Winterreise en París

El tenor Ian Bostridge y el pianista Julius Drake interpretaron el ciclo Winterreise de Franz Schubert en el Athénée Théâtre Louis-Jouvet de París © Claire Egan
Noviembre 23, 2025. Dentro de la amplia oferta lírica, musical y teatral ofrecida en la capital francesa, existe una joya poco conocida que es el teatro Athénée Théâtre Louis-Jouvet, localizado a tan solo unos cuantos pasos de distancia del Palais Garnier, sede de la Opéra National de Paris.
Fundado en 1893 y considerado una de las joyas eclécticas de finales del siglo XIX en este país, ya que combina los estilos rococó y art nouveau en una sala de diseño claramente italiano. Se ha utilizado históricamente para escenificar obras de teatro (aquí se estrenó la obra Salome de Oscar Wilde en su versión original en francés, en febrero de 1896); pero gracias a sus dimensiones, que le dan un toque de intimidad a la escena y su buena acústica, desde el año 2000 a la fecha se ha convertido en un sitio ideal para la realización de montajes de operetas y musicales, óperas de cámara, conciertos de música barroca de jazz, pop, así como de recitales líricos.
En esta ocasión, el teatro abrió sus puertas para la realización de un montaje escénico de Winterreise Op. 89 (Viaje de invierno), el ciclo de Lieder para piano y voz (compuesto originalmente para la voz de tenor) del compositor austriaco Franz Schubert (1797-1828), que está inspirado en veinticuatro poemas del alemán Wilhelm Müller (1794-1827), y que es ampliamente considerada la obra cumbre del Lied.
Aunque la idea escénica se estrenó en el 2024 en Ustinov Studio del teatro Royal Bath de Inglaterra, la producción vista en esta función es una coproducción entre Athénée Théâtre Louis-Jouvet y el Centre International de Créations Théâtrales del Théâtre des Bouffes du Nord (aquel que fue dirigido exitosamente desde los años 70 del siglo pasado por el director de escena ingles Peter Brook).
La directora inglesa Deborah Warner se encargó de la parte teatral del espectáculo, con escenografía y vestuario de Justin Nardella, y el diseño de iluminación a cargo de Jean Kalman. La historia se desarrolla en un cuarto semioscuro, que va cambiando durante el transcurso del ciclo y de acuerdo a la intensidad o el estado del ánimo de cada canción. Se observan dos enormes ventanales ubicados del lado derecho del escenario, por donde entran unos tenues y sutiles rayos de luz; el barandal de una terraza al fondo del escenario, donde el intérprete se sienta a meditar, o la densa nevada que cae solo dentro de un pequeño cuadro situado en el centro del escenario sobre el cantante.
La premisa principal de Warner es que muchos creen conocer Winterreise, pero la pregunta que ella plantea al público es: realmente, ¿qué tan bien la conocen? Tal vez el público conoce cuatro o cinco de las canciones, pero ¿qué sucede con las otras diecinueve o veinte a las que no se les ha prestado la misma atención? ¿El público es capaz de captar las sutilezas en cada palabra del idioma alemán? Por ello, su intención como directora es la de ofrecer la oportunidad de vivir la obra como una experiencia dramática inmersiva, recreando de manera viva y teatral el texto que el cantante expresa con su canto y su actuación, e incluso puede mostrar y descubrir facetas aun inexploradas de esta obra esencial de Schubert.

La directora de escena Deborah Warner concibió un montaje escenificado del ciclo Winterreise © Claire Egan
El artista en cuestión fue nada menos que el tenor inglés Ian Bostridge, quien conoce la obra mejor que muchos, ya que es un eminente intérprete de los Lieder de Schubert, especialmente de Winterreise, que ha sido una especie de obsesión y pasión para él, después de que lo ha cantado más de cien veces alrededor del mundo, lo ha grabado en dos ocasiones, e incluso ha publicado una cautivadora investigación al respecto en libro editado en el 2014, bajo el título Schubert’s Winter Journey: Anatomy of an Obsession, en el que dedicó un capítulo a cada uno de los Lieder, en el que explora los temas literarios, históricos y psicológicos de la obra en general.
Cabe señalar que Bostridge es historiador de la Universidad de Oxford, y dado su apego a la obra y a la dificultad emocional del ciclo, su presencia en este montaje tuvo sentido. El artista supo exprimir el amplio potencial dramático de la obra, y la experiencia que ha adquirido a lo largo de tantos recitales lo han llevado a perfeccionar cada Lied, cada escena del ciclo, hasta hacerlos explícitos, precisos y digeribles.
Schubert compuso la obra al final de su vida, cuando su salud estaba deteriorada, y se trata del monólogo interno que deja a su amante, en la primera canción, y se dirige hacia lo desconocido. A lo largo de ese camino sueña, piensa, recuerda, se enfurece y se desespera, incluso anhela morir, pero eso no ocurre, y su único acompañante es su imaginación. Con maestría, Bostridge, interpretó cada Lied dándole vida y espontaneidad, con una entonación directa, y una coloración oscura a su timbre. El tenor posee una técnica refinada y supo iluminar la penumbra del texto. Escénicamente resaltó la esperanza y la desesperación, manejó los cambios de humor y creó un protagonista sin edad, que fácilmente pasaba de la juventud a la vejez. Se pueden destacar momentos notables como en ‘Der Lindenbaum’, de tranquilidad y delicadeza; hasta el ardiente dolor en ‘Wasserflut’, y aunque el ambiente general de la obra es predominante trágico, ofrece consuelo, alcanza a tocar momentos musicalmente preciosos.
El acompañamiento fue de Julius Drake, que nunca eclipsó al cantante, sino que lo respaldó, llegando la música a ser solidaria, como también amenazante e indiferente. El mundo liederístico de Schubert parece colocar al piano al mismo nivel del cantante, y en ese sentido el pianista no solo acompaña, sino que es una voz más, una voz interior que amplifica los sentimientos y las emociones de los Lieder. Al final, la experiencia de mostrar la acción de un profundo texto cantado hizo que los espectadores se retiraran reflexionando y pensando, después de aplaudir con mucho entusiasmo.