Le nozze di Figaro en París

Escena de Le nozze di Figaro en París

Febrero 18, 2022. Cuando el intendente de la Opéra National de Paris y el ahora director artístico iniciaron pláticas, les pareció fundamental programar una ópera de Mozart en la primera temporada de su colaboración. La elección fue Le nozze di Figaro en el icónico Palacio Garnier.

Para presentarla se llamó a la británica Netia Jones como directora de escena y diseñadora de escenografía, vestuario y video. Debo decir que tenía muchas reservas respecto de la producción, pero rápidamente se evaporaron y se convirtieron en sonrisas. La puesta en escena es todo menos tradicional. De hecho, trae la ópera a nuestros días, en los que la problemática que Mozart trata magistralmente en esta ópera: el poder y su abuso, el erotismo y la necesidad de pedir y conceder perdón, es tan actual como lo era en 1786. 

La señora Jones diseñó un espacio escénico diferente para las dos mitades de la ópera. En la primera, actos I y II, nos enseña tres ambientes en los que se desarrolla la acción. Esto fue una forma inteligente de establecer que en esos actos la ópera se desarrolla en espacios muy privados, incluyendo las habitaciones de la señora de la casa, a la que entra tan campante hasta el jardinero borracho. En el primer acto, la sección de en medio representa la estancia que el patrón generoso cedió a su valet y a su novia. En el de la derecha permanece el conde antes de entrar a intentar seducir a la doncella de la condesa. Es claro que se trata del enésimo intento. El de la izquierda funciona cual si fuera el área pública del castillo. El primer toque maestro de la directora se dio cuando Figaro canta su cavatina ‘Se vuol ballare’, con cuya música el conde baila con una bailarina en tutú quien, claro está, hace unas graciosas cabriolas.

Dejé de preocuparme por la producción durante el dueto entre Susanna y Marcellina ‘Via resti servita’, aparentemente muy civilizado, pero que es mostrado en su realidad por medio de un video proyectado sobre la parte superior del escenario, en el que las dos mujeres se muestran tirándose de las cabelleras en la forma menos civilizada posible.

En la segunda mitad de la ópera, actos III y IV, el escenario consiste en un gran espacio en el que, con cambios de muebles y utilería, se cuenta lo que sucede en los espacios sociales del castillo, el gran salón y el jardín. Debo referirme al aria ‘Vedrò per man d’amore’, en la que el Conde se va quitando la ropa hasta quedar en camiseta y calzones. Mi interpretación es que, en esta aria, la directora muestra a Almaviva como un hombre cualquiera. La señora Jones también hizo hincapié en la importancia que Mozart le da a la música de danza en esta ópera: además de lo hecho durante ‘Se vuol ballare’ hace que Barbarina sea parte del cuerpo de baile que participa en la escena de la boda muy cerca a los que Da Ponte establece en las instrucciones escénicas que aparecen en el libreto autógrafo.

Por fortuna, una de las funciones se transmitió por televisión, lo que indica la posibilidad de que algún día en el futuro cercano será posible ver esta producción en casa.

Antes de pasar a la interpretación musical quisiera mencionar que el orden de los números del tercer acto fue el que se encuentra en la partitura autógrafa de Mozart: aria del Conde, sexteto, aria de la Condesa, y no la que se usa en países angloparlantes: aria, aria, sexteto. ¡Bravo por la decisión! Las arias de Marcellina y Basilio se cortaron, como es costumbre, pero hubo otro corte que me llamó la atención por innecesario: el del recitativo que sigue al sexteto en el que Susanna, Marcellina, Figaro y Bartolo expresan su satisfacción por haber superado los problemas y derrotado al Conde.

He visto muchas funciones de Le nozze di Figaro, pero guardaré la de esta noche como un tesoro en las pocas neuronas útiles que me quedan. 

El reparto estuvo formado por una constelación de grandes cantantes mozartianos. La joven china Ying Fang compuso una adorable Susanna, que no tuvo un solo momento débil en la noche; Su ‘Deh, vieni, non tardar’ me derritió. Luca Pisaroni, que es uno de los mejores Figaros que he visto, tuvo que entrar a la producción ante el retiro de Adam Palka, supongo que por razones de salud. No conozco al señor Palka, pero puedo decir que agradecí la presencia de Pisaroni como Figaro, pues su interpretación fue impecable. 

Peter Mattei es, en mi opinión, el Conde Almaviva de nuestros días, aunque tiene un gran competidos en Pisaroni, que hace muy bien ambos papeles: Figaro y el Conde. Por cierto, la primera vez que vi a Mattei fue hace 22 años, ¡como el valet!

La joven mezzo Lea Desandre hizo un espléndido Cherubino, Hay unas líneas en el recitativo previo al aria ‘Non so più cosa son’ que me permiten adivinar si habrá o no un gran Cherubino u otro no tanto. Las líneas son: ‘Felice te, che puoi vederla quando vuoi, che la vesti al mattino, che la será la spogli, che le metti gli spilloni, i merletti…’. Si la intención con la que Cherubino pronuncia estas líneas es suficientemente lasciva, puedo estar seguro de que oiré un gran paje y, en efecto, Lea cantó sus dos arias espléndidamente. La carga emocional de ‘Voi che sapete’ fue tan erótica como la del recitativo que mencioné.

Dejo al final de los papeles principales el de la Condesa Almaviva. Miah Persson, a quien siempre admiré como Susanna, se convirtió en la Condesa más tierna, coqueta y adorable que he visto. Cuando cantó su aria ‘Dove sono i bei momenti’ se redujo la velocidad de las moléculas de aire que había en el teatro porque buena parte del público dejó de respirar, al menos eso fue lo que me pasó. De ahí siguió la ‘Canzonetta sull’aria’ en el que se demuestra hermosamente la sororidad que forman Rosina (la Condesa) y Susanna (la doncella) y que, como en The Shawshank Redemption, volvió a paralizar al público rendido ante tanta belleza. De la escena final no hablo para no atosigarlos con adjetivos.

Con respecto a Marcellina y Bartolo, debo decir que muy pocas casas pueden darse el lujo de poder contar con Dorothea Röschmann, quien también ha sido unas grandiosas Condesa y Susanna, maravillosa en el duelo, quiero decir dueto, con Susanna; y James Creswell como el pedante que canta pomposamente ‘La vendetta, oh, la vendetta!’

Michael Colvin (Basilio), Christopher Mortagne (Don Curzio), Ksenila Proshina (Barbarina) y Marc Labonnette (Antonio) tuvieron un desempeño digno del reparto de estrellas con el que colaboraron.

Gustavo Dudamel tuvo una destacadísima participación al dirigir a la Orquesta y el Coro de la Opéra National de Paris –éste preparado por Alessandro Di Stefano– al lograr balancear magistralmente lo que sucedía en el foso con lo que sucedía sobre el escenario. Los recitativos se hicieron con fortepiano, pero no he logrado saber quién los interpretó con tanta elegancia.

En resumen, puedo afirmar que asistí a una de las funciones más bellas de Le nozze di Figaro de mi vida. Otra que recuerdo con mucho cariño sucedió también en Paris, cuando presencié en la Opéra-Bastille la producción de Giorgio Strehler con otro gran reparto.

Las producciones de Netia Jones y Strehler son muy diferentes: la de élliteral y la de ella actualizada a nuestros días; pero también coinciden al menos en tres aspectos: son muy inteligentes, se centran en el poder, el erotismo y el perdón, y se hicieron con amor por la obra original.

Acabo esta reseña con mi mantra: El infierno debe ser un lugar en el que ni siquiera exista la esperanza de escuchar Le nozze di Figaro.

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