Rigoletto en Atlanta
Noviembre 12, 2023. Rigoletto es una de las óperas más famosas de Giuseppe Verdi, conocida por todo el mundo y donde la gente está lista a criticar si encuentra cualquier falla. Este fue el caso de la presentación de la Ópera de Atlanta que, junto con la mayoría de las casas de ópera modernas, trata de parecer original, dándole un toque a la trama que nada tiene que ver con el deseo del compositor.
Tomer Zvulum, director de la compañía, explicó el sentido que le ha dado a esta producción, comparándola con la situación en que se encuentra su país de origen, Israel. Salió a escena al inicio de la presentación y emitió un emotivo discurso refiriéndose al pronunciamiento bélico de Israel y de Ucrania, hecho que molestó a ciertos individuos.
La puesta en escena es lúgubre y considerada como una ópera de terror, para darle un toque distinto. La trama se desarrolla en las décadas de 1920 y 1930, durante la época del Charleston y la juventud libertina que se despoja de las restricciones sexuales y se desboca en el consumo del alcohol que estaba prohibido en esa época. Vemos un salón en el palacio del Duque de Mantua, donde se está desarrollando poco menos que una orgía con espectáculos circenses y damiselas vestidas como flappers, sin ninguna restricción.
Van apareciendo los protagonistas masculinos vestidos de frac y portando máscaras, quizás al estilo florentino, donde se supone que éstas le dan total libertad a quien la usa, ya que su identidad es desconocida y les permite toda clase de atrocidades. Vemos un coro que se desempeña mejor que los protagonistas. Rolando Salazar ha entrenado a estos jóvenes cortesanos, no solo vocalmente, sino que supo extraer de ellos toda la fuerza y entusiasmo de la juventud. No se puede decir lo mismo del resto del elenco, ya que presentan fuertes diferencias individuales.
Normalmente son los cantantes quienes se llevan los honores, pero esta vez fue el director de orquesta Roberto Kalb quien salió airoso de esta mezcolanza. Este joven director mexicano, residente en Alemania, está escalando la ladera del éxito en forma vertiginosa. Aprovechando la buena acústica del Cobb Galleria Theater, logró sacar los más profundos sonidos de su orquesta compuesta por eximios maestros que aportan lo mejor de sus instrumentos. Las melodías se elevaban por todo el teatro, destacando todas las sensaciones que se pueden percibir a través del aire.
El barítono titular, George Gagnidze —quien viene acompañado de una gran trayectoria en importantes casas de ópera—, personificó a Rigoletto, el bufón de la corte. No posee una fuerte voz dramática, ni tampoco su interpretación fue impactante. Se le vio un poco incómodo y tieso, falto de humildad en este patético ser humano que lleva tanta amargura en su corazón. La voz es de mediano alcance y no perforó los sentimientos del espectador.
Tampoco impresionó el tenor coreano Won Whi Choi, con voz agradable, pero de poca expresión. Sus movimientos eran demasiado estudiados y parecía estar más concentrado en sí mismo que en su personaje del Duca. Lo mismo sucedió con la soprano estadounidense Jasmine Habersham, interpretando a Gilda. Su voz sonó débil y su interpretación de ‘Caro nome’ parecía más bien estudiantil. Cantó las notas necesarias, pero también pareció insegura. Tristemente, ha decaído fuertemente después de la pandemia, cuando su voz era más lírica que ligera. Quizás está cantando fuera de su tesitura.
El Sparafucile de Patrick Guetti tampoco impresionó. Su porte le ayudó a personificar al malvado asesino a sueldo, pero su actuación desmereció. Se veía un joven demasiado agresivo para el escenario, con movimientos muy fuertes y faltos de credibilidad. Necesita más experiencia y entrenamiento. Marullo fue el barítono Conor McDonald, quien posee más experiencia en el barroco y música contemporánea, pero se le augura una bonita carrera. Amanda Sheriff interpretó a la condesa Ceprano, que es un papel secundario y cuya voz parecía estar más acostumbrada al micrófono que a un teatro de ópera, pero el tiempo dirá. Olivia Vote, la Maddalena, posee una linda voz de mezzo lírica y se ha destacado en el ambiente operístico regional.
Ahora vamos a lo que parece ser la mejor voz, pero en un papel insignificante: la mezzosoprano Aubry Odle, personificando a la criada Giovanna, fiel integrante del equipo doméstico de Rigoletto y quien se encargó de la crianza de Gilda desde niña. Buena voz, fuerte y expresiva, que podía haber brillado en un papel más importante. Otro personaje muy loable fue el barítono David Crawford, identificado como el conde Monterone. Muy buena voz y actuación, con la peculiaridad de alzar el brazo cuando tiene un agudo. Esta es una maña que debe permanecer en el estudio de canto y no en el escenario.
Parece que la pandemia ha perjudicado a muchos cantantes, no solo en su técnica vocal, sino también en la parte psicológica. Fueron varios años sin poder cantar y tuvieron que recurrir a otros medios monetarios después de haber saboreado el aplauso del público.