The Fairy Queen en Bogotá

Escena de The Fairy Queen de Henry Purcell, con el ensamble Les Arts Florissants y un elenco de ganadores de Le Jardin de Voix, en el Festival de Música de Bogotá © Juan Diego Castillo

 

Septiembre 24, 2025. Continuando con los festejos del decimoquinto aniversario de la inauguración del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, como parte de su temporada lírica, y en colaboración con la XIV edición del Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá, se ofreció la semi-ópera en un prólogo y cinco actos The Fairy Queen del compositor ingles Henry Purcell (1659-1695).

Se le conoce también como una mascarada, que era la forma de divertimento más popular en las cortes inglesas durante los siglos XVI y XVII. Apreciada como una de las obras más representativas del repertorio barroco, The Fairy Queen fue estrenada el 2 de mayo de 1692 en el Queen’s Theatre en los jardines de Dorset en Londres, y aunque inexplicablemente cayó en el olvido durante casi dos siglos, fue redescubierta en 1900. 

The Fairy Queen está inspirada en la obra cómica “Sueño de una noche de verano” de William Shakespeare. Purcell no musicalizó el texto del dramaturgo inglés (de hecho, el libreto y los argumentos parecen no tener coherencia, y los actos parecen no tener relación entre sí), sino que compuso algunas de las más seductoras melodías que pertenecen a propio acervo, en las cuales evidencia su dominio del estilo inglés de contrapunto barroco, con predominante y fuerte influencia italiana. 

Si bien el libreto es una adaptación anónima, se piensa que fue obra del actor Thomas Batterton, quien en aquella época se desempeñaba como director del Dorset Garden Theatre, y era un cercano colaborador de Purcell. En su concepción, el título tenía como objetivo darle un aire de modernidad a la obra de Shakespeare, en la que, de acuerdo con la tradición operística inglesa de la época, se requería que la música se introdujera únicamente en las escenas donde están involucrados temas relacionados al amor o a lo sobrenatural. 

Sin embargo, Purcell compuso introducciones musicales para todas las escenas. Por ejemplo, inicialmente el Acto I no estaba musicalizado, pero el éxito de la obra ocasionó que, en su reposición en 1693, se agregara la escena del borracho, así como un par de arias. En la búsqueda de esa modernidad y con la idea de darle un aire más contemporáneo al montaje de esta obra, es lo que dio origen a la producción semi-escenificada presenciada en esta ocasión, que fue creada en 2023, y que se ha convertido en una de las cartas de presentación más populares y gustadas de la célebre agrupación francesa barroca Les Arts Florissants, que se unió con la compañía de francesa de danza contemporánea Compagnie Käfig, que dirige el director de escena y coreógrafo Mourad Merzouki. 

 

Los bailarines de la Compagnie Käfig del coreógrafo y director de escena Mourad Merzouki © Juan Diego Castillo

 

En su idea de representar un título que celebra la amistad entre las artes, las culturas y las generaciones, Merzouki creó un entretenido y vivaz espectáculo que fusiona la música con la danza. Con los músicos de la orquesta colocados al fondo del escenario, trasladó al espectador a un imaginario bosque encantado, donde la realidad se mezcla con los sueños y lo sobrenatural, en el que un grupo de jóvenes —cantantes y bailarines— se reúnen para escapar de la ciudad y disfrutar la magia de la naturaleza. A medida que la función avanza y las melodías y danzas se despliegan, los límites entre los bailarines y los cantantes se desvanecen para crear un grupo (o una comunidad igualitaria y fraterna, unida por la alegría de la música, según Merzouki). 

Los cantantes, ataviados en elegantes trajes negros y coloridas camisas, se unen a los bailarines en homogéneas, modernas, vivaces y muy precisas coreografías, creando escenas que atraen por su plasticidad y atractivo, en el que no se distinguen los cantantes de los bailarines. Con el uso de pocos elementos escénicos —bancas y sillas—, los intérpretes cantan sus arias y partes musicales, mientras se escuchan algunas de las arias más conocidas arias y bellas compuestas por Purcell, como la conmovedora ‘O let me weep’ y la vivaz ‘Thrice happy lovers’ o ‘Now the night is chas’d away’ al final, que resaltan la teatralidad de la obra, mientras que se veían en la escena a los bailarines de la Compagnie Käfig, haciendo arduas y atrevidas danzas, movimientos y piruetas que hicieron del alegre espectáculo un deleite.

Vocalmente, el elenco fue conformado por jóvenes cantantes, versados en el estilo de canto barroco, que fueron ganadores de la 11ª edición de Le Jardin de Voix (la Academia de Les Arts Florissants para jóvenes cantantes, correspondiente al año 2023, cuando nació precisamente este espectáculo). Los ocho solistas de la función, de diversas nacionalidades, ofrecieron un notable desempeño vocal en sus partes individuales como en las corales. A algunos de ellos se les puede considerar como destacadas figuras en el ámbito del canto barroco, por su trayectoria y la experiencia escénica que han adquirido con otras orquestas de música antigua y puestas escénicas en teatros. 

Sobresaliente estuvo la soprano Paulina Francisco, quien sedujo con su alegre, musical y colorido tinte vocal. Su voz es ligera y flexible, y muy homogénea en cada registro. La mezzosoprano francesa Juliette Mey, ya con una respetable trayectoria, mostró una refinada voz de tonalidad oscura, pero que imprime a su canto dulzura, agilidad y virtuosismo en las ornamentaciones. Las otras dos mezzosopranos fueron Georgia Burashko, con gratas cualidades vocales y Rebecca Leggett, quien agradó y sedujo con su personalidad en escena y su notable canto.

El barítono Hugo Herman-Wilson actuó con medida y comicidad el papel del poeta ebrio, con su voz robusta y de clara emisión. Los tenores Ilja Aksionov y Rodrigo Carreto destacaron por la entrega y pasión de su canto, y el bajo-barítono Benjamin Schillperoot redondeó al elenco con sus valiosas intervenciones. 

Desafortunadamente, el director musical William Christie, titular de Les Arts Florissants, debió cancelar su viaje a Colombia por temas de salud, pero su lugar fue ocupado por Emmanuel Resche-Caserta, concertino de la agrupación, quien dirigió al ensamble desde su puesto, de manera puntual y precisa. Les Arts Florissants ofrecieron una prestación interpretativa y musical de alto nivel. El tejido sonoro que se escuchó de los músicos de esta agrupación fue compacto, dinámico, sutil y en armonía con las voces, y en línea con el carácter alegre y jocoso de la partitura. Al final, el balance de la temporada lírica del teatro fue positivo, por la cantidad y el balance de los títulos ofrecidos, y en especial con el cierre que regaló esta decana e importante agrupación de música barroca.

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