poco equilibrada, que también hizo batallar al bajo-barítono mexicano Rodrigo Urrutia en su dramática canción como Pater Profundus. Además, se echaron de menos una ejecución más pulida y una dirección más atenta a los detalles camerísticos y texturas orquestales en el segundo movimiento de la obra.
Esta tendencia a tocar demasiado fuerte fue evidente en las partes impetuosas de la partitura, como el contrapuntístico ‘Accende lumen sensibus’ (Ilumina nuestros sentidos) o la coda del “Coro místico”, las cuales pueden sonar apropiadamente intensas y encantadoras a la vez.
En cuanto al manejo del tempo, el director optó por contar un relato ágil y fluido de la sinfonía, a pesar de ralentizar el final de la impactante doble fuga de los coros, antes de la breve recapitulación de ‘Veni Creator, spiritus’. No obstante, la OSUG consiguió momentos efusivos y equilibrados, como en la primera exposición de ‘Veni, Creator spiritus’ o en el ‘Gloria’. Aunque, sin duda, uno de los pasajes más sublimes fue el aria del Doctor Marianus, interpretada apasionadamente por el tenor veracruzano Leonardo Sánchez.
Seguido de aquella alabanza a la Virgen, el fragmento orquestal en el que los violines tocan una bella melodía acompañada por las arpas y el armonio fue igual de conmovedor. También admirable fue la intervención del barítono mexicano Genaro Sulvarán como Pater Ecstaticus, quien entonó con solvencia y emoción su breve y cálida canción sobre el amor eterno, logrando alcanzar las difíciles notas agudas.
Como correcta se podría calificar la actuación solista de las jóvenes cantantes mexicanas: la soprano Angélica Alejandre cantó con suficiente potencia los Do agudos del primer movimiento y entonó con suficiencia su parte solista como la Magna Peccatrix; mientras que la soprano celayense Fernanda Allande se entregó por completo al papel de la Penitente, llamada Margarita en “Fausto”, cantando las notas altas del final con brillo y pasión. Por su parte, la capitalina Maribel Salazar cumplió con su interpretación del personaje de la Mater Gloriosa o la Virgen desde el segundo balcón del teatro, aunque su canto se vio afectado por un excesivo vibrato.
De las mezzosopranos, la celayense Frida Portillo cautivó con su potente y oscura voz, tanto en la primera parte como en la segunda, como la Mujer Samaritana. En tanto, la mezzosoprano veracruzana Mariel Reyes Cruz destacó por su entusiasmo en sus intervenciones en el himno latino y en el final de “Fausto” como Maria Aegyptiaca: María de Egipto.
Asimismo, las fuerzas corales se complementaron con el Coro de Niñas y Niños del Valle de Señora y el Coro Femenil e Infantil del Conservatorio Mahler de Irapuato, dirigidos por Jaime Castro y José Guillermo Silva, de forma respectiva. Todos los coristas brindaron una cálida actuación, aunque sus voces también fueron opacadas por los metales en algunas partes de la obra, mientras que en otros pasajes el paisaje sonoro resultó abrumador y poco homogéneo.
Una mención especial merece el conjunto de metales situado en uno de los balcones, así como Iván Hugo Figueroa García, Kivieta Gutiérrez Suardíaz, Aarón Torres y Pablo Adrián González Velázquez, en el piano-órgano, piano, armonio y celesta.
El público conmovido aplaudió de pie a los casi 500 intérpretes al finalizar la Octava Sinfonía de Mahler, un canto al espíritu creador y al eterno femenino.