?? Rigoletto en Monterrey

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Enrique Ángeles (Rigoletto) y Bárbara de la Garza (Gilda)

Octubre 27, 2019. Pasados 25 años desde la última vez que se presentó un Rigoletto en Monterrey, una versión en concierto de esta tragedia operística del compositor italiano Giuseppe Verdi con un libreto en italiano de Francesco Maria Piave, fue brindada por la Ópera de Nuevo León de Conarte en una única función como parte del Festival Internacional de Santa Lucía desde el Showcenter ubicado en el complejo de Plaza Fiesta San Agustín en San Pedro Garza García, Nuevo León.

En la función semiescenificada, con trazo escénico, supertitulaje y la orquesta sobre el escenario, pero sin vestuario ni escenografía, se apreció un buen espectáculo que dio oportunidad a un elenco con talento nacional y principalmente local, de mostrar sus dotes en la vocalmente demandante partitura verdiana. Como Rigoletto, el bufón de la corte del príncipe de Mantua, el barítono capitalino Enrique Ángeles mostró un dominio vocal y actoral del personaje que da nombre a la ópera. Con un currículo que muestra una amplitud de repertorio que va de Mozart, Donizetti y Verdi a Leoncavallo, Weill y Bartók, Ángeles confirmó que tiene un futuro asegurado como intérprete dramático de este personaje que itinera entre la frialdad propia de un empleado en una corte llena de vanidad y engaños y el amor protector que le profesa a su hija Gilda. La diatriba entre el deber hacer y el deber ser fue patente en su soliloquio del primer acto ‘Pari siamo’, en el que los aspectos contrastantes de su personalidad fueron explorados a detalle, confiriéndole a este momento la flexibilidad de un recitativo pero con la carga emocional de un aria. En ‘Cortigiani, vil razza dannata’, el arco expresivo que va de una frustración furiosa a la humildad de pedir conmiseración por el dolor de un padre le hizo merecedor del aplauso de un público que agradeció su entrega.

En su segunda colaboración con Ópera de Nuevo León, el tenor michoacano Edgar Villalva, tenor lírico ligero centrado en compositores como Mozart, Donizetti y Rossini, dio una grata sorpresa como el Duque de Mantua, pues mostró un bello timbre y técnica sólida. Con una presencia elegante, digna de su personaje y portando un bigote y cabello engomado al estilo de los años 60 del siglo XX, aquella época del célebre “Rat Pack” norteamericano, hizo gala de agudos seguros en su aria ‘Questa o quella’ del primer acto. En la escena del segundo acto que inicia con la frase ‘Ella mi fu rapita!’ y concluye con el aria ‘Possente amor mi chiama’, dejó muy en claro que se encuentra en excelente forma. Además, logró trasmitir cada una de las emociones propias de este tour de force. A pesar del contratiempo ocasionado por un apagón al inicio del tercer acto, en el aria ‘La donna è mobile’, su canto mostró absoluta seguridad y su desenvolvimiento escénico estuvo siempre acorde a la naturaleza refinada y libertina de un hombre habituado a tenerlo todo.

La soprano Bárbara de la Garza, quien participó en 2016 en el rol de Berta en Il barbiere di Siviglia presentado por Ópera de Nuevo León, fue la clara consentida de la audiencia si se considera el acopio de aplausos. En su interpretación de Gilda, en el aria del primer acto ‘Caro nome’, su dimensión física y emisión parecían más las de una niña consentida de papi y no una chica inocente que experimenta por primera vez la ilusión del primer amor; al final de la misma, obtuvo un nutrido aplauso. En el segundo acto, el color de su sonido dejó de ser de soprano lírico ligero para adquirir tintes de mayor intensidad propios de una Gilda golpeada por años de tragedias; quizás esto le valió para que nuevamente el público le reconociera el esfuerzo y, al concluir el dueto con Rigoletto ‘Tutte le feste al tempio’, nuevamente la ovacionara. En la escena de su muerte, se mostró carente de naturalidad y ya en el piso buscó posicionar su cabeza por lo que pareció una eternidad, pues, ante todo, debía morir con estilo. Si se usara un “aplausómetro” para medir su éxito, ella habría sido la indiscutible ganadora de la noche.

Cantantes regiomontanos realizaron los personajes secundarios. El bajo Rafael Blásquez como Sparafucile, el asesino a sueldo, mostró un muy buen grave al final de su dueto con Rigoletto en la segunda escena del primer acto, pero al aparecer nuevamente en el tercer acto, su voz sonó ligeramente desenfocada y su sonido fue algo duro en el cuarteto ‘Bella figlia dell’amore’. Como Maddalena, la hermana de Sparafucile, la mezzosoprano colaboradora frecuente de Ópera de Nuevo León, Rocío Tamez, lució una voz de bella textura en el cuarteto del acto final. Diana Alvarado, quien repitió el rol de Giovanna con el que debutó en Bellas Artes al inicio de su carrera y Oziel Garza-Ornelas, como Monterone, ofrecieron buenas interpretaciones de sus breves personajes, salvo que a Garza-Ornelas, quien mostró excelente dominio escénico, se le escuchó con un volumen disminuido al final del segundo acto, en camino a la prisión. Como comprimarios, Manuel Caro, Denisse Montoya, Hector Gamaliel, Carlos Arámbula y Daniela Maroto Heredia dieron muestra que tienen carrera ante ellos.

La dirección escénica de Rigoletto, en una adaptación a la época actual, estuvo a cargo de Ivet Pérez, quien resolvió de manera clara y elegante un trazo limitado al formato de concierto y facilitó el entendimiento de esta tragedia verdiana. La dirección concertadora de José Areán de la Orquesta Sinfónica de la UANL consistió en acompañar a los cantantes a la par de mantener la forma y la relevancia dramática de la música, a lo que sus integrantes respondieron con ímpetu; el único detalle fue que, durante el preludio y una parte de la primera escena, la orquesta se escuchó con más volumen que el necesario, probablemente debido a que los técnicos de audio aún no balanceaban el sonido. El Coro de la Ópera de Nuevo León, conformado por 24 voces masculinas bajo la dirección de Juan David Flores, realizó una excelente lectura del grupo de cortesanos que solamente buscan divertirse.

Tras el problema estructural que tuvo el Teatro de la Ciudad, sede de Ópera de Nuevo León, y que se encuentra en proceso de solución, el Showcenter no resultó funcional para este tipo de espectáculo debido a que la acústica no es la ideal, además de la falta de control del personal que permitió el acceso a algunos asistentes que llegaron tarde y el consumo de alimentos y refrescos dentro de la sala. En un año de contracciones presupuestales es penoso que las manifestaciones artísticas como la ópera sufran los estragos de una administración que no considera a este género musical como alimento indispensable para el espíritu humano; sin embargo, es de agradecer que al menos un título operístico se haya presentado en nuestra ciudad, aún y tratándose del formato en concierto. Esperemos que efectivamente el compromiso de Ricardo Marcos, presidente de Conarte, de retornar al montaje de dos óperas anuales, cristalice el año próximo.

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