“Opereando” con el EOBA
Febrero 18, 2024. El Estudio de la Ópera de Bellas Artes celebró una década de existencia formativa lírica en nuestro país, más exactamente del egreso de su primera generación. Y lo festejó con la gala “Opereando” con el EOBA, realizada el pasado 18 de febrero con la participación de miembros y exintegrantes del EOBA y la de su fundador, el tenor Ramón Vargas, así como con la del Coro y la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, bajo la dirección de su titular, el guanajuatense Iván López Reynoso.
Corría el mes de abril de 2013 cuando Rafael Tovar y de Teresa, entonces presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), anunció la incorporación de Ramón Vargas a la dirección artística de la Ópera de Bellas Artes. Una de sus propuestas, acaso la única que germinaría —incluso después de que dejó el cargo dos años después— hasta la actualidad, fue la creación de un taller para desarrollar de forma continua a “cantantes profesionales con los mejores preparadores artísticos, técnicos e incluso médicos”, según las palabras del tenor, expresadas en la conferencia de prensa realizada en la entonces Cafetería del Palacio, en la que fue presentado en su nueva gestión con la presencia, también, de María Cristina García Cepeda, directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes.
“Nosotros somos los atletas de la voz”, enfatizó el cantante, “y en México nunca nos hemos tratado como tales: nos maltratamos físicamente, no hay cuidado con la alimentación y con el físico; pero además está la preparación escénica, para la cual montaremos un taller teatral que provea a los muchachos de una formación integral para la excelencia de su desempeño”.
En aquel momento Ramón Vargas explicó que en México hay buenas voces, “pero lo que queremos es formar grandes cantantes, y para ello se necesita una formación adecuada y un respaldo completo que hoy, afortunadamente, ve la luz a través de esta iniciativa”.
Desde entonces, once generaciones (becarios que pueden estar hasta dos años con el beneficio, además del formativo que reciben, de 25 mil pesos mensuales) han egresado del EOBA, en la actualidad dirigido por la mezzosoprano xalapeña Gabriela Flores, quien formara parte de la primera generación del estudio.
La gala de celebración fue breve (poco más de hora y media), ligera y con tono festivo en la medida de incluir fragmentos muy conocidos por el público aficionado a la ópera; y muy fresca y variopinta por ser interpretada por numerosos cantantes diversos no solo en tesitura y timbres particulares, sino en niveles, personalidades y logros en el escenario, siempre bajo ese entendido del denominador común: ser o haber pertenecido al EOBA, lo que no siempre queda claro cuando se les incorpora en actividades profesionales, sin etiquetas. No hubo, pues, “gato por liebre”.
El programa inició con la Obertura de Le nozze di Figaro de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y pavimentó el camino para tres escenas: ‘Tu, è ver, m’assolvi’ de La clemenza di Tito —también del genio de Salzburgo—; ‘Pria di dividerci da voi’, el septimino de L’italiana in Algeri de Gioachino Rossini (1792-1868); y ‘Avrem lieta di maschere la notte’ de La traviata de Giuseppe Verdi (1813-1901).
En el primer número participaron Gerardo Rodríguez (Tito), Hildelisa Hangis (Vitellia), Lili Nogueras (Servilia), Gabriel Vargas (Sesto), Mariana Sofía García (Annio) y Alejandro López (Publio). En el segundo intervinieron Luz Valeria Viveros (Elvira), Mariel Reyes (Zulma), Andrea Pancardo (Isabella), Enrique Guzmán (Lindoro), Hugo Barba (Ali), Alejandro Paz (Taddeo) y Rodrigo Urrutia (Mustafà). Y, en el tercero, cantaron Génesis Moreno (Violetta), Teresa Fuentes (Flora), Leonardo Sánchez (Alfredo), Carlos Arámbula (Germont), José Luis Gutiérrez (Gastone), Juan Marcos Martínez (Barone Douphol), Hugo Barba (Marchese d’Obigny) y David Echeverría (Dottore Granvil).
Sería un despropósito evaluar el desempeño individual de cada intérprete, más aun tratándose de un festejo como éste, pero es claro que algunas voces destacaron como ya lo han hecho al interpretar personajes principales en algunas óperas dentro o fuera de nuestro país, al coronarse en certámenes de canto o por haberse incorporado a grupos artísticos habituales, talleres y otros opera studios.
En esta primera parte podrían mencionarse, sin ser exhaustivos, las participaciones de la soprano venezolana avecindada en nuestro país Génesis Moreno, el bajo Alejandro López, el bajo-barítono Rodrigo Urrutia, el barítono Carlos Arámbula o las de los tenores Enrique Guzmán y Leonardo Sánchez.
También es importante acotar que, cuando se trata del repertorio de compositores frecuentes, que abordan con cierta asiduidad, el desenvolvimiento de la Orquesta y el Coro de Teatro de Bellas Artes es solvente y va de la mano de una concertación de filigrana de Iván López Reynoso.
Luego del intermedio, esa impresión se reforzó en los grupos artísticos estables del recinto y su director al abordarse el Intermezzo de Manon Lescaut de Giacomo Puccini (1858-1924) y otras tres escenas operísticas: ‘Dunque è propio finita’ de La bohème, también del genio de Lucca; ‘Marie Theres’!… Ist ein Traum’ de Der Rosenkavalier de Richard Strauss (1864-1949) y ‘Per te d’immenso giubilo’ de Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti (1797-1848).
Como los bohemios participaron Mariana Echeverría (Mimì), Angélica Alejandre (Musetta), Gerardo Rodríguez (Rodolfo) y Daniel Cerón (Marcello); en el pasaje único del repertorio alemán incluido en el programa cantaron Diana Mata (Sophie), Hildelisa Hangis (Marschallin) y Rosa Muñoz (Octavian), mientras que en el último fragmento, que incluyó el célebre sexteto, estuvieron en el escenario Tania Solís (Lucia), Carla Orozco (Alisa), Edgar Villalva (Edgardo), José Luis Gutiérrez (Arturo), Juan Carlos Heredia (Enrico) y Alejandro López (Raimondo).
En esta segunda parte es justo —y por lo ya explicado a la vez injusto— destacar las voces de las sopranos Angélica Alejandre y Tania Solís; el barítono Juan Carlos Heredia o el tenor Edgar Villalva. Tal vez alguna más.
El cierre de esta gala no pudo estar mejor elegida, pues el tenor Ramón Vargas interpretó lo que quizá sea su aria insignia, una que no solo ha cantado prácticamente en todos los escenarios que ha pisado —en el personaje de Nemorino o en concierto—, sino una donde mejor logró mostrar sus cualidades a lo largo de una carrera de ya más de 40 años: ‘Una furtiva lagrima’ de L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti.
Y resultó obvio, ya fuera de programa, la aparición del infaltable brindis de La traviata que entonaron entre todos los participantes, a los que se sumaron algunos exintegrantes del EOBA que no fueron parte de la gala, como tampoco lo fueron otros beneficiarios que no estuvieron disponibles en esta fecha, cerca de la Ciudad de México o que se sabe han desertado del canto, por lo menos como actividad principal.
Lucina Jiménez, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, en conjunto con María Katzarava, directora de la Compañía Nacional de Ópera y la ya mencionada Gabriela Flores, develaron una placa conmemorativa, luego de que se le entregara un reconocimiento a Ramón Vargas por su iniciativa para crear el EOBA, del que después de poco más de una década de actividades ya se podrían apuntar muchas cosas. Tal vez en otro momento sea oportuno hacerlo.