La traviata en Macerata

Julio 30, 2023. Hablar del Festival de Ópera de Macerata es hablar de uno de los eventos musicales más relevantes e históricamente arraigados de toda Italia. Este año, de hecho, se celebró la quincuagésima novena edición, siempre con producciones de gran valor que muchas veces han entrado en el imaginario popular por su eficaz lenguaje. Tal es el caso de la célebre puesta en escena de La traviata, nacida para el festival de ópera Marche en 1992, galardonada al año siguiente con el Premio Abbiati de la Asociación Nacional de Críticos Musicales, y posteriormente revivida una y otra vez. 

La obra del escenógrafo Josef Svoboda, maestro indiscutible, y en cierto modo brillante, de las producciones operísticas del siglo pasado, centra gran parte de su atención en un espejo gigante, inclinado a 45 grados sobre el escenario de la Arena Sferisterio. La reflexión produce curiosidad, desdoblando no solo los personajes sino también sus vicios, las peculiaridades de cada uno, las diferencias morales. Las grandes dimensiones de esta arena de Macerata realzan el escenario, jugando sobre el reflejo de unas cortinas extendidas que, con los cambios del entorno, se van arrastrando hasta descubrir la siguiente imagen. 

La dirección de Henning Brockhaus busca una unidad que se libera de la mano de la conciencia de Violetta y su despertar definitivo del hechizo de un mundo benévolo pero hipócrita y traicionero. Brockhaus pretende contar una historia destacando los principales puntos de inflexión y poniendo el énfasis en los detalles no narrados expresamente en el libreto. El deseo de mezclar elementos del pasado y el futuro de los personajes concentra muchas ideas que pretenden estimular reflexiones conscientes. Al mismo tiempo, el impacto de color y los reflejos luminosos conquistan a los espectadores, decretando el éxito total de la puesta en escena que año tras año atrae a un numeroso público. 

El reparto vocal encuentra su punto fuerte en la presencia de Nino Machaidze, que interpretó con buen gusto el papel de Violetta Valèry. La soprano georgiana muestra cierta familiaridad con el papel protagónico de la ópera de Verdi. Su canto se caracteriza, en efecto, por una apreciable madurez interpretativa que se revela en la intensidad del fraseo y en el pleno dominio del drama creciente con el que Verdi construye la lenta pero inexorable derrota de su heroína. A su lado, no desfiguró Anthony Ciaramitaro quien, en el papel de Alfredo Germont, exhibió una voz franca y con cuerpo, a pesar de alguna falta de profundidad en el personaje. 

En la parte de Giorgio Germont, Claudio Sgura dio lo mejor de sí, llamado en el último momento para sustituir al indispuesto Roberto De Candia. El barítono tiene una presencia escénica eficaz y una marcada capacidad de relacionarse con sus compañeros en el común propósito de realzar la partitura. En el papel del padre fue creíble, aunque con cierta incertidumbre vocal y expresiva. Todos los demás solistas a los que se confiaron los numerosos personajes secundarios actuaron con eficacia: Mariangela Marini (Flora Bervoix), Silvia Giannetti (Annina), Carmine Riccio (Gastone), Alberto Petricca (el barón Douphol), Stefano Marchisio (el marqués d’Obigny), Gaetano Triscari (el doctor Grenvil) y Alessandro Pucci (Giuseppe).

La dirección orquestal de Domenico Longo, aunque precisa y en cierto modo empeñada en capturar todas las ondas de la partitura, parecía excesivamente cautelosa en cuanto a la sincronización, sobre todo teniendo en cuenta la interpretación al aire libre y sus necesidades particulares, pero el desempeño de la Orchestra Filarmonica Marchigiana fue diligente y el Coro Lirico Marchigiano “V. Bellini”, a cargo de Martino Faggiani, fue comunicativo. El numeroso público presente acogió con gran calidez la actuación de todos los intérpretes y la puesta en escena, ya íntimamente ligada a la historia del Festival.