Rigoletto en Barcelona

Christopher Maltman (Rigoletto) y Olga Peretyatko (Gilda) en Barcelona

Noviembre 28, 2021. Regresó al Liceu Rigoletto tras cuatro años de ausencia. La que sigue siendo la ópera más representada en este teatro volvió a utilizar el montaje de la coproducción con Ámsterdam, que yo había visto en la capital de los Países Bajos en 2004 con los mismos responsables. Habrá habido retoques, pero solo eso: el espectáculo sigue siendo fundamentalmente el mismo, por lo cual voy a repetirme: “No se trata de nada escandaloso, por más que no respete el texto en más de una ocasión […] El coro está por cualquier parte todo el tiempo, pero sin moverse demasiado, o a ritmo de marionetas (en la orgía inicial, que parecía más bien un funeral). Añádase que todo lo que debería estar ‘arriba’ se encuentra invariablemente ‘abajo’, y que no hay demasiada novedad en el tratamiento de los personajes”. 

Pero en este caso Rigoletto parece más iracundo, siempre dispuesto a levantar la mano a su hija, y Gilda le tiene miedo. (Tal vez habría que censurarlo por violencia de género, ahora que estamos todos tan sensibles). “La directora de escena es Monique Wagemakers, y lo mejor es que todo es bastante despojado y los trajes son buenos (aunque Sparafucile parezca un noble).”

La dirección de Daniele Callegari fue correcta, buena si se quiere, pero nada particular salvo algunos tiempos muy rápidos y alguna carga extra de decibeles. La orquesta sonó bien, lo mismo que el coro preparado por Pablo Assante. De los varios repartos (dos, pero con tres duques distintos) he visto la primera función del primero porque me parecía más atendible, y así fue. Los tres principales fueron buenos, aunque salvo Olga Peretyatko (cuyo sobreagudo suena muy metálico ahora), los señores no estuvieron en su mejor noche: Christopher Maltman exhibió un vibrato exagerado en las frases largas, pero domina el personaje, y como tal fue el más completo. Benjamin Bernheim debió pedir otro papel para su debut en el Liceu. Es un excelente cantante, pero su voz no es ni muy bella ni brillante, y tuvo dos pequeños problemas (no fueron notas quebradas) al final de ‘Parmi veder le lagrime’ y ‘La donna è mobile’. Tampoco me parece el papel más afín a sus capacidades actorales. 

Peretyatko conoce bien su Gilda, y el personaje funcionó. Inaudito, el Monterone de Mattia Denti; irregular, el Sparafucile de Gregory Shkarupa (empezó con una equivocación garrafal que le llevó tiempo remediar); exageradísima en todo (y muy aplaudida), la Maddalena de Rinat Shahan. 

De los comprimarios habrá que destacar la presencia del veterano Stefano Palatchi como Ceprano y de la joven Sara Bañeras como su esposa. Irrelevantes, Marullo y Borsa (Michal Partyka y Moisés Marín, respectivamente ); y poco interesante, la Giovanna de Laura Vila. Hubo aplausos, pero para lo que es esta ópera y en este lugar, bastante moderados.

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