Micrópera de México, una compañía de los años 60

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Micrópera fue una compañía itinerante que en la década de los 60 presentó El empresario y Bastián y Bastiana de Mozart, La educación frustrada de Chabrier, L’incoronazione di Poppea de Monteverdi y El cadí engañado de Gluck. Se despidió de los escenarios con una creación propia: La farsa del destino.

Micrópera de México fue una pequeña organización de artistas que rondaban los treinta años de edad en la década de 1960 y que, partiendo de la Ciudad de México, decidieron apostar por la ópera de pequeño formato. Puede considerarse la primera compañía de ópera de cámara mexicana dedicada, además, al repertorio desconocido o poco interpretado.

Inicialmente, la fundación de la compañía —que tuvo lugar en 1966— fue idea de José Antonio Alcaraz (1938-2001), director de escena, musicólogo, compositor y crítico musical, quien siempre defendió alejarse de los lugares comunes del repertorio lírico.

David Negrete (1937-1977), tenor, crítico musical y director de orquesta, se unió al proyecto participando como intérprete y también como parte de la organización y de todo lo referente a búsqueda de patrocinio, el cual se logró por medio de Héctor Azar (1930-2000), director teatral, dramaturgo, docente y escritor, quien en ese momento era director de Teatro del INBA. 

Las primeras funciones se presentaban los lunes (día de descanso de las funciones de teatro) en el Teatro Jiménez Rueda, después abandonado y hoy con perspectivas de reconstrucción. Se presentaron también en Oaxaca, Puebla y Chiapas, además de diferentes teatros de la Ciudad de México, incluyendo foros universitarios como la Casa del Lago, y formaron parte de las Olimpiadas Culturales en 1968. A lo largo de sus dos años de vida dieron más de cincuenta funciones, logro extraordinario para una compañía de ópera de cámara en nuestro país, sobre todo en esos años, y solo igualado por el trabajo de la compañía Ópera Portátil de los compositores Marcela Rodríguez y José Miguel Delgado en la actualidad.

Micrópera era una compañía que proponía una manera diferente de hacer ópera, lejos de las convenciones y la estética “realista” de la época. Esta agrupación era itinerante y llevaba ópera a públicos diferentes que no siempre tenían acceso a ella. Sus representaciones eran en español y con propuestas estéticas poco convencionales; ambas cosas, poco frecuentes en la vida lírica de su momento. Sin embargo, donde más puede verse más la novedad de su propuesta es en el repertorio que abordaron.

Una educación frustrada, con Hortensia Cervantes y David Negrete

Es cierto que hicieron varias funciones de Der Schauspieldirektor (El empresario) o Bastien und Bastienne de Mozart, obras bastante conocidas aunque poco representadas en la época, pero también estrenaron en México óperas como Une éducation manquée (La educación frustada) de Emmanuel Chabrier (1841-1894), Le cadi dupé (El cadí engañado) de Christoph Willibald Gluck, L’incoronazione di Poppea (La coronación de Popea) de Claudio Monteverdi (1567-1643) e incluso hicieron una obra de producción propia —La farsa del destino —resultado de la mancuerna creativa de Negrete y Alcaraz.

En esta compañía colaboraron varios cantantes importantes en nuestro horizonte operístico nacional, además de actores como el ahora legendario Miguel Flores, o mimos como Valery Tremblay y Julio González, de quien es muy difícil conseguir noticias en nuestros días. La dirección musical estuvo a cargo de Consuelo Luna (1938-) y Federico Ibarra (1946- ), las traducciones de los libretos las hicieron Elizabeth Larios (1932- ) y David Negrete, supervisados por Alcaraz, quién era políglota desde niño.

Debido a la corta duración de las obras, su primer programa fue doble: abrieron sus temporadas con Bastián y Bastiana, interpretada por Elizabeth Larios, Rogelio Álvarez y Raúl Vásquez, dirigidos musicalmente por Consuelo Luna; y, como segunda parte, Una educación frustrada con David Negrete, Hortensia Cervantes, Gustavo Castellanos y Federico Ibarra como director musical. De este montaje la crítica dijo:

La brillantez de Una educación frustrada (música ligera y deliciosa) borró cualquier otra impresión. Todo se conjugó ahí para el éxito total: el asunto picaresco y cómico; la música ad hoc; los cantantes actores tan espléndidamente dirigidos por José Antonio Alcaraz; la escenografía y vestuario de Genaro Enríquez; la excelente pantomima manual de Valery Tremblay y Julio González; la participación de Federico Ibarra en la dirección musical de la obra. Gran acierto el de traducir las óperas al castellano. [Revista de Bellas Artes, núm.18, 1967, pág. 98]

Su segundo programa fue El empresario de Mozart, que tenía en el papel principal al actor Miguel Flores, así como a las sopranos Alicia Torres Garza y Elizabeth Larios, el tenor David Negrete como Monsieur Vogelsang y, en el rol del Cantante buffo, a Gustavo Castellanos, todos dirigidos musicalmente por Consuelo Luna.

L’incoronazione di Poppea, con Alicia Torres Garza y David Negrete

La tercera producción que presentaron fue una muy novedosa visión de L’incoronazione di Poppea, en italiano original, que presentaron en la versión de Raymond Leppard, nuevamente bajo la dirección musical de Consuelo Luna. Este montaje se distinguió tanto por la sobriedad escénica como por el uso del coro entre los espectadores, cosas que en ese momento eran verdaderamente inconcebibles en la ópera que se veía en México.

Su participación en las Olimpiadas Culturales de 1968 tuvo lugar dentro de la programación que el Teatro Jiménez Rueda denominó como Conjuntos de ópera. Este programa dio inicio en el Palacio de Bellas Artes el 19 de enero de 1968 y tenía como meta programar todo el año actividades culturales en toda la ciudad. El presidente del comité organizador de las actividades culturales fue el arquitecto Óscar Urrieta, y de nuevo Héctor Azar los incluyó en esa programación.

Todas las producciones fueron diseñadas por Genaro Enríquez (de quien no hemos encontrado más datos posteriormente) y contaron con la dirección escénica de José Antonio Alcaraz, quien en el programa de mano de su primera temporada escribiría un texto que parece reunir todas las ideas que desde entonces fundamentaban su concepción de la escena operística: 

La ópera es teatro (y por supuesto también música). Esta aparente tautología intenta explicar el porqué de numerosos detalles caricaturales en el montaje de ambas obras. Con frecuencia se intenta hacer “ópera dentro de la ópera”, aprovechando las convenciones, la noción de dilatación del tiempo al utilizarse la palabra cantada en vez de la palabrada hablada y las grotescas pero fascinantes incongruencias del teatro lírico (…) Este programa pretende también recordar la perenne vigencia de la frase del arcipreste: “El hombre por dos cosas trabaja. La primera por haber mantenencia, la otra cosa era por haber juntamiento con fembra placentera.” [Programa de mano. Lunes de ópera. Teatro Jiménez Rueda. Colección Emmanuel Pool.]

La última producción de esta compañía fue la ópera con música de Negrete y libreto de Alcaraz, La farsa del destino, estrenada en 1970, en la que también participó la ya mencionada Elizabeth Larios.

Micrópera fue el sueño de unos jóvenes a quienes la ópera oficial no satisfacía. Sus aportaciones al repertorio, pero sobre todo al concepto de ópera moderna en nuestro país, son incuestionables. En homenaje a todos ellos, estén todavía con nosotros o no, va este pequeño recuento de su trabajo. 

[Nota: todas las fotografías son de la colección personal de la familia Negrete-Luna y son inéditas.]

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