Nadine Sierra en Bellas Artes

Nadine Sierra llenó la Sala Principal del Teatro de Bellas Artes © INBAL
Noviembre 3, 2025. La soprano estadounidense Nadine Sierra, una de las luminarias principales del star system operístico actual, ofreció un llamativo recital el pasado lunes en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, con el acompañamiento al piano del maestro Ángel Rodríguez.
La velada emotiva, que presentó la Secretaría de Cultura, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, en colaboración con Grupo Árinder/Elisa Wagner, atrajo a un público entusiasta, dispuesto a celebrar el despliegue escénico y vocal de la carismática intérprete, que en semanas recientes protagonizó la ópera La sonnambula de Vincenzo Bellini, puesta en escena por Rolando Villazón en la Metropolitan Opera de Nueva York.
Nadine Sierra, nacida en Fort Lauderdale, Florida, en 1988, acaso encarna la imagen idealizada del cantante de ópera contemporáneo: una figura grácil que combina un timbrado vocal resuelto y en ocasiones espectacular, con un magnetismo escénico que enciende las emociones. Su actuación, cargada de pequeños bailes, contoneos —un arqueo elegante hacia atrás para proyectar la voz hacia lo alto— y giros efusivos con los brazos extendidos, convirtió cada pasaje en un espectáculo visual tan efectivo como su canto.
Esta expresividad calculada, teatral, compensó cualquier imprecisión o fatiga —cansancio acumulado por su intensa agenda, que ella misma confesó—, y mantuvo al público general hechizado, sin demasiada atención a la brevedad del programa o a los resultados que un solo ensayo con Rodríguez pudieron delimitar.
El programa abrió con un trío de arias que destacaron la emisión chispeante de Sierra, quien lució en el escenario vestido negro de fiesta, con falda vuelo y moños en los tirantes. En ‘Ah, je veux vivre’ de Roméo et Juliette de Charles Gounod hizo brillar una frescura juvenil y juguetona. En ‘Chi il bel sogno di Doretta’ de La rondine de Giacomo Puccini, su lirismo dibujó frívola ensoñación, mientras que en ‘Quel guardo il cavaliere… So anch’io la virtù magica’ de Don Pasquale de Gaetano Donizetti, con sus acentos cómicos y pequeños pasos de baile, desató sonrisas y complicidades.
Ángel Rodríguez resultó un soporte pianístico no solo confiable, sino un estupendo compañero de viaje musical, capaz de encender su propia luminosidad sin deslumbrar a la solista, permitiendo que Sierra transitara por el programa con soltura y seguridad.
Tras su arreglo para piano solo de ‘Casta diva’ de Norma de Bellini, que aportó profundidad y poesía sonora, la primera parte cerró con ‘Giunse alfin il momento… Deh, vieni, non tardar’ de Le nozze di Figaro de Wolfgang Amadeus Mozart, donde Sierra dotó a Susanna de una enmascarada sensualidad, y ‘È strano… Ah, fors’è lui… Sempre libera’ de La traviata de Giuseppe Verdi, vibrante fragmento en el que la pasión y el contoneo de la cantante evocaron la escarpada lucha interna de Violetta, aunque con algún trazo vocal menos preciso, quizá por el cansancio anunciado o bien porque un poco más de ensayo con el pianista habría sido de utilidad.

Nadine Sierra en Bellas Artes, acompañada por Ángel Rodríguez © INBAL
Luego del intermedio, Nadine Sierra navegó por géneros diversos, mostrando su versatilidad y ambición por trascender la escena estrictamente operística. La cantante abordó con coquetería ‘Me llaman la primorosa’ de El barbero de Sevilla de Gerónimo Giménez, ‘Melodia sentimental’ de Heitor Villa-Lobos, canción donde su brilloso timbrado conectó con el alma latinoamericana, y ‘I Could Have Danced All Night’ de My Fair Lady de Frederick Loewe, un derroche de energía, con giros de brazos que encendieron al público.
El solo de Rodríguez de la canción argentina ‘Alfonsina y el mar’ de Ariel Ramírez añadió otra pausa interior, que enriqueció el programa con sus sutilezas emocionales. A lo largo del recital, desde el piano, Rodríguez mantuvo firmes las líneas musicales, cuando la emotividad y el efecto interpretativo de la soprano las ensanchaban, asegurando un equilibrio melódico que mantuvo con esplendor la noche.
El cierre oficial trajo ‘Summertime’ de Porgy and Bess de George Gershwin, pieza en la que Sierra mezcló gotas de nostalgia con un toque de blues, para dar paso a ‘Estrellita’ de Manuel M. Ponce que, pese a una dicción aproximada, conquistó por su calidez y cercanía mexicana, y ‘Engehno novo!’ de Ernani Braga, un final brasileño, tropical, que desató la euforia del público.
Ante el clamor, Sierra ofreció tres encores: ‘Bésame mucho’ de Consuelo Velázquez, donde su empeñoso español, sus melismáticas ornamentaciones y sus expresivos contoneos sedujeron sin reparo; una personalísima versión de ‘Cielito lindo’ de Quirino Mendoza, con el público coreando como en un karaoke; y ‘O mio babbino caro’ de Gianni Schicchi de Puccini, pedida a gritos, que llevó a un clímax emotivo del público y de la soprano, cuya siguiente parada, como parte de su gira por Latinoamérica, la llevará al Teatro Isauro Martínez de Torreón, Coahuila, el 12 de noviembre, para luego presentarse en Argentina, Brasil, Chile y Perú.
Nadine Sierra, como destacada figura del star system contemporáneo, entiende que el espectáculo y el teatro son tan sustantivos como la voz y su canto. Su recital, aunque no impecable, constituyó una experiencia que el público abrazó con fervor, celebrando cada nota y cada gesto por igual, como si la lírica se reinventara con el despliegue de su risueña y burbujeante personalidad.