Nabucco en Oviedo

Escena de Nabucco en Oviedo

Septiembre 6, 2021. Esta producción de Nabucco de la Ópera de Oviedo, con la que abre su temporada 2021-22, fue estrenada en 2015 y lleva la firma de Emilio Sagi, veterano director escénico que es capaz de sorprendernos con una de lectura contenida, en la línea de eso que llamamos “conceptual”. Recrea un espacio casi neutro y utiliza como referentes al mundo asirio algunas reproducciones de esculturas de aquella cultura, que en las diversas colocaciones que van tomando son capaces de crear diferentes espacios. El vestuario es atemporal, aunque la entrada de Nabucco refiere al imaginario más trillado del mundo babilónico. 

El movimiento del coro y de los solistas fue comedido, aumentando la sensación de rigidez. La acertada iluminación (Eduardo Bravo) sumó muchos puntos a una escenografía (Luis Antonio Suárez) sin alardes, pero funcional. La propuesta permite disfrutar de las prestaciones vocales de los artistas y eso, en este título, es de agradecer.

La labor de Gianluca Marcianò al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias funcionó muy bien en general, apoyando a los solistas en todo momento, sin prodigarse en matizaciones que podrían engalanar la partitura verdiana. La sonoridad tuvo carácter teatral y el empaste con el escenario fue notable. El Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo) hacía su presentación ante el público ovetense y se tenía el precedente del bis de ‘Va, pensiero’ de 2015, del coro anterior a la externalización de este colectivo. En esta ocasión también hubo bis del célebre pasaje, pero fue casi forzado. Y no es que hayan cantado mal, todo lo contrario, sino que en la actual banalización del bis parece que los teatros, colectivos o solistas deben conseguir esos hitos para hacer historia. El coro hizo un destacado trabajo, de sonido homogéneo, bien proyectado y su director, Pablo Moras, consigue sutilezas de gran nivel. 

Del elenco sobresalió el bajo Simón Orfila interpretando a un sensible Zaccaria. Su materia prima es amplia y lo maneja con buen tino, como quedó patente en el aria ‘Vieni o levita’. El público le dedicó la mayor ovación de la noche. Ángel Ódena interpretó a Nabucco, personaje que requiere de muy buenas prestaciones vocales y actorales. Esto último no fue obstáculo para el avezado barítono de larga carrera pero en lo musical no todo fue tan bien. El personaje del rey de Babilonia visita el registro grave y este sonó débil, compensado con un registro central y agudo de hermoso sonido. Su elegante fraseo y el canto legato se vieron ensombrecidos por algunas desafinaciones en la segunda parte de la representación. 

La soprano Silvia dalla Benetta se encargó de la insidiosa Abigaille con desparpajo escénico. Su voz es intensa y potente, aunque en ocasiones demasiado abierta y del centro al sobreagudo es dispareja. La vi como Fiordiligi en 2017 (Ciudad de México) y desde entonces su voz ha ganado en armónicos y peso en la zona grave. El tenor Antonio Gandía se adaptó muy bien al personaje de Ismaele, con una voz bien proyectada y segura. La mezzosoprano Theresa Kronthaler fue una gris Fenena, de medios vocales justitos. El bajo búlgaro Deyan Vatchkov pasó sin pena ni gloria como el Gran Sacerdote de Baal. Más interesantes fueron el tenor Facundo Muñoz (Abdallo),  de voz redonda y bien proyectada y la soprano María Zapata que, en su breve intervención como Anna, exhibió una potente y hermosa voz.

Estas cinco funciones de Nabucco, con orquestación reducida de Tony Burke, fueron el arranque de una temporada que tiene en puerta otros cuatro títulos (Die Zauberflöte, La bohème, Lucrezia Borgia y Adriana Lecouvreur) y que finalizará en febrero de 2022. 

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