Les pêcheurs de perles en Buenos Aires 

Escena de Les pêcheurs de perles en el Teatro Colón de Buenos Aires © Máximo Parpagnoli

Octubre 25, 2022. En 1888 llegó Los pescadores de perlas de Georges Bizet —en la versión italiana de Angelo Zanardini como I pescatori di perle— a Buenos Aires. La ópera fue recibida fríamente por el público y la crítica del momento. Entre esa fecha y 1931 la obra se cantó, siempre en italiano, en aproximadamente 10 temporadas en diversos teatros tales como el Colón (1913), el Coliseo (1921 y 1927) y el Marconi (1920, 1921, 1925/26 y 1931) para caer, luego, en el olvido.

Recién en mayo de 1992 se produjo el estreno argentino de la versión en francés en el Teatro Argentino de La Plata, cuando este ente artístico deambulaba por salas prestadas y sus direcciones generales y artísticas no pasaban el par de meses. Por ello la interpretación pasó casi desapercibida para el gran público. Se cuenta en los últimos años, además, con dos producciones empeñosas pero que tampoco entusiasmaron: en junio de 2010 se representó en el Teatro Roma de la ciudad de Avellaneda y en junio de 2011 se produjo la primera representación en el idioma original en el Teatro Avenida de Buenos Aires, de la mano de la Asociación Juventus Lyrica.

Finalmente —y luego de la cancelación debida a la pandemia— llegó al escenario del Teatro Colón la tan esperada ópera de Bizet en su idioma original en una versión musical que rozó la excelencia, pero con una visión escénica confusa que no aportó nada al conocimiento de la trama.

Triunfador de la velada fue el maestro español Ramón Tebar, que condujo con notable pericia a la Orquesta Estable del Teatro Colón. Si versión contó con adecuado espíritu francés, sutileza en los momentos necesarios, potencia y fuerza arrolladora cuando se requería y notable conjunción entre el escenario y el foso.

El tenor Dimitry Korchak fue un Nadir de considerable perfección; pleno de matices, admirable estilo, exquisita línea de canto, dominio técnico y buen francés. La soprano armenia Hasmik Torosyan como Leila aportó belleza vocal y escénica, canto preciso, volumen adecuado, exquisitas coloraturas y perfección dramática cuando el rol lo requiere. Fue un verdadero lujo contar con Fernando Radó en el pequeño rol de Nourabad, y de esmerada corrección fue el Zurga de Gustavo Feulién.

Para cerrar los aspectos positivos de la versión, es dable mencionar la excelente tarea del Coro Estable que dirige Miguel Martínez en una obra plena de dificultades y que por la misma posibilidad de lucimiento necesita un coro de gran calidad. El Estable del Colón pudo sortear todos los escollos con excelencia y mostrar una versión vibrante en los momentos necesarios y con la adecuada sutileza francesa en otros.

La puesta en escena de Michał Znaniecki, en cambio, no aportó nada interesante: solo un planteo oscuro, confuso y estático que no ayudó a comprender la trama. Los intentos de reelaboración de la dramaturgia de los personajes no funcionaron o aportaron poco. La intención de realizar un mensaje con plásticos y basura como muestra de lo que es el Ceilán actual (o sea Sri Lanka), que el coro y figurantes intentan limpiar durante la acción, solo se comprende si se leyeron las declaraciones del director escénico polaco en las notas previas de prensa.

Los momentos visuales más logrados estuvieron a cargo de la coreografía firmada por Diana Theocharidis y las proyecciones de Karolina Jacewicz, que intentaron insuflar algo de dinamismo. Por otra parte, los trajes diseñados por Mini Zuccheri, la escenografía de Luigi Scoglio, así como la iluminación —siempre en tonos apagados, oscuros y lúgubres— de José Luis Fiorruccio, fueron funcionales a la idea de la puesta.

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