Pelléas et Mélisande en Viena

Rolando Villazón y Kate Lindsay protagonizaron Pelléas et Mélisande de Claude Debussy en la Wiener Staatsoper © Michael Poehn
Noviembre 5, 2025. En 2017 presencié el estreno de la presente producción de este título inmenso al que aún se resiste mucha gente. Por fortuna, en este caso la sala estaba llena y solo hubo alguna deserción turística al final de la primera parte (los tres primeros actos).
En esa ocasión había encontrado algunos reparos a la dirección escénica de Marco Arturo Marelli, que hoy casi no encuentro (ocho años de desastres escénicos hacen cambiar perspectiva incluso a los más pertinaces), salvo en ese agregado ocioso de la figura muda del padre de Pelléas, enfermo y luego recuperado (el buen actor Frédéric Machto). Sobre todo las luces, del propio Marelli, son extraordinarias, más irreales y simbólicas, y por tanto adecuadas a este drama misterioso y calmo, que realistas.
De aquella primera vez han sobrevivido los ya entonces principales responsables del triunfo de la ópera. Alain Altinoglu demostró su gran nivel frente a una orquesta que esta vez sí hizo honor a su bien ganada fama, y no solo en los extraordinarios interludios sinfónicos. Es cierto que el foso de la Ópera es siempre un problema por ser excesivamente abierto, y en algunos momentos de tensión resultaba algo fuerte en detrimento de la mayoría de las voces. Altinoglu supo demostrar que hay pasión, y sobre todo misterio y dolor, en esta indescriptible partitura.
Junto a él, un Simon Keenlyside “bigger than life”, ya extraordinario entonces en su primer contacto absoluto con Golaud, personaje que ha retomado en otras oportunidades y que en esta hace estremecer con cada una de esas frases que le ofrece el texto de Maurice Maeterlinck y que consigue transformarlo en protagonista de la obra por derecho propio. Un personaje desorientado, trastornado, acongojado: estados que logra hacer experimentar al espectador más desprevenido. Junto a él, el magnífico Arkel de Jean Teitgen (presentado como demasiado inválido), la conciencia moral de la obra y muy buena voz de bajo. Óptima por todo concepto la Geneviève de Zoryana Kushpler, y muy buena la prueba en el difícil papel del pequeño Yniold de la joven Hannah-Teres Weigl, que se ganó en buena ley su ovación al final. Muy correcto el doctor de Dohon Lee.
La Mélisande de Kate Lindsey, sin ser extraordinaria (no existen muchas mezzos como Frederica von Stade que puedan con una parte “luminosa” para una soprano, aunque en Viena parece haber sido una constante) y sin oírse mucho a veces, estuvo mejor que en recientes actuaciones que a mi modo de ver la sobrepasan. Naturalmente es una mezzo “clara” y hasta consigue algún buen efecto incluso en la “plegaria” que inicia el tercer acto. Queda el protagonista. Bastará con decir que Rolando Villazón no es intérprete adecuado para Pelléas, ni siquiera (y, tal vez, sobre todo) en este momento de su carrera. Gran éxito de público.