Manon en París
Febrero 14, 2022. Como todos sabemos, Manon es la ópera más popular de Jules Massenet; es una opèra-comique, género que se distingue por intercalar diálogos llanos en el desarrollo de la obra, así como personajes o situaciones cómicas.
Esta puesta en escena se estrenó en marzo de 2020, pocos días antes del inicio de la cuarentena que causó la pandemia de COVID. En ese momento tuvo una excelente recepción de público y crítica, misma que ha continuado durante esta reposición. El director de escena traslada la acción a la década de 1920. La época del jazz, el charleston, las flappers, y en la que, al menos en un sector de la sociedad francesa, reinaba la joie de vivre que generó la posguerra.
El elemento de la producción más llamativo y polémico es la presencia en escena de un avatar de la vedette afroamericana Joséphine Baker, quien de hecho interpola una canción en la primera mitad de la obra. En mi opinión, este toque “creativo” es absolutamente innecesario. Otra decisión de la dirección escénica sucede en el último acto, ya que después de un dueto en el que Manon y el Chevalier Des Grieux se despiden, ella es tomada por los guardias que la conducirán a Le Havre para partir a Luisiana, donde deberá purgar una pena por prostitución. Ahí termina la ópera, en tanto que en el original Des Grieux se une a la cuerda de prisioneros y Manon muere en sus brazos.
El diseño de la escenografía corrió a cargo de Aurélie Maestre, quien tuvo que batallar exitosamente con la enormidad del escenario de este teatro. El momento más logrado se dio en la escena del seminario de Saint–Sulpice en el que colocó dos enormes reproducciones de lienzos de gran formato de Delacroix. El vestuario, diseñado por Clémence Pernoud, es muy lujoso, especialmente durante la escena del parque Cours-la-Reine. Jean-François Kessler se hizo cargo de la coreografía, brillante como es de esperarse en una función de la Opéra de Paris.
Como pasa a menudo en varias críticas, mi evaluación del aspecto musical y actoral de la representación adolece de los necesarios patrones de comparación que permitirían emitir un juicio razonable a este respecto. Solo puedo decir que la voz de Ailyn Pérez, Manon, me gustó mucho; posee una entonación perfecta a lo largo de la ópera y agudos espectaculares, tanto que cosechó numerosos aplausos en varias ocasiones; en cuanto a su actuación, tuvimos una Manon en la que la ingenua superó a la material girl; ¡lástima! El Des Grieux de Atalla Ayan fue adecuado, y se mezcló muy bien con Manon durante sus duetos. Todos los personajes secundarios tuvieron un muy buen desempeño, en particular el bajo Jean Teigen, que cantó un poderoso padre del caballero Des Grieux.
Mi decepción musical fue la escena del Cours-la-Reine, a la que le faltó el entusiasmo que implica la frase “Profitons bien de la jeunesse”, quizá por falta de entusiasmo del director concertador James Gaffigan. El trabajo de la orquesta y el coro fue de altísima calidad. En resumen, yo regresaría a ver esta producción, o para el caso cualquier otra de esta ópera, solo si llenara un hueco en una semana completa de un programa operístico en este lado del Atlántico.