Denis Vélez: “Siembra un carácter y cosecha un destino”

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Denis Vélez: “Cuando pasé a la final, me sentí una ganadora desde ese momento”

El domingo 1º de marzo pasado, la soprano poblana Denis Vélez (1992) resultó una de los cinco triunfadores de las Metropolitan Opera National Council Auditions (MONCA) 2020.

La noticia provocó una oleada de reacciones emotivas en el ámbito lírico mexicano, que celebró ese triunfo internacional de una nueva y joven representante del gran potencial lírico de nuestro país.

En medio del tsunami de entusiasmo canoro amplificado por numerosos medios de comunicación, se afirmó sin comprobar que Vélez era la primera cantante mexicana en alcanzar ese logro que, además del mérito artístico, significaba un premio de 25 mil dólares. En rigor, el monto es de 20 mil dólares y si es o no la primera intérprete en ganar las MONCA, que se realizan desde 1954, el Met no podría confirmarlo, pues no lleva un registro específico de nacionalidades o del lugar del nacimiento de los participantes y triunfadores.

En todo caso, la victoria de Denis en Nueva York fue real —luego de las arduas rondas previas celebradas en México (San Miguel de Allende) y Nueva Orleans— e histórica para la joven soprano perteneciente al Coro del Teatro de Bellas Artes, que conoció el Met para cantar directamente en él, asunto no menor y que no todo artista vocal mexicano puede presumir. 

Por si fuera poco, Velez recibió su premio de manos de un compatriota el tenor xalapeño Javier Camarena, uno de los invitados de honor a la gran final, ante un jurado integrado por Sophie de Lint (directora de la Dutch National Opera); Ian Derrer (director de The Dallas Opera); Jonathan Friend (director de administración artística del The Metropolitan Opera); Gregory Henkel (director de administración artística de la San Francisco Opera); Sophie Joyce (directora del programa de desarrollo de jóvenes talentos de The Metropolitan Ópera); Melissa Wegner (directora ejecutiva de The Metropolitan Opera National Council Auditions); así como por Diane Zola (subgerente de administración artística del The Metropolitan Opera).

Para Denis Andrea Vélez Luna esa participación en las MONCA, y el resultado, fue parte de un auténtico sueño que, a decir verdad, inició en 2019 con premios y distinciones en el Concurso de San Miguel y poco después en el Carlo Morelli.

“Disfruté muchísimo el hecho de conocer el Metropolitan de Nueva York y saber que en esa misma ocasión en que lo veía por primera vez iba a cantar ahí”, relata Denis en exclusiva para los lectores de Pro Ópera días después de aquella final, acaso sin la efervescencia del momento, pero sin duda con la reflexión y el sabor de la victoria aún en el cuerpo.

“Para mí fue un momento revelador, mágico, con nervios y mucho amor. Esta experiencia tan fabulosa me mostró también que soy capaz de controlar mis nervios al salir a cantar en un teatro de esta importancia, de disfrutarlo y hacer que el público lo disfrute también. Este reconocimiento del jurado me mostró que estoy lista para dar los siguientes pasos en mi carrera”, continúa la soprano poblana. “Además, quisiera compartirte que es una sensación que yo desconocía por completo, pero ahora que han pasado los días soy más consciente de esta capacidad que descubrí”, asegura.

La participación de Denis a lo largo de las varias etapas, el buen nivel de sus colegas y la competencia consigo misma crearon desde luego una situación estresante que la pusieron a prueba como artista y como persona. “Los resultados que me tenían más nerviosa fueron los de la semifinal; creo que ahí di el paso más difícil. En cambio, cuando supe que estaba en la ronda final, para mí ya simbolizaba un gran triunfo en sí.”

Días antes de la final, Denis Vélez había participado como parte del Coro del Teatro de Bellas Artes en las funciones de La fille du régiment de Gaetano Donizetti con las que la Compañía Nacional de Ópera celebró los 15 años del debut del tenor Javier Camarena. Por ello, recibir el premio de manos del conocido cantante de los agudos y los bises en buena parte de los teatros líricos internacionales de importancia fue una vibrante emoción adicional.

“Cuando el maestro Camarena anunció mi nombre como ganadora, no puedo explicar lo que sentí. Pero fue algo que contenía mucha, mucha alegría”, confiesa la joven cantante. “Ahora que han pasado los días, creo que aquella participación me ha cambiado en muchas maneras; incluso en disfrutar aún más la vida, en querer aprender, estudiar y luchar por alcanzar mis objetivos sin olvidarme, por supuesto, de ser feliz en el camino”.

Los cinco ganadores del MONCA 2020: Gabrielle Beteag, mezzosoprano; Blake Denson, barítono; Denis Vélez, soprano; Jonah Hoskins, tenor; y Alexandria Shiner, soprano © Richard Termine

Mucha gente del ámbito lírico en nuestro país se fija en que conseguiste uno de los primeros lugares y en el atractivo monto económico que ello representa. Pero, sin duda, participar en el proceso de estas audiciones, avanzar en las diversas rondas y la exposición que va teniendo tu canto y tu perfil artístico son esfuerzos y son puertas que se abren y que quizá sean aún más importantes para el desarrollo de tu carrera que un premio en concreto.
Mencionas algo muy cierto. De entrada, cabe esa aclaración de que este es un concurso que premia a cinco ganadores y a cuatro finalistas, sin otorgar ningún lugar distinto uno de otro dentro de los ganadores. Por otro lado, en el proceso de las audiciones es cuando uno se da cuenta de qué tan preparado está, y me refiero a todo: a lo musical, a lo vocal, a lo mental e incluso a lo espiritual.

En principio, visualicé la competencia como una oportunidad de aprendizaje y apoyo económico. Cuando pasé a la etapa semifinal cambió todo, ya que me di cuenta de que si estaba en esa etapa era porque había una gran posibilidad de ser finalista; y no dudé ni un poco de mí: estaba decidida a ganar mi pase a la final. Cuando pasé a la final, me sentí una ganadora desde ese momento: ser finalista simbolizaba haber ganado.

Pero ya ahí, en esas instancias, esperabas ganar, ¿cierto? Desde tu punto de vista artístico y vocal, ¿qué es lo que te hizo obtener tan buenos resultados?
Cuando me inscribí esperaba pasar a la semifinal, que era la etapa que no había alcanzado el año pasado. Sinceramente no esperaba ganar; sabiéndome ya en la semifinal, lo único que quería era llegar a la final. Ahí el nivel de los cantantes fue excelente. Escuché a todos mis compañeros, muy talentosos y preparados. Creo que el haber disfrutado en las eliminatorias fue lo que me dio buenos resultados. Y, por supuesto, la preparación. Llevo diez años dedicados a aprender. En conjunto, podría decir que todo esto me dio el resultado que obtuve.

¿Cuál es el reto mental, anímico, incluso monetario, de participar en un proceso de varias etapas, en las que incluso tienes que viajar a diversas sedes?
El reto mental creo que es el más importante, porque eso es lo único que te acompaña, aparte de la música, por supuesto. Cuando te subes al escenario debes tener control de tus pensamientos, para que estos te ayuden cuando estás ahí; para alimentar la autoestima, la seguridad y confiar en ti mismo. También es importante comer muy bien y cuidarse lo necesario para tener el cuerpo dispuesto. Monetariamente no hay de qué preocuparse, ya que en cada eliminatoria que ganas de este concurso te apoyan económicamente para el siguiente paso; incluso aquí en el Distrito de México nos ayudan a tramitar y obtener la visa en caso de no contar con una. Sobre el reto mental me gustaría agregar que debes tener desde un principio la certeza de lo que quieres, de tu objetivo, y conforme vas avanzando das los pasos necesarios. Así es como puedes conseguir conquistar el siguiente. Es lo que a mí me funcionó, paso por paso; paso por paso.

Por ejemplo, otro gran sueño hecho realidad fue ganar el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli el año pasado. Y vaya que me costó lograrlo. Fue mi cuarto año participando, por lo que fue una gran emoción y un honor enorme pasar a la final y ganar. Por eso, hay que dar “pasos de plomo”, como dice mi maestro Octavio Arévalo.

Desde hace algún tiempo formas parte de la “Divina’s Voice Academy” de la maestra Eugenia Garza. ¿Qué desarrollo has encontrado con ella y cómo ha complementado tu formación vocal que iniciaste con los maestros Octavio Arévalo y Héctor Sosa?
El maestro Arévalo es mi mentor y las bases de mi canto están fundadas en su técnica; de hecho él ha permanecido como mi maestro de canto a lo largo de estos diez años, con sus lapsos de interrupción, como es normal. Pero creo que uno siempre vuelve al origen de donde aprendió. Yo he encontrado en él un mentor, un amigo, un colega. Realmente me siento segura bajo su guía. Hay un proverbio que el maestro Octavio me compartió cuando lo conocí y lo llevo siempre en la mente y en la práctica: “Siembra un pensamiento, cosecha una acción; siembra una acción, cosecha un hábito; siembra un hábito, cosecha un carácter; siembra un carácter y cosecha un destino”.

Por otro lado, el maestro Héctor Sosa hizo un gran aporte en mi canto. Y es que no solo me enseñó técnica, sino que me ayudó a disciplinarme en muchos aspectos. Durante los dos años que estuve en su cátedra en la Escuela Superior de Música, el maestro Sosa estuvo siempre al pie del cañón en cada clase. Mi queridísima maestra Eugenia Garza es la cereza del pastel. Ella me ayudó a seguir puliendo y perfeccionando mi técnica de canto; fueron meses de mucha enseñanza bajo su amorosa guía, además de contar con su apoyo presencial en Nueva York, que fue otras de las cosas que me hizo sentir muy segura.

En teoría —pues la crisis sanitaria por el Covid-19 aún hace incierto el futuro inmediato—, en mayo partirás a Estados Unidos para integrarte al programa 2020/21 del Patrick G. and Shirley W. Ryan Opera Center de Chicago. ¿Cuáles son tus expectativas al formar parte este programa de desarrollo artístico de la Ópera Lírica de Chicago y cómo se alinea esto con tus planes para desarrollar tu carrera?
Es una oportunidad que espero con ansias. Estoy segura de que será un parteaguas en mi formación profesional y de que tendré que trabajar más duro para lograr mis objetivos. Esta es una oportunidad que estaba esperando, así que es perfecta para desarrollar todo lo que he planeado.

Melissa Wegner, directora ejecutiva del MONCA; la soprano Denis Vélez, Joan Mitchell, codirectora del MONCA distrito México; y la soprano Yunuet Laguna, del Lindemann Young Artist Development Program del Met

¿Podrías hablarme sobre tu etapa como integrante del Coro del Teatro de Bellas Artes? ¿Qué ha representado para ti ese periodo? Es sabido que se trata de un coro particular, en el sentido de la buena cantidad de sus integrantes, que paralelamente han desarrollado una carrera como solista. ¿Cómo fue en tu caso?
El Coro del Teatro de Bellas Artes representa la primera oportunidad que se me dio aquí en el país de pisar un escenario profesional. He aprendido a disfrutar de toda la música que se canta, no solo de las arias, y a trabajar en equipo. Agradezco infinitamente la oportunidad que me dieron, ya que eso me ayudó a crecer. Cuando entré en el coro tuve como objetivo seguir estudiando; aprovechar el tiempo libre para preparar mi repertorio de solista y concursar. Jamás lo vi como un impedimento para mi carrera, sino que siempre fue una plataforma que me ayudaba a crecer.

Cuéntame cómo inicio tu gusto por el canto, en tu natal Puebla, y cómo fue que te adentraste en el mundo de la ópera…
Bueno, desde pequeña cantaba la música que oía en casa; todas las canciones de las películas infantiles también las cantaba. Cuando entré s secundaria aprendí a tocar la guitarra y en prepa, cuando llegó el momento de elegir la carrera, le pedí a mi mamá que me llevara al Conservatorio de Puebla. Cuando llegamos nos dijeron que rebasaba el límite de edad para entrar, lo cual me orilló a irme a la Benemérita Universidad de Puebla (la BUAP) y ahí entré a estudiar el nivel técnico en canto, pues así se llamaba la carrera.

Al entrar, el primer día de clases, me enteré de que era canto operístico, el cual yo no tenía planeado, y me rehusé de primer momento. Entonces le platiqué a mi hermano mayor y le dije que yo quería estudiar otro tipo de música, la música popular, que a mí la ópera no me gustaba, y me dijo: “A ver, ¿qué conoces de ópera?” Y le respondí: “Pues no sé nada, no conozco nada”. Y me dijo: “Deberías entonces darle una oportunidad; estudia un año a la par (el primer año de técnico y el tercer año de bachillerato) y si terminando ese año de verdad no te gusta, entonces puedes escoger otra carrera e incluso antes de terminar, a medio año, tú ya vas a saber si te gusta o no”. Así fue que conocí la ópera; pusimos en el taller de la universidad Las bodas de Fígaro y me tocó cantar en el coro. Y con este pequeño encuentro que tuve me bastó para saber que me quería dedicar profesionalmente a ser una cantante de ópera. 

Sé de tu gusto por la música popular; por compositores e intérpretes que van de José Alfredo Jiménez y Juan Gabriel a José José o Disney. ¿Puedes hablarme de tu visión estética del canto como herramienta expresiva, al margen de los géneros musicales?
Creo que cada género tiene su propio lugar, y el canto tiene la misma función en todos, que es conectar con el público, hacerlo sentir y disfrutar, dependiendo del género que a cada persona le guste. A mí, en particular, la música popular me ha ayudado a ver que la ópera en esencia está para hacer sentir al público, con todo lo que este género implica, por supuesto. Y de esta manera me ha ayudado a romper con los tabús de que la ópera es aburrida.

¿Qué viene en tu proceso vocal, en tu carrera y en tu vida misma?
En el proceso vocal yo creo que voy a seguir asegurando mi técnica con los nuevos maestros de Chicago, siempre bajo la guía del maestro Octavio Arévalo, que es con quien he seguido mi formación durante estos diez años. Viene un proceso de aprender a estar en el escenario como solista, un momento de enriquecer mi canto con todo lo que esté a mi alcance, siempre priorizando mi bienestar en todos los aspectos.

¿Dónde y cómo te visualizas en algunos años?
Me visualizo como una cantante feliz, cantando en los mejores teatros del mundo. Tal vez podría cambiar, ahora que estoy reflexionado, la palabra cantante por la de una persona: por una persona feliz. Porque me gusta siempre recalcar y acordarme que antes de cualquier otra cosa somos humanos y somos personas, ¿no?

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