Ramón Vargas en Guanajuato

Ramón Vargas en el Teatro Juárez de Guanajuato

Agosto 7, 2021. El Teatro Juárez de la ciudad de Guanajuato, uno de los recintos artísticos más emblemáticos del Bajío mexicano, reabrió sus puertas a las actividades musicales el pasado 7 de agosto de este 2021, en medio de la tercera ola de Covid-19 que enfrenta nuestro país. Lo hizo con las medidas sanitarias de rigor, pero sobre todo con la experiencia interpretativa de un cantante referencial en el ámbito lírico de las últimas tres décadas: el tenor Ramón Vargas, quien fue acompañado al piano por el maestro tapatío Andrés Sarre.

Luego de doce años de no presentarse en el Teatro Juárez, el cantante reconocido a nivel internacional como una de las voces más destacadas nacidas en México volvió a tierras guanajuatenses con el programa Passione, un recital en el que interpretó arias de ópera, así como canciones populares italianas, napolitanas y mexicanas.

Un repertorio, como quedó comprobado una vez más, que conoce pues lo ha transitado con frecuencia a lo largo de su trayectoria profesional y del que ahora, a sus 60 años de edad, consigue extraer un potente vínculo emotivo y musical para comunicarse con el público.

La voz de Ramón Vargas, cálida y expresiva, corrió paralela a la maestría de su canto, rico en sutilezas, matices y dinámicas, lo que le permite bordar versiones clásicas y sin embargo muy personales, como lo demostró en la primera parte de la presentación, integrada por ocho piezas.

‘Recondita armonía’ de la ópera Tosca de Giacomo Puccini, así como el lamento de Federico: ‘È la solita storia del pastore’ de L’arlesiana de Francesco Cilea, más Non t’amo più de Francesco Paolo Tosti; Parlami d’amore Mariù de Cesare Andrea Bixio; Core’ngrato de Salvatore Cardillo; Dicitencello vuie de Rodolfo Falvo; Chiove de Evemero Nardella y Passione de Ernesto Tagliaferri, integraron el primer bloque musical en el que la voz del tenor fluyó cómoda y con un fraseo romántico, distinguido y procurado en su dicción. 

Las cualidades vocales de Ramón Vargas han atravesado por una madurez cenital y si bien ello se refleja en un dominio expresivo pleno y gustoso para el intérprete lo mismo que para el público, su instrumento ahora también es proyectado con ciertas tonalidades mates, distintas al brillo típico que caracterizaron sus interpretaciones sobre todo belcantistas en años pasados.

En todo caso, sus abordajes son igual de emocionantes —acaso su experiencia vital y humana ha incrementado la riqueza con la que articula musicalmente cada palabra—, por lo que los asistentes lo ovacionaron durante varios minutos más allá de los cubrebocas.

Si esa primera parte fue un gozo lírico, después del intermedio el tenor se entregó en capacidades y ánimo al punto de la apoteosis, como una muestra de la vinculación sentimental que logra la música incluso en un momento delicado como el que se atraviesa durante una pandemia. Y es que Ramón Vargas ofreció interpretaciones de primer nivel a partir de reconocidas canciones de Agustín Lara, María Grever, Roberto Cantoral y Armando Manzanero.

De “El flaco de oro”, el tenor abordó Amor de mis amores, Solamente una vez y Oración Caribe; de la compositora leonesa cuyo nombre real fuera María Joaquina de la Portilla Torres, Cuando vuelva a tu lado, Júrame y Te quiero dijiste; del maestro Cantoral El triste —pieza que hiciera célebre José José—; mientras que del cantautor yucateco, fallecido el pasado 28 de diciembre de 2020, como consecuencias de la Covid-19, se incluyó un popurrí integrado por Somos novios y Esta tarde vi llover, en el que Vargas se regocijó al dar vuelo a sus recursos vocales y técnicos impregnados por su temperamento elegíaco.

Aunque las frases del cantante esta vez no fueron con un fiato particularmente largo, es menester resaltar el acento de Vargas para proyectar la musicalidad y el sutil dolor que encierran las piezas que integraron el programa, al que se entregó sin reservas. Su canto resultó vibrante justo porque, al margen de detalles, su compromiso y el placer de estar en el escenario para ofrecer su arte se conjugaron en grande.

El acompañamiento pianístico de Andrés Sarre resultó más que oportuno. En principio porque sustituyó a Ángel Rodríguez —autor de los arreglos musicales de diversas piezas abordadas en este recital para el que estaba anunciado, pero quien por razones de salud no pudo cumplir con este compromiso en suelo guanajuatense—. Pero, más allá de las razones de su presencia, la labor de Sarre destacó por la rigurosidad técnica, por su sobria aportación al despliegue del canto —libre de aspavientos personales vanos—, así como por el fino y sensible sonido proyectado desde su instrumento.

Un motivo de satisfacción y orgullo para el acompañante tapatío radicó en que parte de su formación profesional la recibió como parte de la primera generación del Estudio de la Ópera de Bellas Artes, proyecto sobreviviente justo de la gestión del tenor Ramón Vargas, producto de su efímero paso como director artístico de la Ópera de Bellas Artes. El lucimiento de ambos intérpretes en esta ocasión configuró sentido a ese esfuerzo institucional que ligara sus destinos en años pasados.

Como propinas, Ramón Vargas y Andrés Sarre ofrecieron tres piezas. Primero se regresó a la ópera, para en el fondo abordar un bolero: ‘Comprendo’, perteneciente a Il postino del compositor mexicano —que radicara en Estados Unidos— Daniel Catán; a continuación tocó turno a Lejos de ti de Manuel M. Ponce, para cerrar —no podía ser de otra manera— con una canción de José Alfredo Jiménez: Un mundo raro. 

Un final brillante sin duda, si bien quizá de cierta manera involuntaria. Por el regreso exitoso de un cantante de lustrosa carrera al Teatro Juárez de Guanajuato, eso seguro. Pero también porque, ¿no es ahí donde vive hoy la humanidad con la irrupción de un virus microscópico que ha trastocado la normalidad? En un mundo raro.

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