El aria perdida de Malatesta

Compases eliminados de la partitura de Don Pasquale de Gaetano Donizetti © Archivio Storico Ricordi

La ópera Don Pasquale fue un éxito rotundo desde su estreno y es uno de los pocos títulos de Gaetano Donizetti que ha permanecido invariablemente en el repertorio operístico. Esta comedia burguesa ofrece una mirada irónica hacia el pasado, al tiempo que está impregnada de un lirismo romántico.

El musicólogo y experto en Donizetti, Luca Zoppelli, en un escrito elaborado para el Teatro alla Scala en 2024, afirma que Don Pasquale está extraordinariamente bien relatado, en particular la génesis del título, mérito en gran parte atribuible al coautor del libreto, Giovanni Ruffini.

La documentación de la ópera
Giovanni Domenico Ruffini, un joven escritor italiano profundamente comprometido con su patria en un periodo revolucionario, decidió abandonar su amada Italia tras ser acusado de contumacia. Para escapar, se refugió en Marsella, iniciando una vida como expatriado en Francia. Posteriormente, se trasladó a Montpellier y finalmente a París. Fue en la capital gala donde Ruffini conoció a Gaetano Donizetti y comenzó su colaboración con el renombrado compositor.

Inicialmente, Ruffini tradujo del francés al italiano la grand opéra Dom Sébastien. Satisfecho con el resultado, Donizetti encargó al escritor genovés la redacción del libreto de Don Pasquale. Sin embargo, lo que podría haber sido una colaboración larga y fructífera se convirtió en un verdadero calvario para ambos. Mientras Ruffini se mostraba dispuesto a cumplir con cualquier solicitud y cambio propuesto, Donizetti, sin reparos, pedía nuevos versos y rechazaba aquellos que no consideraba adecuados, convirtiéndose prácticamente en coautor.

Melancólico por su patria y familia, Ruffini escribía largas cartas semanales a su madre en Italia. En ellas expresaba su frustración por los constantes cambios solicitados por Donizetti, pero también hablaba de la generosa recompensa económica y lo útil que le resultaba esta remuneración, dado su estatus de clandestino en tierra extranjera. Compartía diversas anécdotas teatrales sobre la creación del ahora inmortal Don Pasquale. Una curiosidad que ha perdurado hasta nuestros días es la tensa relación entre Antonio Tamburini, el célebre barítono destinado a interpretar por primera vez el papel del Dottor Malatesta, y Luigi Lablache, quien dio vida a Don Pasquale. Ruffini relata a su madre que «eran como perros y gatos».

El aria perdida de Malatesta
El punto más interesante de las cartas, radica en una frase del libretista quien menciona el “exquisito cantabile del primer acto» (refiriéndose a ‘Bella come un angelo’), calificándolo de ser tan hermoso como el “allegro brillante de la polonesa”. Esta afirmación podría parecer fuera de contexto, ya que en toda la ópera no existe indicación rítmica alguna de “tempo di polonesa”.

Según Zoppelli, la enigmática frase de Ruffini alude a un aria (o fragmento) que no se representó en el estreno de la ópera el 3 de enero de 1843 en el Théâtre-Italien de París, ni en las representaciones posteriores. Fue excluido por el propio Donizetti de ediciones sucesivas y, con el tiempo, quedó en el olvido. Todo rastro de esta aria desconocida (o al menos del fragmento significativo) se desvaneció hasta hace pocos años, cuando se encontraron algunas hojas de un manuscrito antiguo sin catalogar en una biblioteca de Bérgamo, las cuales carecían de indicación del autor y además faltaba la última página.

Para revelar el origen de la pieza y poder catalogarla, un par de pistas resultaron cruciales para que musicólogos e investigadores identificaran que se trataba de un fragmento autógrafo de Don Pasquale. La primera pista fue la indicación rítmica, que señalaba un tipo de polonesa con una línea vocal ligera e intrincadamente rítmica, evocando el estilo de Rossini (y del Donizetti serio) y que se adaptaba perfectamente al rango vocal de Tamburini. La segunda pista crucial para resolver el misterio fue este texto:

“Se qualche critico a dirmi viene:
a grande medico non conviene,
sono filosofo, io gli rispondo,
son uom di mondo, so quel che fo.”
“Si algún crítico viene a decirme:
no le conviene a un gran médico,
soy un filósofo, yo le respondo,
soy un hombre de mundo, sé lo que hago.”

Gaetano Donizetti (1797-1848) © Giovanni Carnevali

Giovanni Ruffini (1807-1881)

No está claro en qué punto de la ópera debía insertarse esta aria. Zoppelli sostiene que probablemente estaba destinada al final del tercer acto. Parafraseando al musicólogo, con este texto el Dottor Malatesta parece justificarse en el hecho de que él, un prestigioso médico, planeó la artimaña para disuadir a Don Pasquale del matrimonio y permitir el reencuentro de Ernesto y Norina.

Ruffini se negó a firmar el libreto con su nombre, en parte debido a la cantidad de cambios realizados por Donizetti y en parte porque era un “ilegal”. El libreto se publicó de forma anónima con las iniciales “M. A.”, una idea de Michele Accursi, amigo de Gaetano, quien fungió como prestanombres. Esta estratagema benefició a Donizetti en Italia, ya que un libreto firmado por un exiliado político condenado a muerte en Italia, y refugiado en Francia, habría sido mal recibido.

Los 105 compases cortados
Como es bien sabido, Riccardo Chailly, director musical del Teatro alla Scala, es reconocido por recuperar y ejecutar las versiones originales de las obras que dirige. Para la entonces nueva producción de Don Pasquale en la Scala en 2018, Chailly viajó a Bérgamo para estudiar el manuscrito original de Donizetti y descubrió una gran cantidad de compases deliberadamente tachados, borrados y cancelados por el propio compositor en la partitura autógrafa.

Para ser precisos, son ciento cinco compases perfectamente instrumentados que se encuentran dispersos a lo largo de toda la ópera (estos compases no incluyen el aria de Malatesta mencionada anteriormente) y que, lamentablemente, nadie ha oído nunca, ni siquiera Donizetti. El compositor realizó evidentes y llamativos cortes, acompañados de la anotación clara y decisiva: “Non si fa” (“No se hace”).

En una entrevista para la revista italiana Classic Voice en 2018, Chailly especifica dónde se encuentran repartidas estas notas: “En el aria de Norina, hay 5 compases antes de ‘Quel guardo il cavaliere’; 15 en el dueto Norina-Malatesta; y luego nuevamente en el aria de Ernesto y en el cuarteto del segundo acto; posteriormente en el coro y en el dúo Malatesta-Pasquale del tercer acto. El corte que más lamento respetar son los 25 compases en el dúo de Norina y Ernesto. Es una renuncia dolorosa porque Donizetti incrusta en las partes vocales una línea preciosa a los primeros violines que añade cierto matiz de inquietud cuando el texto dice ‘Lontan da te’ (‘Lejos de ti’), muy apropiado al significado de la parte de tenor.”

El hermoso tema del violonchelo al comienzo de la Sinfonía en la versión original es doblado por las trompetas: “Un retrato tímbrico espurio, mucho más apropiado para el viejo Don Pasquale”, dice Chailly. Luego, el compositor corta los cornos y los elimina con una clara línea sobre las notas de dicho instrumento. Por los testimonios de la época, se sabe que el nivel de la orquesta en el estreno de París no fue satisfactorio. Chailly se pregunta si esta circunstancia tendría algo que ver con la omisión de los cornos.

Luigi Lablache (1794-1858), el primer Don Pasquale © Caldesi & Montecchi (1856)

Antonio Tamburini (1800-1876), el primer Malatesta

El dilema
En la misma entrevista, Chailly confiesa al musicólogo y periodista Andrea Estero que se encontraba en un dilema profesional. El concertador milanés, conocido por ejecutar siempre las primeras ediciones, tenía la intención de hacer lo mismo en 2018 para la Scala, con el objetivo de revelar la idea original de Donizetti. Sin embargo, hacer esto, aunque atractivo para los melómanos de hoy en día, iría en contra de los últimos deseos de Donizetti, quien explícitamente cortó dichos pasajes y se tomó la molestia de escribir que no debían ejecutarse.

Según Chailly, interpretar estos fragmentos (o incluirlos en una edición crítica) seguiría siendo una contribución al conocimiento, ya que no se trata de simples bosquejos, sino de pasajes estructurados y orquestados. Argumenta que en la época en que fueron escritos, no había una gran sensibilidad editorial hacia el conocimiento del proceso compositivo. “¿Estamos seguros de que Donizetti no se dejó influenciar por situaciones contingentes?”, indaga Chailly, mientras sugiere que, de realizarse una nueva publicación, debería ser con herramientas filológicas actualizadas y sobre todo que los compases faltantes se incluyan; quizás en un apéndice, pero que se incluyan.

Esperemos que en una producción futura algún teatro se anime a integrar el aria perdida de Malatesta, así como los 105 compases. Sin duda, sería no solo interesante, sino un gran regalo para los amantes de la música.

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