The Silence of Sound en Bellas Artes

Alondra de la Parra y Gabriela Muñoz en Bellas Artes, con el espectáculo The Silence of Sound

Septiembre 8, 2022. El espectáculo The Silence of Sound, concebido y protagonizado por la directora Alondra de la Parra y Gabriela Muñoz aka “Chula the Clown”, inició una gira nacional el pasado 6 de septiembre, cuando se presentó en dos funciones en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, con la participación musical de la Orquesta Sinfónica de Minería.

Este show, que formó parte de la programación del Festival Paax GNP celebrado entre el 29 de junio y el 3 de julio de este año en Quintana Roo, fusiona el silencio y el sonido, las luces y la oscuridad, al tiempo que entreteje, a través de la música, una suerte de viaje vital emprendido por una clown, una orquesta y su directora.

Durante este mes de septiembre el tour también tendrá fechas en Guadalajara (Conjunto Santander, 9 y 10); San Luis Potosí (Centro Cultural Universitario Bicentenario, 13); Monterrey (Showcenter Complex, 15); y, de nuevo, Ciudad de México (Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, 19).

La travesía que propone The Silence of Sound surge del desdoblamiento de la percepción y la sensibilidad de “Chula the Clown” para ingresar en un mundo de fantasía regido por la música, su realce y protagonismo.

A la usanza de obras como Fantasía, Coraline, Alice in Wonderland, Le Petit Prince, Last Night in Soho y todas esas aventuras que se trasladan a un plano dimensional alterno, The Silence of Sound muestra con luces, proyecciones y un delicado programa musical, el recorrido de la protagonista por ese universo también surrealista y acaso improbable que abre ventanas sentimentales y cognitivas a su vida real. 

Y lo logra entre pentagramas, notas e instrumentos vivientes y escurridizos, metaverso audiovisual en el que encuentra seres de la naturaleza o del ecosistema orquestal, incluidos algunos solistas (Yorrick Troman, violín; Rolando Fernández, cello), que le brindan lógica y sentido interior a su atípica y alucinante experiencia.

La incursión fantástica de “Chula the Clown” es mucho menos compleja en esta entrega musical que en las referencias antes citadas. En este caso, se prescinde del conflicto, de la densidad dramática o incluso de la exploración poética, para dar pie a la ensoñación ingenua, infantil y, por momentos, obvia de sentimientos elementales.

A cambio de esa mirada naif a la que predispone el montaje, en el que incluso la payasita sube al escenario a integrantes del público para completar su rutina con algo de slapstick comedy, en esos territorios lumínicos, submarinos, epifánicos y serendípicos, “Chula the Clown” adquiere vida a través de una experiencia suprema y verdadera, que atraviesa las dimensiones: la música. Ese ingrediente que, al menos en este espectáculo, todo lo articula.

La Orquesta Sinfónica de Minería, colocada sobre el escenario y en la que cobran relieve sus educadas cuerdas y cálidas maderas bajo la batuta aglutinante de Alondra de Parra, interpreta fragmentos de obras de Claude Debussy, Béla Bartók, Ígor Stravinski, Carl Maria von Weber, Hector Berlioz, Jules Massenet, Jean Sibelius, Serguéi Prokófiev, Federico Ibarra y Johannes Brahms.

Ahí, en ese inciso musical acompañado de pantallas y una rampa periférica que corre por un costado y la espalda de la orquesta, es donde ocurre algo de movimiento en la propuesta y la rescata del estatismo. La sonoridad se nutre de la meditación, de la danza, de la sinfonía y el divertimiento, y se llega a una multidisciplina colindante con el teatro, el ballet, la música pura y el espectro operístico, sin aterrizar de lleno en alguno de esos géneros.

La buena ejecución del programa musical, concebido para apelar a la exquisitez más que a otros tonos de la sensibilidad, brinda el soporte para un espectáculo cercano a los 80 minutos de duración que, en lo escénico, una vez que muestra sus cartas iniciales, no deparará demasiadas variaciones o sorpresas. Por el contrario.

Pero es en ese mundo de luces, colores y sonidos donde “Chula the Clown” trasciende al empuñar la batuta, capaz de dirigir en cierto sentido esa música que la ha encantado, tanto como Alondra de la Parra encamina sus pasos hasta fundirse en las tonalidades festivas y risueñas de la escena.

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