?? Macbeth en Parma
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Septiembre 11, 2020. El Festival Verdi, modificado por la situación de la pandemia, se inauguró con dos funciones en forma de concierto de la colosal ‘Macbeth’, en su versión francesa (1865), que en esta forma no se oía desde entonces. La impresión que en algunos momentos sorprende por el cambio a que obliga la lengua es más que positiva, aunque no creo que esta versión vaya a tener carrera más allá de un Festival.
La representación al aire libre (no se utilizó el Regio sino una estructura levantada expresamente en el cercano Parco Ducale) obligó a la amplificación, y no molestó. El público acudió en buen número y estuvo —salvo excepciones— muy atento. No hubo que lamentar sonidos de móviles (los de la ciudad eran naturales), ni flashes de fotos.
El coro del Teatro Regio hizo honor a su fama y a la de su director, Martino Faggiani, incluso cuando una corista sufrió un desmayo durante el gran coro del cuarto acto. La Orquesta Toscanini tuvo un muy buen desempeño bajo la batuta enérgica de Roberto Abbado quien, pese a algunos tiempos muy rápidos, ofreció una excelente lectura de una partitura que claramente conoce a fondo.
Entre los cantantes hubo una buena actuación de Riccardo Zanellato en Banquo, una sin mayor brillo de Giorgio Berrugi en Macduff, una interesante Comtesse de Natalia Gavrilan y correctas intervenciones de, entre otros, David Astorga (Malcolm) y Francesco Leone (Médecin). Un problema enorme se planteó tardíamente cuando la soprano prevista para el terrible rol de Lady Macbeth no pudo hacerse cargo del mismo: los motivos no fueron claros. Sin embargo, la elección de Silvia Dalla Benetta se reveló acertada: la voz de la cantante no es ciertamente bella (lo que en este caso concreto importa poco), pues resulta opaca y metálica, no domina el trino y menos aún el famoso re bemol con el que concluye su intervención, pero es una artista inteligente y con musicalidad que sabe poner el texto en valor (no se entiende por qué la lectura de la carta fue grabada previamente).
Pero el Festival tuvo el inmenso acierto y fortuna de pensar en Ludovic Tézier para el protagonista. No solo se trata de uno de los grandes barítonos actuales, y un relevante intérprete del papel, sino que su francés sentó cátedra y le permitió una expresividad vocal (las mezze voce) superior incluso a cuando canta la parte en italiano. Aplaudido con fervor en su gran aria y la escena de las apariciones, en todo momento dio una lección de canto verdiano (me permito señalar el gran monólogo del primer acto, en el que varias frases resultaron estremecedoras).
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