Pietro Spagnoli: “El canto es un estado del alma”
Entre los primeros lugares la lista de los barítonos en activo especializados en bel canto y el repertorio mozartiano se encuentra el nombre de Pietro Spagnoli. Nacido en Roma, es un artista completo. Él mismo se adjudicó el término que lo define a la perfección: Musicante teatral, concepto muy completo que lo lleva más allá de ser un simple músico o un actor, a alguien que cumple el sueño de Verdi o Puccini, en el sentido de interpretar un personaje de manera integral, con todo el histrionismo que puede existir en el alma de un artista.
Estimado maestro, de antemano gracias por platicar con el público mexicano…
Yo he trabajado con algunos cantantes mexicanos. Al que más recuerdo es a Francisco Araiza. Lo conocí en la Ópera de Roma, era un cantante puntal y profesional con mucha clase. El primer y verdadero tenor rossiniano. Hay algo que se tienen que decir: el autentico descubrimiento rossiniano fue gracias a la voz de Araiza. Hubo muchos más nombres que aportaron a la causa, y no solo desde el punto de vista mediático, pero él dejó un gran recuerdo y un precedente.
Más allá del aspecto mediático que hoy en día es fundamental, ¿coincide conmigo en que el cantante debe estar conectado siempre con su voz?
El canto es un estado del alma, es algo muy personal. La voz es una expresión que viene desde adentro, desde el intestino; es algo que nos exhibe a nosotros mismos, nos expone desnudos frente a un público. Cuando una persona no está bien moralmente o está triste, la voz no funciona, pues está ligada a nuestra sensibilidad y estado de ánimo. Los cantantes debemos ser muy equilibrados para controlar el estado de ánimo, pues en la vida nos sucede de todo: hay días que estamos felices, tristes, enfermos… ¡y la voz lo cuenta todo!
Usted nació en Roma, una ciudad más relacionada al arte y a la religión. ¿Cómo influyó en su carrera vocal?
¡Roma es la ciudad del Papa! Yo crecí con la iglesia, aunque no soy creyente. Canté una infinidad de misas que bien dice el dicho que «quien canta reza tres veces». Mis padres me inculcaron esa disciplina y amor por la música. Mi papá me dijo: “Estudiar música no hace daño, es algo positivo. Si te gusta, tendrás que hacer sacrificios: levantarte muy temprano e ir solo a la escuela”. Iba en tranvía con chicos mayores hasta Piazza Navona, un lugar increíble.
¿En verdad un niño de ocho años era consciente de lo que significaba cantar en la Capilla Sixtina?
Aunque era muy niño, sí era consciente de lo que significaba cantar para el Papa. Cuando me tocaba cantar en la Basílica de San Pedro y atravesaba todas las naves vestido de monaguillo rumbo la posición del coro expuesta al público, caminaba erguido y orgulloso. ¡Yo era un niño cantor de la Capilla Sixtina! ¿Cuántos niños en el mundo tenían esa fortuna? No sabía qué me depararía el futuro, pero era muy feliz de hacer ese sacrificio.
Hubo también sufrimientos, sobre todo cuando cambió mi voz. En ese momento no sabía que sucedía con mi cuerpo: te estás convirtiendo en hombre y ves que tu infancia se esfuma… y que no puedes cantar más.
Hoy el nombre de Pietro Spagnoli está literalmente en las marquesinas de los teatros del mundo, pero cuando era joven y desconocido, ¿dudó en dedicarse al canto influenciado por el cliché de que los cantantes se mueren de hambre, que hay mucha competencia, etcétera?
Yo perdí a mi padre muy joven por una enfermedad cuando aún cantaba en el coro. Mi madre se sacrificó muchísimo para que no nos faltara nada a mi hermana y a mí. Cuando le dije a mi madre que quería ser cantante me dijo: “Yo confío en ti, si tú crees tener las cualidades para dedicarte a esto, adelante”.
Hice todo tipo de trabajos para mantenerme, desde pintar casas y vender periódicos, a cualquier oficio que me ayudara a pagar mis estudios musicales. Quería dedicarme al canto, pero no sabía a qué nivel. Cuando mi maestro de coro, el sacerdote me escuchó por primera vez, me dijo: “Tú serás profesional. No sé a que nivel, pero podrás vivir de tu voz”, fue uno de los momentos más bellos de mi vida porque me dijeron que podría ganarme la vida haciendo música.
Mi idea en ese entonces era llegar a cantar en el coro de la RAI (Radiotelevisión Italiana) o algo a ese nivel, hasta que una amiga me convenció de hacer una audición en Milán. Fui, me escucharon y me dieron inmediatamente un pequeño rol en Il pirata de Bellini. Debuté oficialmente en 1987.
Actualmente su vida está rodeada de bel canto. Viene de hacer La Cenerentola, está por partir a un Barbero de Sevilla, y regresa dentro de poco a Milán para hacer Il matrimonio segreto…
El bel canto es estupendo, es una forma de arte cien por ciento italiana. El bel canto existe porque existe el idioma italiano; el bel canto es una expresión meramente italiana. El género es amado porque es una forma expresiva típica de este país.
Italia está llena de defectos pero ha dado mucho al mundo del arte. El canto italiano y el estudio de la técnica vocal fueron candidatas por la UNESCO como bienes inmateriales. Todo se basa en el fraseo del idioma. A los extranjeros con los que trabajo, les doy siempre clases de dicción porque es fundamental y porque, obviamente, deben saber lo que están diciendo.
¿Es imposible entonces que un extranjero cante bien el bel canto?
Sufro mucho cuando los extranjeros cantan como simios cortando las sílabas. ¡Pero no todos, ¿eh?! Han habido tantos artistas que no hablan italiano —probablemente lo entienden pero no lo hablan— que tienen una buena pronunciación, pero eso no basta. Para entender el bel canto hay que comprender el sentido del fraseo. Los extranjeros que entienden cómo se frasea, ya conocen el sentido más profundo del bel canto, pero por desgracia no todos lo logran.
¿Además de la parte técnica, que tan importante es la belleza de la voz?
Para cantar no es necesaria una voz bella. Yo he escuchado voces que no son precisamente bellas, por ejemplo la del gran tenor Rockwell Blake. ¿Rocky tenía una voz hermosa? ¡No! Pero con esa voz hacía cosas increíbles. Mi primer maestro, que era un sacerdote apasionado del canto, decía que «una bella voz es importante, pero si no cantas con pasión, después de cinco minutos la gente se aburre y se distrae.” Un gran cantante tiene que conmover. No conmueves a nadie con la belleza de una voz; conmueves al público con la capacidad de cantar con gusto y de contar una historia.
Además de la música, usted tiene una enorme pasión por la fotografía. ¿Cómo nació?
Desde pequeño tenía esa obsesión. Trabajé mucho durante un verano para ahorrar y poderme comprar mi primera cámara reflex. La tengo aún, pero no funciona bien porque debo de cambiar algunas partes; se la regalaré a mi hija, que lo hace de forma profesional. Ahora desgraciadamente casi no fotografío, pero por un momento llegue a pensar que podía tener una carrera paralela. Mis colegas me pedían que los retratara, e incluso se ofrecían a modelar, pero es algo muy demandante y probablemente no tengo el talento para estar a ese nivel.
¿Cómo vivió la pandemia Pietro Spagnoli el cantante y Pietro Spagnoli el papá, el amigo, el humano?
Muy mal. Me quedé tres meses solo con Celeste, mi perrita. Mi pareja estaba en Madrid —ella es madrileña— y mis hijas en Milán. Tengo la fortuna de vivir en Suiza, así que podía salir y perderme en las montañas con mi perra. Hacía largas caminatas bajo el sol y entre las montañas, pero un día era igual al otro. Fue un periodo muy duro por tanta incertidumbre, tantos contratos laborales que se desvanecían y, sobre todo, sin saber qué pasaría en el futuro.
Sufrí una ligera depresión e incluso llegué a pensar que no sería capaz de volver a cantar. Todo ese periodo dejé de cantar totalmente. Daba eventualmente alguna clase de manera virtual, pero ya no podía más. Volví a cantar casi seis meses después, porque tenía que unas funciones de Così fan tutte en Hamburgo, así que tras medio año volví a vocalizar y a preparar el cuerpo para enfrentar el rol. Me hacían mucha falta el teatro y el contacto con el público.
¿La tecnología no mitigó esta soledad o distancia social?
¡La ópera es en vivo! El público disfruta verdaderamente una ópera en el teatro. Es un espectáculo total: musica, escenografía, luces, baile; es un espectáculo que debes ver en vivo, en video no da el ancho.
¿Qué hace antes y después de una función?; ¿Tiene algún hábito antes de cantar? ¿Qué hace tras salir del teatro?
El día de la función me levanto temprano, entre las 7:00 y 7:30 ¡que para un cantante es muy temprano! Desayuno y empiezo a hacer ejercicios tanto físicos como técnicos para el cuerpo, así como algunas vocalizaciones tranquilas sin cansarme y sin meter toda la voz. Voy a mi camerino normalmente dos horas antes de la función y me cambio inmediatamente. Si ya está el vestuario, me lo pongo; si tengo que usar una botarga, me la coloco para sentirla, y así voy a maquillaje. Como algo muy ligero que tenga energía y azúcar, como una galleta o un plátano, y a cantar. Al final de la función estoy muy cansado, mis piernas están devastadas. Ocasionalmente voy a cenar a un restaurante con algún colega, pero prefiero ir a casa a bañarme (porque en el teatro se suda mucho) y cenar algo ligero para poder dormir bien, aunque no siempre lo consigo porque aún tengo la adrenalina de la función.
¿Cuál fue la primera y la última partitura que compró?
La primera fue Don Giovanni. Mi hermana me regaló el disco en 1985 ¡con Siepi, Corena, Della Casa, Dermota y dirigía Böhm! Compré la partitura para entender qué estaban cantando. Era la edición Ricordi. En ese entonces no podía saber que no era la versión “ideal”, pues la más fiel es sin duda la de Bärenreiter. La Scala me envió el pdf hace poco de Chiara y Serafina de Donizetti, porque se montará en Bérgamo y debo estudiarla, pero me la enviaron por trabajo… Pero la última que compré yo fue Adriana Lecouvreur, porque debuté el Michonnet antes de la pandemia. Es un rol maravilloso, apto para mi edad y a mi persona: los sentimientos que tiene un hombre de 58 años cuando se enamora de una joven casi con vergüenza; pensar que “estoy enamorado con la pasión de un veinteañero y no logro decírselo”, es increíble.
Como marca la tradición, para terminar la entrevista: ¿cuál es el aria para otro registro que se lamenta que no haya sido escrito para barítono?
¡’Ella giammai m’amò’! Para mí es un aria estrujadora, con tanta intimidad y mucha profundidad. El pensamiento de un viejo que se da cuenta que falló en el amor. Me imagino que cantarla te debe apretar el estómago. Como puedes ver me, gustan estos roles, porque la ópera habla de sentimientos y de profundidad humana. La he cantado jugando y bromeando, pero nunca de manera profesional.
Más que arias, hay frases que me conmueven demasiado. Por ejemplo en L’elisir d’amore hay frases como: (cantando) ‘Adina credimi, te ne scongiuro. Non puoi sposarlo, te ne assicuro’ (“Adina, créeme, te lo suplico, no puedes casarte, te lo aseguro”), ¡que te dejan sin aliento!
Quisiera agregar algo: a veces deberíamos ser más flexibles y poder transportar las arias. Yo transportaría las arias, por ejemplo ‘Ella giammai m’amò’ para barítono, ¡y poder cantarla en un concierto! (ríe). Yo bajaría un tono ‘Una furtiva lagrima’ para interpretarla como bis. En la época de Rossini se hacía con normalidad y era aceptado; actualmente debería de poderse también.