?? L’italiana in Algeri en Milán
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Febrero 15, 2020. Stendhal, gran admirador de Rossini, describió a L’italiana in Algeri (La italiana en Argel) como “una locura organizada y completa”. A 207 años de su estreno, la compañía independiente VoceAll’Opera revivió el famoso título rossiniano con las mismas características: un trabajo en extremo cuidado y una pasión desmedida de todos los que participaron en el montaje. Cabe mencionar que la compañía de ópera low-cost ofrece la oportunidad a jóvenes cantantes under 35 de debutar roles de manera profesional en un par de funciones dentro de un espacio adaptado de la periferia milanesa.
El regista Gianmaria Aliverta firmó una divertidísima y dinámica versión llena de movimiento, comedia física, gags pícaros y un tanto sexuales, pero sin caer en jamás la vulgaridad o racismo. Aliverta presentó la escena en una Argel atemporal, con elementos árabes, pero dotada de toques modernos, como el coro de hombres vestido de mujeres con burka, satirizando lo ilógico de la premisa, un stripper sin playera, un Mustafà con peluca rubia parodiando a Donald Trump, un Taddeo travestido de mujer árabe, duetos y conjuntos de ambos personajes bailando sobre en un tubo y demás detalles picantes que, lejos del mal gusto, hacían al público botarse de risa.
Debo comenzar la parte vocal no con “la italiana” del título, sino con Mustafà, un personaje que cuando está bien construido y bien cantado se roba la función. Tal fue el caso del bajo-barítono Lorenzo Barbieri, quien —con una voz ágil y flexible para la coloratura, registro central potente y armónico, y vestido con un traje rojo eléctrico, peluca rubia contrastante con su barba negra, aunado a su vis cómica y buena condición física— interpretó un Bey en extremo divertido que se llevó los aplausos de la noche.
El caso fue el mismo con el barítono Alfonso Ciulla quien, con la ayuda de Aliverta, interpretó al Taddeo más jocoso que haya visto. Caracterizado como un típico turista estadounidense, con back-pack en la espalda, todos los accesorios para acampar, un trastorno obsesivo por la limpieza, bailando pole dance travestido de mujer o pappataci todo el segundo acto, hicieron que Ciulla fuera ovacionado, ya que además de todo tiene una voz educada, precisa y entonada, muy ad hoc para el personaje.
La pareja de enamorados, por su parte, tuvo su fuerte en la parte vocal. La mezzosoprano italiana Sara Rocchi interpretó una Isabella convincente, con una voz rica en el registro grave y agudos decorosos, con armónicos sonoros y buena capacidad cómica. Mientras que el Lindoro del turco Bekin Serbest fue de lo mejor, de esos tenores ligeros que casi no hay: nada nasal, nada metálico, con agudos envidiables y sonoros, la coloratura limpia y una pronunciación perfecta del italiano.
La Elvira de Kaori Yamada y la Zulma de Marta Di Stefano fueron por igual simpáticas y joviales en sus solos que en los conjuntos. Sobresalieron por su carisma y potencia vocal, al igual que el Haly de Lorenzo Liberati, con unas interesantes variaciones en su aria. El coro, integrado por solamente 4 hombres (dos tenores y dos barítonos) también fue muy celebrado, al estar siempre cubiertos por una burka —lo que evidenciaba su evidente corporalidad masculina— lo que incrementó la parte buffa de la ópera; siempre a tempo y entonados, dieron su lugar a la parte coral, todos dirigidos por Giacomo Mutigli.
Los vestuarios de Sara Marcucci fueron en extremo interesantes, pues con un fondo de la escena negro al igual que el piso dio un contraste muy bien logrado; al igual que la ingeniosa escenografía de Danilo Coppola, pues una plataforma móvil, dos puertas y una silla fueron suficientes para trasladarnos al lejano Oriente con un presupuesto low-cost.
Algo que también fue low, pero no en cost sino en calidad, fue la orquesta, a pesar de que la batuta de Marco Alibrando buscó acertadamente tiempos rossinianos, los alientos de la Civica Orchestra di Fiati del Comune di Milano fueron verdaderamente trágicos, en especial el primer corno, que destrozó literalmente ‘Languir per una bella’ —prácticamente un dueto de tenor y corno— , al igual que muchas partes de conjuntos que evidentemente no estudiaron a fondo; mientras que, curiosamente, la obertura, los finales del I y II acto y casi todas las arias fueron perfectas; Alibrando trató de exprimir a la orquesta con ideas musicales, matices y tiempos de tradición a los cuales, por desgracia, la orquesta no le respondió.
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