Hui He: “Los cantantes asiáticos tenemos que estudiar mucho más”

Hue He: «Empecé a cantar repertorio pesado. Mi primera ópera fue Aida, la segunda Cavalleria rusticana, la tercera Tosca, la cuarta Ballo, la quinta Butterfly«

Nacida en Xi’an, en el centro de China, la soprano Hui He es actualmente el rostro oriental más celebre en el panorama operístico internacional. Saltó a la fama al obtener el 2º lugar de Operalia en el año 2000 en Los Ángeles, para presentarse junto a Plácido Domingo en un concierto en Shanghái en 2001. Hui He posee una voz grande y potente que le ha permitido exhibirse en los roles más anhelados de su registro, tras haber ganado en 2002 el 42º Concurso Internacional Voces Verdianas de Busseto y el Oscar della Lirica de la Arena de Verona en 2010. Su repertorio incluye 12 roles verdianos, siete roles puccinianos y cinco roles veristas que son frecuentemente requeridos en los teatros más importantes del mundo. Ahora, desde Milán, charló en exclusiva con Pro Ópera.

Con casi 25 años de carrera, usted ha cantado en los principales escenarios del mundo como el Metropolitan Opera House, la Staatsoper de Viena, el Teatro alla Scala, la Deutsche Oper de Berlín y un largo etcétera. Roles como Cio Cio San o Tosca han sido los que la han puesto bajo los reflectores internacionales…
¡Aida también! Porque a Aida la he hecho ya 173 veces, la Butterfly más de 180 y Tosca 98. Soy una soprano pucciniana y verdiana, pero también he cantado Andrea Chénier o Adriana Lecouvreur.

Aida en la Chicago Lyric Opera © Dan Rest

Empecemos por el inicio: usted comenzó a estudiar música a los 18 años, casi entrando a la universidad e incluso por coincidencia. Antes de esto, ¿a qué se quería dedicar?
Antes de dedicarme a la música no tenía idea de nada. Es más, no pasaba por mi mente el que me pudiera dedicar a la ópera. Mi familia es muy tradicional: mi papá es médico y mi madre, maestra. Todos en mi familia están lejos del arte y de la música. En la escuela era tímida: una más entre tanta gente. 

Mi padre quería que estudiara medicina también o que estudiara idiomas en la universidad, pero una vez, cuando canté públicamente una canción en la escuela, mi maestro de matemáticas me escuchó y me llevó con un vecino suyo que era maestro de canto, quien me dijo que faltaba un mes para el cierre de inscripciones en el Conservatorio y que era imposible que aplicara.

Me dijo que necesitaba trabajar conmigo al menos un año antes de hacer audición. Me hizo cantar y, al terminar la primera pieza, me dijo: “Creo que sí estás lista para aplicar”. Fui únicamente a ocho clases con él en un mes y apliqué para el Conservatorio sin haber nunca escuchado la palabra solfeo. Había muy pocos lugares para las cinco provincias que podíamos aplicar, pues China es un país muy grande y estas provincias estaban juntas. Fui una de las siete cantantes que fueron aceptados ese año. 

¿Y en casa qué le dijeron cuando llegó con la noticia que la habían aceptado en el Conservatorio?
A mi papá no le gustó, pues querían para mí una vida más segura. No sabían si podría convertirme en cantante o no, pero en ese periodo de la vida nadie piensa en la seguridad a futuro. Fui muy necia y decidida con mis papás. Mi padre vio ese coraje y me permitió asistir con el maestro. Tenía más de 18 años y estaba ya inscrita en el Conservatorio cuando escuché por primera vez una ópera: era un disco de La bohème.

Espere… ¿empezó primero a estudiar canto… y después escuchó La bohème?
¡Sí! Empecé a estudiar canto, pero con música china. No había cantado nada en italiano. Mi experiencia era en canciones chinas. Allá es normal porque somos otro mundo. Luego de escuchar La bohème, sentí una emoción fuertísima: comenzaron a caer lágrimas de mis ojos y lo increíble es que no entendía una sola palabra, ni la historia… ¡nada! Pero la música me llenó de emoción y dije: “Esta es la cosa más bella que haya descubierto en mi vida”. Y me puse a estudiar mucho. En el Conservatorio chino te exigen siempre que seas el número uno: estudiaba todos los días y dormía poco. A los 22 años, el Conservatorio de Xi’an me ofreció una plaza como maestra. Incluso hasta el día de hoy, luego de 20 años, orgullosamente me siguen ofreciendo la plaza anualmente para enseñar.

Usted debutó con Aida en 1998 en Shanghái y cuatro años después hizo su debut internacional en el Teatro Regio di Parma con Tosca. Desde ese entonces ha interpretado esos roles innumerables veces. Ahora, 23 años después de su primera Aida y a 19 de su primera Tosca, ¿cómo han madurado vocalmente estos roles en su cuerpo? En todos estos años he encontrado en mi voz un desarrollo evidente: el cuerpo y las hormonas cambian. Empecé con una voz lírica. Hice Aida a los 26 años y no tuve ninguna dificultad vocal. ¡Es increíble que fuera tan joven no tuviera problemas con ‘O cieli azzurri’! Yo creo que se necesita siempre estudiar, pues en cada periodo tienes una voz diferente. La voz es como un automóvil: empiezas arrancando lento y cada vez vas subiendo más y más. Pero yo empecé cantando roles pesados. Además de Aida, hice Madama Butterfly y Un ballo in maschera antes de cumplir 30 años, e irónicamente voy al contrario, porque últimamente he comenzado a cantar cosas más ligeras como Alzira o Ernani. Con una buena técnica se pueden cantar diversos títulos, aunque obviamente cada uno es un reto, técnica y escénicamente. 

Hui He © Yunlong Jia

Su Butterfly necesita una mención aparte, ya que además de ser su caballo de batalla, es un rol que le ha ofrecido una gran presencia internacional. ¿Qué ventaja tiene una soprano nacida, crecida y vivida en el oriente —aunque la Butterfly es japonesa y usted china, pero al final de cuentas ambas son orientales— respecto a una occidental?
La Butterfly es un rol muy cantado en oriente: los teatros están llenos de chinas, coreanas y japonesas… pero no podemos olvidar que la música es completamente italiana. Puccini metió ciertos elementos orientales, como cierto aroma de Japón, pero la música es occidental. Es, además, uno de los roles más difíciles para soprano. Se necesitan tantas cosas: técnica, energía, sentimiento. Es un rol para una gran cantante y una gran actriz; si no, la función se vuelve aburrida, porque la Butterfly canta sola casi toda la ópera. Con el tenor canta un dueto, un aria y basta. Sharpless hace poquísimo, pero la soprano canta del inicio al final. Es un reto muy complicado, porque además necesitas entender al personaje, cosa que para mí es más sencillo, porque en China —y en general en las culturas asiáticas— una mujer sigue a un hombre por toda su vida. Eso es normal allá y muchos europeos no entienden a esa mujer, que está obsesionada con Pinkerton, pero yo entiendo esa fe de por vida. Resumiendo, es más difícil para mí como oriental cantar un rol europeo-oriental.

Actualmente no hay un conservatorio en Europa o un concurso en el mundo donde no haya un oriental en los primeros lugares debido a que su nivel de perfección técnica es altísimo, casi perfectos respecto a un italiano o un francés ¿A qué se debe en su opinión esta evidente diferencia entre la escuela oriental y la europea o latina?
Este año he dado masterclasses en Como, Oslo, en algunas ciudades de China y ahora en Milán, y he visto que los cantantes jóvenes europeos tienen mucha más musicalidad y una facilidad en la vocalidad respecto de un cantante oriental. Dios nos dio voz a todos —algunas más hermosas que otras—, pero los asiáticos tenemos la dificultad de no entender el texto y el significado de las palabras, y si no entendemos lo que estamos cantando no podemos transmitir. Y si nosotros, los cantantes, no sentimos, el público tampoco siente nada. Los asiáticos tenemos que estudiar mucho más, debemos estudiar italiano siempre, entender cada palabra, el acento en cada frase. Yo he trabajado más de 25 años con mi coach y mi pianista para ajustar cada error, por más mínimo que sea, al grado de que un crítico en Florencia escribió que mi dicción era impecable. Para mí fue un cumplido extraordinario.

Debido a la potencia y tamaño de su voz, ¿llegó a tener problemas cuando era estudiante por eso? ¿Escuchó alguna vez la famosa frase “todavía no es tiempo para cantar ese rol”?
Sí, aunque es curioso porque me sucedió al revés. Yo rechacé muchas veces cantar Turandot, al menos 10 veces, antes de debutarlo. Una vez el Puccini Festival me hizo un contrato donde decía “Turandot”, pero yo pensé que era para cantar la Liù y firmé el contrato. Tiempo después descubrí que por Turandot se referían al rol, no al título de la ópera. Pedí disculpas por esa confusión y cancelé. Esperé hasta el 2019 para cantarlo. Aunque me lo ofrecieron desde que tenía 27 años, mi coach me dijo: “No debes aceptar Turandot aún, se necesita una madurez vocal de la técnica”. Me recomendó cantar Verdi y cosas de lírico spinto mientras llega el momento. En 2018 estaba en Nueva York y Alan Green, mi agente americano, me dijo: “¿Hui, podrías cantar esto para mí?” Y era la partitura de ‘In questa reggia’. Lo canté y me aseguró que ya estaba lista para hacerlo. La monté y Saverio Clementi, mi agente italiano, habló con el Teatro de Bolonia para debutarlo en 2019. Lo hice finalmente, después de 21 años de rechazarlo.

Hui He como Tosca frente al Castel-Sant-Angelo, del documental The Soprano from the Silk Road © Marco Cipriani

Entonces, ¿nunca pasó por el repertorio tradicional belcantista de Adina, Norina, Amina?
No, nunca. Empecé a cantar repertorio pesado. Mi primera ópera fue Aida, la segunda fue Cavalleria rusticana, la tercera Tosca, la cuarta Ballo, la quinta Butterfly. Pero porque para mí y para mi voz era el repertorio justo, nunca tuve que engrosar la voz o cantar queriendo ser algo que no era. A pesar de eso tengo muchos roles que quiero aún debutar como Suor Angelica, Elisabetta (Don Carlo) o Isolda (Tristan und Isolde) y el Wagner no tan pesado.

Usted ha cantado en espacios como la Arena de Verona o el Met, recintos ridículamente grandes, pero también en teatros europeos tradicionales, mucho más pequeños. Cuando usted canta el mismo rol tanto en un teatro grande como en uno pequeño, teniendo en cuenta que, por ejemplo, en la Arena el espectador más cercano está a 50 metros, ¿la voz cambia?
Yo he hecho 16 años temporadas ininterrumpidas en la Arena de Verona desde 2005. Sobre todo con Aida o Liù, y también en teatros muy pequeños, como el de Salerno, pero en ambos he usado siempre mi voz. Uno tiene que conocer su voz muy bien, porque es muy peligroso empujar de más por la dimensión de los escenarios. Uno no debe dar de más, sino cantar correctamente para que la gente te escuche de verdad. No es que en un teatro pequeño se cante con menos voz. Debe usar siempre tu misma voz, con tu misma técnica. Lo que cambia es cómo recibes el sonido. Y no es que no haya acústica en los teatros grandes, solo que es diferente a los teatros cerrados. Es impresionante sentir que tu voz llega a casi 15 mil personas con el mismo esfuerzo que en un teatro menor. El tercer acto de Aida juega mucho con los pianissimi y hacerlos en la Arena, que llegue ese pianissimo a la última fila, necesitas un squillo y una técnica perfecta.

Se podría decir que la pandemia está un poco más controlada, poco a poco los teatros están abriendo. ¿Usted cómo vivió el periodo de lockdown?
Acababa de llegar a mi casa en Italia porque estaba de gira en Europa, poco a poco las cancelaciones comienzan a llegar, de Lieja, Berlín, Nápoles, Hamburgo… me puse muy nerviosa porque ya no éramos libres, aunado al miedo al virus. De las noticias ni hablar: cosas terribles en Internet y en los medios, tantos muertos y la incertidumbre. Por casi 20 días no canté por miedo. Hasta que un día me dije: “basta, no puedo vivir de esta manera” y comencé a estudiar poco a poco, a hacer vocalizaciones y cantar. Además me acerque a otra arte que se ha acercado cada vez más a mi corazón: la pintura.

Una muestra del arte de Hui He

Ahí quería llegar. Poco a poco se ha abierto paso en las artes plásticas, en especial en la pintura.
Comencé a pintar desde la pandemia de 2020. Un día solté la mano en un lienzo y solita se fue y empezó a diseñar. Salían cosas llenas de emoción, ¡pero no sé nada de pintura! Cada día creaba un cuadro nuevo. El arte me salvó, hice una rutina donde en la mañana canto y en la tarde pinto, incluso he estado hasta altas horas de la madrugada pintando, pues no se siente el paso del tiempo. 

Estuve tres meses y medio sola en casa y no sentí el paso del tiempo: sin nervios y sin estrés, me sentía en paz, y estudié Norma y Pagliacci. Luego, con varios amigos creamos otra forma de expresión. Cada semana hacíamos un concierto en línea entre nosotros, no para el público si no para nosotros. Éramos un barítono en Moscú, un bajo y yo en Verona, un tenor en Colonia, y todos los domingos a las 17 horas empezaba este concierto por dos horas, donde cada uno cantaba tres arias y luego charlamos y discutimos. Todas estas actividades me salvaron. 

Otro milagro para mí fue que una galería de arte en Italia se interesara en mis cuadros y me llevó la World Art en Dubai para hacer una exposición e incluso gané el premio Vivien Leigh and Laurence Olivier, otorgado por el Palazzo della Loggia de Bardolino (Garda, Italia) por mis pinturas.

Madama Butterfly en el Met

¿Cómo se prepara antes de una función importante?
Una de mis reglas es: un día antes de un evento, silencio absoluto. Trato de no ver a nadie. Hago algún paseo o caminata, como fuera y me relajo, pero sola, para concentrarme y reposar la voz. El día de la función duermo hasta que no puedo más: trato de dormir la mayor cantidad de tiempo. Me cocino algo yo en casa para estar totalmente aislada. En la mañana hago pocas vocalizaciones, solo para despertar la voz, y me voy a la cocina. Ahí me cocino una abundante porción de spaghetti con res, pues la pasta me da mucha energía. Si puedo, después de comer duermo un poco. Si no, reviso mi partitura y me concentro. Voy al teatro al menos 3 horas antes de la función y me como en mi camerino un plátano o un huevo cocido. Bebo mucha agua mientras me maquillo, porque me maquillo yo sola, pues aunque haya un maquillista, normalmente están muy europeizados, y no saben cómo maquillar un rostro oriental; están entrenados para maquillar rostros occidentales y nosotros tenemos el rostro diferente. Yo conozco mis rasgos y las técnicas; lo hago porque me llegaron a hacer unos maquillajes horribles donde no me sentía cómoda y para interpretar bien me debo sentir guapa. Sé que no soy hermosa, pero un buen maquillaje ayuda mucho. Me he maquillado yo sola en más de 1,500 funciones. Finalmente, voy al escenario a hacer una oración.

Por tradición, para finalizar la entrevista, le pregunto: ¿cuál es el aria para otro registro que se lamenta que no haya sido escrita para soprano y que le hubiera gustado interpretar?
¡Ah, qué buena pregunta! Amo el ‘Mon cœur s’ouvre à ta voix’ de Samson et Dalila. Me acuerdo que, cuando era joven, todas las mañanas la ponía para despertarme. De lo contrario no podía alzarme. Adoro esa aria y me gustaría cantarla en el futuro, quién sabe. Para tenor me encantaría hacer ‘A mes amis’ de La fille du régiment.

Compartir: