?? L’histoire du soldat en Perelada

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El Festival Castell de Peralada, siempre pleno de expresiones artísticas muy diversas entre sí, comenzó con tres formas artísticas diferentes, incluso dentro del ámbito de la “música clásica”, en sentido amplio.

Después de una primera velada inaugural con el ballet del Mariinski en una nueva coreografía sobre Las cuatro estaciones con música “arreglada” de Vivaldi, que ha demostrado la capacidad técnica de la magnífica compañía, pero no tanto el interés de la coreografía, hubo una puesta en escena de la inclasificable L’histoire du soldat de Ígor Stravinski en una propuesta de La Fura dels Baus. El responsable del montaje fue Àlex Ollé. Siempre interesante fue la concepción escénica, que en este caso no era fin en sí misma, como en otras oportunidades, con escenografía y vestuario muy sencillos y adecuados de Lluc Castells, amén de la iluminación de Elena Gui y Urs Schoenenbaum, pero sobre todo un video muy eficaz de Emmanuel Carlier con el soldado siempre en marcha sin que se sepa a dónde va, pues nunca logra llegar a su casa, aunque quiera hacerlo. La apuesta con el diablo tiene por objeto un pequeño violín (algo así como el alma o la conciencia del soldado) y todo sucede como en un sueño, pesadilla o alucinación del soldado que agoniza entre médicos, enfermeros y visitas de su madre y la exprometida, ahora casada con otro.

Escena de Histoire d’un soldat en el Festival de Perelada

Fue muy intensa la interpretación, tanto como narrador (siempre en poesía rimada), como del diablo o del soldado (en prosa) del extraordinario actor Sébastien Dutrieux; bien, los demás, que sólo se mueven, y óptima, la interpretación de la música incidental del compositor ruso por la Orchestra Camera Musicae (siete instrumentistas en total). El texto fue el original de Charles Ferdinand Ramuz. 

De propiamente lírico se ofreció un concierto en la Iglesia del Carmen con el que se presentó aquí el barítono francés Ludovic Tézier (una excelente novedad ya que se conoce la predilección de la dirección del Festival por las voces agudas femeninas y masculinas) entre dos funciones en Madrid de Il trovatore verdiano. Bien acompañado por la pianista Maria Prinz, Tézier cantó páginas muy distintas en estilo e idiomas: el Lied romántico alemán (Schumann y Schubert, y asimismo Mozart), la mélodie francesa (Liszt sobre textos de Victor Hugo —impresionante ‘O quand je dors’—), más el número final del ciclo de Berlioz Les nuits d’été, y en todos se mostró dueño de lengua, estilo y de una técnica que aún le permite, pese a las dimensiones que ha adquirido su voz, impalpables medias voces.

Recital de Ludovic Tézier, acompañado por Maria Prinz

Concluyó el programa con arias operísticas que lo han hecho célebre (la serenata de Don Giovanni —personaje que aún encarna en teatro—, la “Romanza del príncipe” de La dama de picas, con un dominio absoluto del ruso: toda la escena de la prisión con la muerte de Rodrigo de Don Carlo de Verdi, en perfecto italiano, aunque también ha cantado la versión en francés en París). Para terminar, el aria principal de Carlo Gérard de Andrea Chénier, que cantará próximamente en Australia, un ‘Nemico della patria’ que puso al público de pie. Para agradecer, cantó una bellísima “Canción de la estrella vespertina” de Tannhäuser y el maravilloso Lied de Richard Strauss, Zueignung. Un concierto para atesorar.

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