Carla López-Speziale: “Sigo enamorada de la música”
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Su carrera lírica, más que medirse por años sobre los escenarios, podría dimensionarse a partir de su constancia en el canto, la disciplina y, desde luego, por una evolución vocal saludable y expresiva. La mezzosoprano Carla López-Speziale se distingue, además, por un rico y variado repertorio que transita del periodo barroco al contemporáneo, de la ópera, la música sinfónica y el Lied al oratorio, la zarzuela y la canción.
El punto gravitacional de esta cantante se encuentra, por supuesto, en México, donde se le ha podido escuchar más de 30 roles distintos, pero de igual forma se ha presentado con sólidas actuaciones en China, Argelia o Estados Unidos.
Para conocer detalles de lo que ha sido su travesía vocal por múltiples obras, estilos y compositores —y de las metas que todavía tiene planeado alcanzar—, Carla se tomó el tiempo para conversar en exclusiva para los lectores de Pro Ópera.
Hace más de una década que no conversamos en estas páginas, pero los lectores de Pro Ópera te tienen muy presente por las diversas actuaciones en ópera, conciertos sinfónicos y recitales que has tenido a lo largo de este tiempo y que hemos consignado. ¿Cómo han sido, en general, estos años profesionales en los que sin duda has alcanzado tu madurez artística?
Recuerdo gratamente nuestra charla-entrevista de aquella vez en que recién había hecho mi debut en Shanghai, China. Regresaba muy contenta por las experiencias hasta ese momento. Releyendo hace poco la entrevista, recuerdo aquellos momentos: mi primera grabación discográfica, el repertorio rossiniano que estaba explorando; es decir, mis inicios profesionales.
Afortunadamente mis actividades artísticas han seguido creciendo. He tenido la oportunidad de cantar en el auditorio Stern/Perelman de Carnegie Hall y de interpretar dos de los papeles que más me hacían ilusión: Carmen y Dalila, en varias producciones —sobre todo la primera— en varias ciudades de México así como en Estados Unidos, Hangzhou y Hong Kong.
He explorado el repertorio sinfónico de Mahler, que escribe maravillosamente para la voz de mezzo-soprano/alto. He tenido el honor de cantar con varias orquestas repertorio diverso, barroco español, las pasiones de Bach, música contemporánea y muchas otras obras. Me siento muy afortunada de haber tenido todas estas experiencias que me han enriquecido como cantante y en mi vida personal. El abordar nuevas obras, nuevos papeles siempre es un reto interesante.
¿Qué ha evolucionado y qué se ha mantenido intacto en tu expresividad vocal y artística hoy en día, respecto de tu debut en los escenarios?
Siento que lo que ha evolucionado ha sido mi forma de ver la música y la vida en general, así como mi forma de expresar. He aprendido mucho de los colegas y directores con los que he trabajado, tanto musical como escénicamente, e incluso de los diferentes públicos frente a los que me he presentado. Siento que mis interpretaciones han ganado profundidad. Espero que así también lo perciba el público.
Lo que se ha mantenido intacto es mi curiosidad, mi entusiasmo al abordar una obra, ya sea que la haga por primera vez o que vuelva a visitar sus notas musicales y textuales; el vuelo de mariposas en el estómago antes de salir al escenario y el disfrute enorme de estar en él siguen presentes. Me sigue encantando sentirme rodeada por los diferentes timbres orquestales y literalmente sentirlos al hacer música juntos; la intimidad y la transparencia de la música de cámara, de los recitales de Lieder, los ensayos de varias semanas para preparar una ópera, los retos de movimiento vocal y físico que demandan ciertas obras. Sigo enamorada de la música, eso tal vez más que mantenerse igual que antes, se ha incrementado. Me siento muy afortunada y agradecida de poder dedicarme a este hermoso arte.
El programa del espectáculo Witches, Bitches & Boys que te escuché recientemente testimonia la versatilidad de tu repertorio en obras, estilos, compositores y periodos históricos de la música [ver Ópera en México en esta edición]. ¿Cuál ha sido tu fórmula para transitar con éxito por todos estos retos vocales e interpretativos en ocasiones no sólo distintos sino incluso opuestos?
Es un reto muy interesante. Tengo la fortuna de haber contado con maestros y coaches que me han enseñado distintos estilos musicales: la ornamentación y el estilo barroco, el bel canto como base vocal, el verismo y la música contemporánea. Confirmo también que el escenario es un gran maestro que te enseña muchísimo.
Y si vocalmente un repertorio tan extenso, que incluye más de treinta roles distintos, implica gran exigencia y disciplina, cuéntame ¿qué ha representado para ti en términos expresivos y de empatía como artista, como mujer y como ser humano?
Contándolos de nuevo, creo que ya van más de cuarenta. Siempre se aprende algo de los personajes que uno interpreta. Uno se puede identificar con los personajes en mayor o menor grado. Después de todo, éstos representan a personas reales; o al menos es lo que se busca en el escenario: hacerlos lo más reales y convincentes posible, sean personajes fársicos, dioses, semidioses, tiranos, hombres, mujeres, muchachos, villanos o héroes. De hecho, todos estos personajes, en su “humanidad”, tienen características que todos tenemos, ya sea que las desarrollemos en nuestras vidas personales o no, y eso es precisamente lo que hace que el público se llegue a identificar (o no) con los personajes que ve en escena y finalmente con la obra integralmente. Como dice el dicho: “De poetas y de locos, todos tenemos un poco”.
Mi vida se ha enriquecido con las experiencias de muchos de estos personajes. Hace poco interpreté el papel de Rosa en el estreno mundial de la ópera I Am a Dreamer Who No Longer Dreams del compositor mexicano Jorge Sosa y la escritora y productora Cerise Jacobs en Boston. Una ópera contemporánea sobre un tema totalmente contemporáneo: los dreamers, los inmigrantes en Estados Unidos y el difícil camino de muchos de ellos. Fue un proceso de ensayos muy interesante, pues había ocasiones en que se abrían discusiones sobre lo que está pasando en nuestros días.
Otra obra que me ha enseñado mucho, y más entre más veces la hacemos, es justamente Bitches, Witches & Boys, que presentamos recientemente tanto en Chiapas como en el Estado de México. Es como confesar mi historia, mis miedos, mis logros, que también coinciden con los de mucha gente del público. Inicialmente creíamos que solo aplicaría a la vida artística, pero hemos tenido comentarios de todo tipo de asistentes que se conmueven porque justo se sienten identificados con varios aspectos del personaje. Como ser humano, me ha vuelto más sensible, más perceptiva. Finalmente ése es el objetivo del arte, ¿no?
¿Qué es lo que más se te ha facilitado y lo que más se te ha complicado a la hora de voltear a ver todo el repertorio que has abordado hasta este punto de tu carrera? En otras palabras, ¿cuáles consideras tus fortalezas y tus retos a resolver como cantante?
Creo que algo que ha sido complicado es mantener los pies en la tierra, hablando técnicamente, en función del apoyo bajo, sobre todo en el repertorio verista y más dramático. Es muy fácil dejarse llevar por la ira, la desesperación, el coraje y la desilusión extrema de los personajes. Para que todas estas emociones lleguen al público, tienes que deslindarte de ellas, ser solo el instrumento. Si te dejas llevar por ellas, al menos en mi caso, “pierdes el piso”; empiezas a respirar alto, a descuidar el apoyo real, se te cierra la garganta y en realidad el público no percibe lo que estás tratando de comunicar como lo quieres comunicar.
Justo en Boston, hace un par de meses, hacia el final de I Am a Dreamer Who No Longer Dreams, había una escena muy fuerte, en la que invariablemente se escuchaban sollozos por parte del público. Y se condolían por lo que mi personaje estaba sufriendo. Sin embargo yo no podía dejarme llevar por la emoción y llorar con ellos. Es difícil, pero tienes que controlarte; de lo contrario, se acaba la narrativa.
En cuanto a mis fortalezas, considero que mi perseverancia es la que más me ha ayudado en este camino. Es bien sabido que ésta es una carrera de resistencia, con sus altas y bajas; y en tiempos de bajas hay que mantener el ánimo y el entusiasmo; y no bajar la guardia, seguir preparándose, seguir estudiando. Ésta es una de las bellezas de la música: entre más adentro estás de ella, más te das cuenta de que falta mucho por aprender. Y entre más aprendes, más la disfrutas.
¿Qué repertorio, periodo o compositor es el que más te entusiasma al abordarlo en este momento de tu voz y por qué?
Una pregunta muy difícil. Ahora puedo hablar de lo que acabo de cantar y lo que estoy preparando. Me fascinó regresar al repertorio liederístico de Schumann en octubre pasado; igual cantar el imponente Requiem de Verdi, o el variado repertorio de Bitches, Witches & Boys. Me encantaría volver a cantar Dalila, personaje que siento fue un parteaguas en mi técnica vocal. Me gusta mucho la escritura musical de Saint-Saëns. Rossini sigue siendo un favorito, especialmente ahora con los personajes masculinos: Arsace, Malcolm, Tancredi. Mahler, como mencioné antes, es uno de mis consentidos. Me gustaría mucho cantar La canción de la tierra, ya que aún no la he hecho. En cuanto a papeles verdianos, tengo muchas ganas de cantar Amneris. La música contemporánea sigue siendo un reto importante que me gustaría seguir haciendo.
Pasaron varios años sin que el público de Bellas Artes pudiera escucharte, aunque este año regresaste para participar con solvencia en una ópera contemporánea como L’amour de loin de Kaija Saariaho. ¿Cómo percibiste la actividad lírica y al público en nuestro máximo recinto artístico en estos momentos, tú que has sido parte de diversas temporadas a lo largo de tu trayectoria?
Veo con agrado que el entusiasmo del público por la ópera no ha menguado. Incluso en una obra contemporánea como L’amour de loin fue muy gratificante sentir el gusto del público que compartía con nosotros en cada función. Las producciones que he podido ver de la Ópera de Bellas Artes me parecen de gran calidad. Me alegra también saber que hay otras organizaciones que presentan ópera, tanto en la Ciudad de México como en los estados de la república. Esto confirma que hay tanto público para este género, como buenos y solventes cantantes, directores y creativos en México para hacer estas producciones.
Además de participar en conciertos y producciones en diversos sitios de nuestro país durante los últimos años, has tenido presentaciones significativas fuera de México, como la Carmen que cantaste en Hong Kong. ¿Podrías contarme cómo fue aquella experiencia?
Esa Carmen fue una gran experiencia, desde la audición que presenté en Nueva York. Fue mi audición “de sueño”. Siempre había pensado que sería fabuloso que alguna vez, durante una audición, se me ofreciera un contrato. Bueno, pues esta audición no fue exactamente así, pero sucedió algo inesperado para mí. Al terminar de cantar la Habanera, los tres maestros que escuchaban se pusieron de pie y me aplaudieron. ¡No lo podía creer! El tiempo de audiciones era reducido, y ya se nos había informado que posiblemente hubiera tiempo de escuchar solo un aria. Pues me pidieron tres, y después de cada una, lo mismo: ¡el aplauso de pie!
Sí me contrataron,y estar en Hong Kong fue un gran regalo. Trabajé con grandes directores y colegas, entre ellos mi paisano y buen amigo Luis Chapa, quien hizo Don José. Por azares del destino, una de las Cármenes no pudo viajar, y entonces me tocó hacer tres funciones seguidas: el viernes por la noche, el sábado por la noche y la matinée del domingo. Tenía mis reservas, porque a pesar de que he cantado Carmen varias veces, no deja de ser demandante, y nunca había hecho tres funciones así, tan cercanas. Afortunadamente todo salió muy bien y el público y la crítica lo disfrutaron mucho.
¿Qué otra presentación destacarías fuera de nuestro país?
Como mencioné al principio, mi debut en la sala Stern/Perelman de Carnegie Hall; Carmen en Hangzhou, que fue la primera producción de una ópera occidental en la provincia de Zhejiang; Carmen de Hong Kong, con pósters por toda la ciudad con mi perfil en primer plano; Carmen y Baba, la turca (de The Rake’s Progress, de Stravinsky) que canté en California; el estreno de obras contemporáneas como Río Bravo de Gabriela Ortiz en Nueva York; el de I Am a Dreamer Who No Longer Dreams en Boston o el de En susurros los muertos de Gualtiero Dazzi en México, Estrasburgo, Basilea y Mulhouse.
Llevas un periodo ya largo viviendo en Nueva York. ¿Musicalmente, cómo te va por allá? ¿Cómo vives su importante actividad musical en aquella ciudad?
Sí, tengo ya varios años viviendo en Nueva York, y siento que esta experiencia me ha enriquecido profesional y personalmente. He tenido acceso a conciertos en vivo de grandes artistas, además de que muchas compañías vienen a esta ciudad a hacer audiciones. Ha sido de esta manera en que he podido cantar las Cármenes en Estados Unidos, China y Hong Kong, o cantar en Carnegie Hall, tanto en la sala de cámara (Weill Hall), como en la sala principal (Stern/Perelman). Aquí he conocido a grandes directores y colegas. Siento que estar aquí me ha ayudado a expandir mi carrera musical.
¿En qué momento de tu trayectoria profesional dirías que te encuentras? ¿Hacia dónde se dirige tu voz? ¿Cómo se compagina ello con tu vida personal como ser humano y mujer?
Me siento en una etapa de madurez tanto personal, como vocal, como actoral. He tenido la oportunidad en los últimos años de abordar repertorio verista que en mis inicios no pensé que llegaría a cantar, como el repertorio verdiano (el Requiem, Azucena, Ulrica, Amneris). Es importante no olvidar el repertorio barroco y belcantista, que me ha enseñado tanto. Sigo estudiando a Händel y Rossini. Hacia dónde va mi voz, no lo sé con exactitud. Siempre me ha sorprendido gratamente según lo que se va presentando.
En diciembre cantaré algunos conciertos del Mesías de Händel en el Centro Nacional de las Artes. El año próximo cantaré el papel de Júpiter en la zarzuela barroca de Sebastián Durón El imposible mayor en amor, le vence Amor en Dallas; está por salir el disco Alma mía, con música de María Grever en arreglos originales de Józef Olechowski con Urtext Digital Classics; retomaré el papel de Consuelo en Aura de Mario Lavista con Escenia Ensamble, y el pianista Fernando Saint Martin y yo volveremos a hacer el recital Schumann (Liederkreis, op. 39 y Frauenliebe und Leben, op. 42) en León, Guanajuato.
¿Musicalmente, qué te gustaría que se dijera de ti dentro de algunos años?
Hace poco, al terminar uno de los recitales de Lieder de Schumann, un par de chicas me entrevistaron para su escuela. Una de las preguntas era: ¿Cuál es tu sueño? Mis sueños han sido varios, muchos se han cumplido. Mi respuesta a esta pregunta, que quizá las haya sorprendido fue: “Mi sueño es cantar bien por mucho tiempo”. Puedo ahora elaborar un poco más. Cantar bien implicando transmitir las emociones y los mensajes de los compositores a través de la música. Sensibilizar a la gente, hacerla partícipe de lo que concibo como arte. Una sociedad sensibilizada es una sociedad más consciente, más empática, más compasiva. Esto se puede lograr a través del arte, a través de la música, a través de la voz.
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