Le nozze di Figaro en Londres

Stephane Degout (Conte Almaviva) y Mattia Olivieri (Figaro) la producción de Le nozze di Figaro de David McVicar en la Royal Opera House  © Clive Barda

Julio 18, 2023. En una de mis raras y rápidas visitas logré ver en el Covent Garden esta célebre producción firmada por David McVicar que ya había visto en al menos otras dos oportunidades. Sir David ha vuelto a estar presente para esta reposición (algo que lo honra y que pocos, si alguno, hacen, y en cambio deberían porque se nota). Tal vez haya algún detalle de más en algún momento (el final del aria del Conde, pese a la más que impecable interpretación que del personaje ha presentado Stéphane Degout, queda un tanto opacada por la presentación de todos los personajes de la siguiente escena por grupos), pero funciona como un reloj suizo (de los de antes) y la gente se divierte muchísimo. Buenas luces, bellos trajes y decorado y sobre todo las actuaciones —independientemente del nivel musical— hacen que el numerosísimo público salga exultante del teatro.

Nada mal, aunque en el plano musical temo que muchos de los asistentes se hayan quedado engolosinados por el aspecto visual y no hayan calibrado del todo bien las diferentes cualidades en la interpretación. O se contentan con escuchar un aria conocida sin importar cómo se canta. Empezaré justamente por lo menos convincente, que fue el Cherubino de Anna Stéphany, que si bien dio el tipo, cantó con voz fea, metálica y un registro indefinible, pero si su primer aria pasó desapercibida, ‘Voi che sapete’ le valió un gran aplauso que en todo caso era para Mozart, porque fue soso a más no poder.

Hrachuhí Bassenz interpretó a la Condesa y, por suerte, lo mejor que hizo fue ‘Dove sono’ y en general el tercer acto. Pero en el cuarto, y sobre todo en el segundo (desde ‘Porgi amor’) exhibió un timbre velado, carente de todo brillo y con algunas tiranteces en la zona aguda; como actriz estuvo bien, pero fue quien menos convenció. Correcto sin más el Basilio de Krystian Adam, insufrible vocalmente el Curzio de Peter Bronder, simpático y entonado el Antonio de Jeremy White, buena la Barbarina de Sarah Dufresne, y muy bueno el Bartolo de Maurizio Muraro, a quien le deberían ofrecer más seguido papeles de enjundia.

Siobhan Stagg (Susanna) y Mattia Olivieri (Figaro) © Clive Barda

Magnífica de todo punto de vista la Marcellina de Dorothea Röschmann, que convierte cada momento suyo en pura delicia (lástima que se le haya cortado el aria). El debut de Siobhan Stagg como Susanna fue auspicioso: la voz no es particularmente bella, pero canta y se mueve bien y puede tocar los graves que se le piden en su gran aria del último acto.

Y luego, qué pareja de amo y servidor. Hace ya años vi en Bruselas el debut como Conde de Stéphane Degout. Lo hizo muy bien, pero lo que hace ahora es extraordinario (la agilidad al final del aria en forma de risa sarcástica no es un mero detalle) y se mueve como pez en el agua. Su Figaro (y las escenas entre ambos echan chispas) fue quien debutó en esta ópera como muy buen Conde en Florencia antes de la pandemia. Este Figaro suyo fue soberbio, aunque nunca lo hubiese interpretado antes. Porte, dicción, intención, belleza vocal, línea y estilo de canto confirman a Mattia Olivieri como un cantante fuera de serie.

La dirección de Joanna Mallwitz fue buena, pero más de una vez careció de tensión teatral (ya desde la obertura, que aquí es interpretada en el escenario) aunque acentuó muchas veces el volumen de la orquesta (incluso de las cuerdas) y también resultó por momentos encorsetada.

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