Joel Montero: “Me siento cómodo en el repertorio del verismo”

Joel Montero: «Cuando eres joven, puedes dejar mucha responsabilidad a tus dones naturales; la garganta te responde»

“Me he puesto en contacto con mis agentes y les he expresado mi deseo de regresar por completo a los escenarios”, relata el tenor chetumaleño Joel Montero, quien desde 1999 radica en Europa. A lo largo de casi 22 años de carrera en el canto ha interpretado 36 roles operísticos en diversos teatros del viejo continente.

“Me emociona la idea de retomar los viajes y sumergirme en los procesos de ensayos en una nueva producción, y me tranquiliza saber que no tengo que forzar nada”, explica en entrevista exclusiva para los lectores de Pro Ópera el intérprete que en 2018 experimentó la pérdida de su esposa y paulatinamente cambió sus prioridades profesionales para atender con mayor cercanía a su hija. La pandemia y sus estragos también incidieron en cierta distancia que tomó de los escenarios.

Biaso en I gioelli della Madonna de Ermanno Wolf-Ferrari, Opera Holland Park, 2013 © Robert Workman

Pero ahora está de regreso. Entre otros compromisos, de febrero a mayo de 2024, Montero abordará el rol de Canio de la ópera Pagliacci de Ruggero Leoncavallo en 15 funciones que la compañía del Theater Orchester Biel-Solothurn de Suiza ofrecerá en diversas ciudades de aquel país. El cantante, pese a los cambios en su vida, lo tenía claro: “Mi trabajo y mi desempeño me llevarán al siguiente proyecto tarde o temprano”.

Joel Montero creció en la ciudad de Chetumal, Quintana Roo, como el menor de seis hermanos. Durante sus años de primaria fungió como acólito en la iglesia del Perpetuo Socorro. “En ese entonces, el sacerdote tenía el deseo de contar con un coro de niños para las misas de los domingos por la mañana. Esa idea me entusiasmó profundamente, ya que significaba aprender a tocar la guitarra y contribuir a la formación del coro”, recuerda el entrevistado para situar el origen de su interés por la música y los primeros pasos que dio en ese ámbito.

En un abrir y cerrar de ojos, Joel dominó el arte de la guitarra y en solo unas semanas se convirtió en el guitarrista titular del coro. Su curiosidad se incrementaba, pues durante ese tiempo también observaba con admiración al director mientras tocaba el órgano. “Era un Yamaha antiguo”, detalla el intérprete. “No pude resistirme y compartí con el sacerdote mi deseo de aprender a tocar ese imponente instrumento”, continúa.

Joel Montero en concierto, 2023

El religioso, al percibir las inquietudes del jovencito, lo inscribió en una academia de música en Chetumal para que aprendiera a tocar el órgano. La historia se repitió, pues en pocas semanas estaba al frente de ese instrumento en el coro. “Fue en ese momento cuando me di cuenta de algo esencial en la vida: cuando deseaba algo con sinceridad, se convertía en realidad. Esta experiencia, aunque inocente en su naturaleza, me hizo sentir como si estuviera aprendiendo a soñar”, dice el entrevistado.

Cuando ingresó a la secundaria, Joel tuvo la oportunidad de unirse a la estudiantina del plantel, que era considerada la mejor del estado. Ahí tocaba la marimba y experimentó con otros instrumentos de música tradicional.

Joel, antes de desarrollarte vocalmente, también te atrajo la dirección de orquesta y de hecho cursaste estudios en la Ciudad de México. ¿Cómo fue esa etapa y de qué manera consideras que te brindó herramientas para probar como cantante, disciplina donde has realizado principalmente tu carrera?
Fui miembro de la primera generación de la Escuela Estatal de Música de Chetumal. Afortunadamente, durante ese periodo, nuestro gobernador fundó la Orquesta Filarmónica de Quintana Roo, bajo la dirección de Benjamín Juárez Echenique. Además, el maestro Alfredo Mendoza (de Schola Cantorum) llegó a Chetumal para formar un coro en el que todos pudieran participar, sin importar sus habilidades vocales, incluyendo a personas como yo, que carecíamos de técnica vocal.

Don José en Carmen de Georges Bizet © Harald Dietz

Por supuesto, formé parte de ese coro y recuerdo que interpretamos piezas como ‘Va, pensiero’ de Nabucco de Giuseppe Verdi junto con la recién formada orquesta. Para mí, esta experiencia fue similar a tomar la píldora roja que Morfeo le ofrece a Neo en Matrix, ya que no había vuelta atrás: mi deseo de conquistar el mundo de la música se hizo más fuerte, y decidí emprender un viaje a la Ciudad de México para estudiar dirección de orquesta en la cátedra del maestro Guillermo Salvador en la Ollin Yoliztli.

¿Por qué la dirección de orquesta? En esa misma época, el programa Coros y Orquestas Juveniles de México del maestro Fernando Lozano llegó a Quintana Roo. Yo estaba involucrado como instructor de violín, aprendiendo este instrumento a través de métodos en video y participando en encuentros nacionales.

¿Puedes hablarme sobre el descubrimiento de tu voz y de tu formación para desarrollarla, proceso en el que llegaste al Mozarteum en Salzburgo y, más ampliamente, a Europa? ¿Cómo llegaste a radicar en Lucerna, Suiza?
Durante mi tiempo en la Ollin Yoliztli, tuve la oportunidad de estudiar algunas obras junto al pianista Fausto Díaz Rivas, ya fallecido. En uno de esos días, estábamos revisando números de la ópera Tosca de Giacomo Puccini. Lamentablemente, el tenor que habíamos convocado para el ensayo no pudo llegar, así que asumí la dirección y también canté la parte del tenor. Tras nuestra sesión de trabajo, Fausto me presentó al maestro Gerardo Rábago, quien de inmediato me invitó a unirme a sus diversos conjuntos corales, como el Octeto, el Coro de Cámara y el Coro Sinfónico.

Avito en L’amore dei tre re de Italo Montemezzi en la Opera Holland Park, 2015 © Robert Workman

Gracias a nuestra primera gira por Grecia y Rusia, decidí tomar un camino diferente y dejé mi vida en la Ciudad de México. Aunque ya me ganaba la vida con la música en la capital mexicana, tomé la decisión de viajar a Salzburgo. Allí hice audición para el siguiente semestre y tuve la fortuna de ser aceptado en la cátedra del renombrado profesor Heiner Hopfner, un afamado tenor alemán que había trabajado con grandes nombres como Herbert von Karajan y Georges Solti, entre otros.

Después de un año, firmé mi primer contrato profesional con el Landestheater de Salzburgo, donde me uní al coro de la ópera. Esto me permitió costear mis estudios sin tener que cantar en plazas, restaurantes y eventos privados, como solía hacerlo anteriormente. Sin embargo, mi tiempo en el coro de la ópera fue breve, ya que en Andorra tuve la suerte de ser finalista y ganador de un premio especial: una beca otorgada por Montserrat Caballé. Además, fui honrado con el premio Luigi Infantino en el concurso de tenores en Timisoara, Rumania, que fue organizado por Ioan Holender. 

A raíz de estos logros, recibí una invitación para unirme al Opera Studio de Zúrich, aunque finalmente opté por aceptar la oferta del Staatstheater Meiningen como «tenor solista», donde tuve el privilegio de trabajar bajo la dirección de figuras destacadas como Kirill Petrenko y Christine Mielitz, quienes son reconocidas mundialmente en el mundo de la ópera.

El protagonista en Les contes d’Hoffmann de Jacques Offenbach, 2012 © Barbara Aumüller

Sé que en el quehacer operístico llevas cerca de 22 años activo. ¿Cómo distinguirías las etapas que has atravesado para desarrollar esa carrera de más de dos décadas en escenarios europeos?
Durante un período de ocho años, tuve la oportunidad de sumergirme en un vasto repertorio en el Teatro de Meiningen. Mi debut se llevó a cabo con el papel de Sänger, un cantante italiano, en la ópera Der Rosenkavalier de Richard Strauss. A lo largo de esta etapa continué interpretando obras de renombrados compositores como Rossini, Donizetti, Verdi, Puccini y Offenbach. Además de incursionar en el mundo de la ópera, también participé en la interpretación de operetas. Mi última actuación en este teatro destacado fue como Manrico en Il trovatore de Verdi.

Mi carrera me llevó a firmar contratos por producción en destacadas ciudades europeas, desempeñando roles sumamente gratificantes para un tenor. Estos roles incluyeron personajes icónicos como Maurizio en Adriana Lecouvreur, Hoffmann, Don José y Rodolfo, entre otros. También fui Einspringer (cover o suplente), en el cual asumía el papel de algún tenor colega enfermo en momentos de emergencia. Esta actividad me condujo a actuar en numerosos teatros en Alemania.

Don Alvaro en La forza del destino de Giuseppe Verdi, Staatstheater Darmstadt 2012 © Barbara Aumüller

Las noches de Einspringer representaban momentos intensos y de alto estrés, ya que requerían una rápida adaptación a un trabajo que había sido preparado durante al menos 5 semanas por otro intérprete. Sin embargo, esta experiencia resultó enormemente gratificante en todos los aspectos y proporcionó un valioso aprendizaje y desarrollo para mi carrera artística.

Has abordado 36 roles operísticos en teatros del viejo continente, si no me equivoco. Aunque todos sean relevantes por algún motivo —roles y teatros—, ¿cuáles dirías que son los que han marcado tu experiencia como cantante?
Después de concluir mi contrato en Meiningen, surgió la oportunidad para mi esposa de firmar un contrato con la ópera de Lucerna en 2008. Fue entonces cuando decidimos establecernos en Suiza.

Me gustaría compartir una anécdota interesante: fui invitado al Staatstheater Darmstadt, en Alemania, para realizar una audición para el papel de Rodolfo en La bohème de Puccini. Aunque no fui seleccionado inicialmente, no le di demasiada importancia, ya que comprendo las dinámicas de la industria. Sin embargo, unas semanas más tarde, mi agente se puso en contacto conmigo para ofrecerme un contrato en la producción de La bohème en el mismo teatro. Resultó que el tenor seleccionado en la audición anterior no pudo asumir completamente el papel. Acepté el contrato con entusiasmo, dado que ya había interpretado el papel de Rodolfo en producciones previas.

Ismaele en Nabucco de Giuseppe Verdi, 2011

Tras la finalización de mi contrato, la compañía decidió renovarlo por los próximos cuatro años, con roles estelares en el repertorio. Durante este tiempo, tuve el privilegio de encarnar a personajes como Don José en Carmen, Hoffmann en Les contes d’Hoffmann, Luigi en Il tabarro, Don Alvaro en La forza del destino, Turiddu en Cavalleria rusticana, Alfredo en La traviata y, lo que resultó ser un logro significativo, el director del teatro, John Dew, quien es un reconocido director de escena, me confió la oportunidad de debutar como Otello, con aproximadamente 13 representaciones en mi haber. Esta etapa de mi carrera me ha brindado una gran satisfacción como tenor y me ha permitido interpretar los papeles con los que todo tenor sueña.

Ahondando en tu repertorio y en las características de tu voz, actualmente interpretas roles de tenor spinto e incluso dramático. ¿Cómo ha evolucionado tu voz; cuáles consideras que son las características naturales de tu instrumento y cuáles las que han surgido con los años y que te han permitido mantenerte en activo durante estos más de 20 años de carrera y, sobre todo, con salud vocal?
Ha sido muy curioso y siempre he querido aprender, mejorar y, sobre todo, nunca tuve un plan ‘B’ con respecto a mi carrera. Durante la marcha, fui resolviendo problemas que estaba consciente que experimentaba, con muchos errores, pero siempre tratando de escuchar a mi cuerpo, mis sensaciones y entender el porqué de las cosas. 

Edgardo en Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti, 2011 © Aumueller

El repertorio te lo proponen las instituciones y tú te montas al caballo; es tu responsabilidad ser consciente del riesgo. En 2013, 2015 y 2017 llegó la confirmación de que pertenecía a este repertorio: Durante una representación donde canté Don Alvaro, un director inglés, Peter Robinson, me escuchó y me contrató la compañía Opera Holland Park de Londres. En esas tres temporadas, cada una con más de 10 funciones por festival, fui llamado como especialista en repertorio verista. Canté Genaro en I gioielli della Madonna de Ermanno Wolf-Ferrari, después Avito en L’amore dei tre re de Italo Montemezzi y, por último, Milio en Zazá de Ruggero Leoncavallo.

Cuando eres joven, puedes dejar mucha responsabilidad a tus dones naturales; la garganta te responde. Con el paso del tiempo, cada vez le fui poniendo más enfoque a la técnica, escuchando a los compañeros con más experiencia, al identificar cómo resuelven pasajes intensos. También estudié con Eva Randová, y me ayudó mucho a entender más sobre la emisión, a sentir que tu voz es potente sin gritar, cubrirte con un buen apoyo y resonadores para sostener las dimensiones de la orquesta.

Maurizio en Adriana Lecouvreur de Francesco Cilea, 2011 © Peter Litvai

¿Cuáles son los retos principales de radicar en Europa y de encontrar un lugar en aquellos teatros de tanta tradición lírica? ¿Qué puedes decirme, por ejemplo, de la competencia con los colegas, de la relación con los artistas en general con los que compartes escenario y de los diversos públicos frente a los que te has presentado?
Llegué a Salzburgo en 1999 y todo fue simplemente asombroso. La arquitectura, la mentalidad, la comida, el frío (tanto el clima como las personas), la nieve, todo era completamente nuevo para mí. No hablaba alemán en ese momento, y aunque confiaba en mi intuición, nadie me había preparado para superar la nostalgia de estar lejos de mi familia, de mi país y de mis costumbres. Extrañaba mucho la calidez de nuestra gente. Creo que el desafío más grande fue cambiar mi mentalidad y siempre tratar de adaptarme; adoptar una nueva forma de pensar y acostumbrarme a todo lo nuevo, sin perder de vista el objetivo por el cual había dejado todo atrás.

En 2001 conseguí mi primer contrato a través de una audición, y fue una sensación maravillosa. Estaba frente a Kirill Petrenko, quien hoy en día dirige la Berliner Philharmoniker. Había otros cantantes con más experiencia y todos estábamos compitiendo por un lugar en el elenco del teatro. Siempre existe la competencia, los celos, personas oportunistas y aquellos que hablan a tus espaldas. En ese camino, uno desarrolla una especie de caparazón, pero insisto, el objetivo permanece claro y si te aferras a él, nunca te desvías. Sin embargo, también conocí a artistas de una categoría diferente, artistas mayores que me enseñaron mucho y se convirtieron en amigos para toda la vida.

Otello en la ópera homónima de Giuseppe Verdi, Frankfurt 2015 © Barbara Aumüller

Cuando nos enfrentamos a audiencias alemanas, suizas o finlandesas, a veces los cantantes latinos podemos sentir cierta incomodidad al principio, porque a menudo parecen fríos o como si no hubieran disfrutado de la actuación. Pero con el tiempo he cambiado mi perspectiva, comprendiendo su entusiasmo y el hecho de que pueden expresar su aprecio de manera más reservada, pero igual de profunda.

Hoy en día, entiendo que el público de estos países puede ser igual de efusivo cuando realmente les gusta algo.

Tengo noticia de que de vez en cuando has regresado a México, para presentarte en algún concierto, por ejemplo, en el estado de Quintana Roo. ¿Cómo es tu relación con nuestro país, en lo personal y en lo artístico? ¿Es como la desearías?
Mis participaciones en México han sido limitadas. Interpreté el papel de Ernesto en Don Pasquale de Donizetti en la Ópera de Tijuana; desempeñé el papel de Jaquino en Fidelio de Beethoven en Guadalajara, junto a Kurt Rydl, y tuve el honor de cantar el Requiem de Verdi con la Filarmónica de la Ciudad de México, por invitación del maestro Roberto Mejía, a quien deseo recordar con cariño. En Quintana Roo, he llevado a cabo numerosos conciertos, algunos de ellos gracias a invitaciones del gobierno y otros, los más recientes, gracias a mi Fundación MayaClassics.

Desde 2017, mi fundación, en colaboración con el sector privado, se convirtió en patrocinador de la Orquesta Sinfónica de Quintana Roo, compuesta por músicos de la península. Realizamos giras de conciertos en diversas ciudades del estado, llevando la música a un público variado. Sin embargo, llegó la pandemia y con ella la cancelación de los patrocinios. Lamentablemente, el gobierno no ha mostrado interés en apoyar una actividad de esta magnitud. Creo que todo artista que emigra tiene el sueño de regresar, contribuir y construir algo valioso, pero parece que aquellos que tienen las capacidades, los cargos y los recursos no siempre respaldan proyectos a largo plazo, que trascienden los ciclos sexenales.

Luigi en Il tabarro de Giacomo Puccini, Frankfurt 2014 © Barbara Aumüller

¿Cómo vislumbras el panorama lírico en Europa, luego de las circunstancias que han surgido a partir de la pospandemia y de la guerra en Ucrania, lo que ha impactado en los presupuestos de los teatros y en las prioridades financieras de ciertos públicos? ¿Se han modificado las condiciones cotidianas de trabajo para un cantante de ópera?
Europa Central se destaca por su sólida riqueza cultural, aunque sufrió mucho durante y después de la pandemia. Como cantante y empresario, puedo compartir mi experiencia. Mi empresa en Suiza tenía programados dos conciertos importantes para marzo de 2020. El primero, Otello, junto a mi gran amigo el barítono islandés Olafur Sigurdarson, presentaba un elenco y coros internacionales en un formato de concierto. El segundo concierto contaba con la participación de Plácido Domingo, Nadine Sierra, Eugene Kohn y un servidor. Sin embargo, a una semana de llevarlos a cabo, se decretó un toque de queda debido a la pandemia. Lamentablemente, debido a las complicaciones en las agendas de todos los involucrados, no pudimos reprogramar ninguno de los conciertos.

Rodolfo en La bohème de Giacomo Puccini, 2010 © Benutzer

Hoy en día, la situación ha vuelto a la normalidad. La gente está ansiosa por disfrutar de conciertos y la actividad artística está en auge. Es importante mencionar que la guerra en Ucrania ha tenido un impacto en los presupuestos, lo que afecta especialmente a los teatros que dependen de subvenciones. No obstante, a pesar de los desafíos económicos, la tradición cultural en la región sigue siendo sólida. Hay muchos músicos sin empleo y nos solicitan a diario oportunidades de audición. Esto quiere decir que las oportunidades de trabajo son limitadas.

En este punto de tu carrera, ¿en qué momento vocal te encuentras? ¿Hacia dónde has pensado encaminar tu carrera, partiendo del repertorio que le conviene a tu voz y de los teatros que te interesa pisar?
En este momento, ya no siento la misma prisa de antes. Ahora tengo la oportunidad y el deseo de preparar minuciosamente a mis personajes. Poseo una percepción clara y una idea precisa de cómo debo cantar. Cada día intento mejorar.

Existen numerosos roles que me interesan, tales como Calaf, Cavaradossi, Manon Lescaut, Andrea Chénier, Radamès, por mencionar algunos. Me siento especialmente cómodo en el repertorio del verismo. Sería maravilloso llegar a la edad de Gregory Kunde, quien a sus 69 años sigue cantando sin necesidad de cambiar su tesitura. La temporada 2023-2024 me presentará un repertorio de ensueño: Pagliacci, Turandot, Peter Grimes, Aida, Il trovatore, entre otros. 

Turiddu en Cavalleria rusticana de Pietro Mascagni, Frankfurt 2015 © Barbara Aumüller

Sé que para 2024 viene una gira con el rol de Canio de Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, con la compañía del Theatre Orchester Biel-Solothurn de Suiza. ¿Puedes hablarme de esa gira y de cómo te aproximas dramática y musicalmente al personaje de Canio? ¿Qué más viene en tu trayectoria, digamos, para el mediano plazo?
Mi esposa falleció en 2018, y desde ese momento mis prioridades cambiaron drásticamente. Tenemos una hija, quien ahora tiene 20 años y está estudiando derecho en la Universidad de Lucerna, Suiza. Durante el primer año después de su pérdida, me sumergí en proyectos ambiciosos y complicados, pensando que así podría hacer más llevadero el duelo. Sin embargo, cuando llegó la pandemia y tuve que convivir a diario con mi hija, comprendí que mi regreso a la vida no sería igual. No tuve las fuerzas para retomar giras ni para responder a las invitaciones para audiciones. Algunos de mis agentes dejaron de llamarme. Sentí la necesidad de ser tanto padre como madre y de hacer la vida de mi hija un poco más fácil. Mi brújula estaba un tanto desorientada. Puede sonar un tanto patético, pero lo único que nunca abandoné fueron mis entrenamientos diarios de voz. Siempre encontré un espacio en mi día para vocalizar, repasar mi repertorio, explorar mis sensaciones y mejorar mi técnica.

No detuve completamente mi carrera. Debuté con la Filarmónica de Málaga y realicé conciertos en Suiza y Alemania, aunque ya no me ausentaba durante semanas como lo hacía antes en producciones operísticas. Gracias a uno de mis conciertos en Suiza, el maestro Franco Trinca, quien dirige algunas producciones en el Theater Orchester Biel-Solothurn, me invitó a hacer audición para el papel de Canio. Me dieron el papel y ahora me estoy preparando intensamente para dar lo mejor de mí. Canio es un personaje que me apasiona, es intenso, dramático, doloroso y también muy frágil. Me siento muy feliz por esta nueva oportunidad.

Después de Pagliacci, debutaré en Hungría dando conciertos y seguiré realizando proyectos con mi propia empresa International MayaClassics GmbH en Suiza. Además, estoy considerando retomar actividades con mi fundación en Quintana Roo.

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