Ricardo Estrada: “Se hace camino al andar”

Ricardo Estrada: «Cuando salí de la secundaria, supe que quería cantar ópera» © Nayeli García

En la actualidad, forma parte de Solistas Ensamble, agrupación perteneciente al Instituto Nacional de Bellas Artes. En su joven carrera ha tenido oportunidad de participar en diversos proyectos que lo mantienen en desarrollo y que van desde ópera para niños, hasta títulos contemporáneos del siglo XX y XXI, lo cual le da cierta distinción al repertorio que ha abordado.

“Nací y me crié en Torreón, Coahuila. Soy norteño, le voy al Santos y me encantan las gorditas de harina y la carne asada”, relata el tenor Ricardo Estrada en entrevista exclusiva para los lectores de Pro Ópera. 

El tenor no considera que su gusto por la música haya surgido de un día para otro. Más bien, considera, “era defecto de fábrica desde que nací, pues a mi papá le encanta la música. Es el tío que llegaba a las reuniones con su guitarra y cancioneros; el que no suelta el karaoke y aquél al que le decían que se echara una canción cuando había grupos en las fiestas”.

Como anécdota que comprueba su historia, Ricardo cuenta que mientras su padre tocaba y cantaba en una reunión, él pateaba la panza de su madre desde sus adentros. “Una vez depositado en el mundo exterior, y como cualquier niño, aprendí por ósmosis las canciones que interpretaba mi papá. Me gustaba escucharlo y más temprano que tarde yo ya era el niño que cantaba, bailaba o hacía gracias en la familia. Aunque empírico y sin nada que me ligara a la música académica, creo que siempre fui un sujeto muy musical”, evalúa el entrevistado.

¿Cómo se dio tu proceso de descubrimiento vocal y las primeras etapas de tu formación musical, que en cierta forma también significó dejar de lado actividades de cualquier adolescente que gusta, por ejemplo, del futbol como es tu caso?
Siempre fui un niño muy activo. Si no era el futbol, era el tae kwon do, la guitarra, la banda de guerra o alguna otra actividad extra-escolar. Me gustaba mucho la música, pero de niño jamás me pasó por la cabeza ir a clases de canto. En todo caso quería una guitarra eléctrica y ser estrella de rock, pero cantar no figuraba entre mis opciones. Jugué futbol muchos años (aún juego los lunes), tal vez toda la primaria y secundaria con algunos intermedios. Siempre fui muy malo en ello, pero me gustaba el deporte y el ambiente con mis amigos.

Pero cuando tenía como 13 años, mi papá me convenció de entrar con él en un coro navideño en la iglesia. Un día, en el carro, camino al ensayo y escuchando un casete de Andrea Bocelli, entre jugando, imitando y a manera de reto, me aventé el famoso “volaré” largo del final de la canción “Por ti volaré”. Lo demás es historia.

Accedí a ir a las clases de canto un poco por curiosidad y otro poco por el morbo de comprobar qué podía hacer. Me empezó a gustar mi voz y lo que iba conociendo de la música clásica y el canto. Por otra parte, y siguiendo la línea de videos sugeridos por YouTube, el Bocelli de su carrera temprana me llevó a las arias de tenor; las arias de tenor a Luciano Pavarotti y a Plácido Domingo; ellos dos a Los 3 Tenores; ellos a José Carreras y así la línea se extendió. Para cuando salí de la secundaria, supe que quería cantar ópera.

Edgar Gil (Buonafed) y Ricardo Estrada (Ecclitico) en Il mondo della luna de Haydn

¿Cómo percibiste el quehacer musical, y en todo caso lírico, en tu natal Coahuila, donde sé que participaste en diversas actividades corales; y cuál fue tu perspectiva para mudarte a la Ciudad de México?
Mis primeras clases en Torreón fueron con el maestro Evodio Seáñez, un gran tenor lagunero. Creo que caí en buenas manos, porque por mi edad me cuidaba mucho y gracias a su guía yo gritaba feliz mientras jugaba a ser tenor en la sala de mi casa. Un par de años más tarde entré en el coro del maestro Francisco Valdés Barba. Ahí fue donde conocí la ópera y tuve mis primeras oportunidades para cantar como parte de varias puestas en escena. Estuve toda la prepa con él y en esos años participé en los coros de Carmina Burana, Carmen, Die Zauberflöte y la Novena Sinfonía de Beethoven, entre otras obras.

Debuté a los 15 años como el Saboyano en la zarzuela Luisa Fernanda con la Camerata de Coahuila y el maestro Ramón Shade. A la par de mi estancia en el coro, comencé mis estudios musicales más formales con el maestro Gabriel Robles, en la Escuela Municipal de Música Silvestre Revueltas en Gómez Palacio, Durango. Fue todo esto lo que me hizo enamorarme del género y querer continuar mis estudios. Sin embargo, Torreón no cuenta con una escuela de música profesional, por lo que la única opción para continuar con mi preparación era salir de la ciudad. Las escuelas de música más cercanas eran la UAdeC de Saltillo y la Superior de Monterrey, pero mi intuición me decía que, si el Palacio de Bellas Artes estaba en el entonces DF, seguramente era el lugar donde podría encontrar más oportunidades de desarrollo. Así fue como terminé en la Ciudad de México.

¿Qué puedes comentarme sobre tu proceso académico en la Escuela Superior de Música, ya en la capital, y de algunos otros estudios como el diplomado de Lied que cursaste con el maestro Francisco Araiza? ¿Con quién más estudiaste?
Entré en la Superior de Música en 2013; la mayor parte de mis estudios fueron con Héctor Sosa. Fue mi maestro por tres años y medio y fue quien cuidó casi todo mi proceso en la escuela. Él ha sido una de las personas que más ha contribuido a mi gusto operístico. Siempre me incitó a escuchar cantantes; me regalaba discos y tuve muchas pláticas con él sobre la ópera en el país y la historia del canto. 

Creo que gran parte de mi criterio y gusto musical (particularmente por los cantantes y más puntualmente por los tenores) lo debo y agradezco al maestro Sosa. Fue él quien me mandó a la audición para el diplomado en Lied del maestro Araiza. En 2016, el Conservatorio extendió la invitación para el diplomado a la Escuela Superior de Música y el maestro Héctor me preparó y me anotó en la lista para hacer audición. Gracias a eso y a la selección del maestro Araiza, tuve la oportunidad de estudiar un año completo con él. Esto marcó un antes y un después en mi percepción del canto, en la asimilación y el nivel de trabajo, así como en la exigencia y compromiso con la música vocal y el repertorio. Fue un honor ser parte de sus clases y tener la fortuna de compartir y aprender de alguien como él. De hecho, la primera vez que pisé el escenario del Teatro del Palacio de Bellas Artes fue por el cierre de su cátedra, cuando cantamos entre los siete tenores de la clase el ciclo Winterreise de Schubert, una experiencia que jamás olvidaré. Mis otros dos queridos maestros y partes fundamentales también de mi paso por la Superior fueron la maestra Amelia Sierra y el maestro Mario Alberto Hernández.

Pertenecí casi tres años al Ensamble Escénico Vocal del Sistema Nacional de Fomento Musical y fui parte del Opera Studio Beckmann, en Guadalajara, donde pude tomar masterclasses con maestros como Carlos Conde, Vincenzo Spatola, Iván López Reynoso, Nancy Fabiola Herrera e Isabel Costes, entre otros. He tenido la fortuna de trabajar con muchos de los mejores coaches del país como Ángel Rodríguez, Sergio Vázquez, André Sarre y la maestra Teresa Rodríguez. Recientemente tuve la oportunidad de conocer y trabajar con el maestro Enrique Patrón de Rueda en Mazatlán.

Don Ottavio en Don Giovanni en el Cenart © Pili Pala

Entiendo que en aquellos años participaste en algunos proyectos operísticos infantiles. ¿Qué recuerdas de esa etapa?
Mi debut en un proyecto operístico profesional en la Ciudad de México fue con El día que María perdió la voz de la maestra Marcela Rodríguez, quien en conjunto con mi maestro Rodrigo Cadet me dieron la oportunidad de cantar mi primer protagónico en una ópera infantil, contemporánea y mexicana. Estrenamos en 2016 en el Teatro de la Ciudad y de ahí vinieron un par de temporadas en el Centro Cultural del Bosque, donde interpreté al niño Manuel en muchas funciones. Fue un proceso muy divertido y enriquecedor que me dio herramientas bastante sólidas para afrontar después roles más difíciles en versiones “infantiles”.

Fuera de las óperas infantiles como tal, y ya en el terreno profesional, debo mucha de mi formación a la confianza del maestro Cesar Piña, quien desde que era muy joven me consideró para varios papeles importantes en sus producciones, además de poder aprender directamente de muchos de mis colegas y compañeros que más admiro a la fecha.

Gracias a “Érase una vez producciones”, he tenido la oportunidad de cantar los solos de tenor de El niño y los sortilegios de Ravel; el Molinero de El gato con botas de Montsalvatge; Nemorino en L’elisir d’amore de Donizetti, Bastian y Monostatos en las óperas de Mozart, entre otros títulos y puestas en escena del maestro. Si bien no como “óperas infantiles», todo esto comenzó a suceder antes de que terminara la licenciatura en la Superior de Música.

Rinuccio en Gianni Schicchi de Puccini

¿Cuáles consideras que son los caminos y los retos para un joven cantante en México, que desea abrirse camino profesional y poder consolidar una carrera?
Los retos son muchos: competencia, falta de espacios y recursos, audiciones, costear clases, coachings y cursos, o darse a conocer, entre una larga lista de etcéteras. Pero uno en particular creo que es aprender a ser paciente y comprometido con tu proceso. A mí me ha costado mucho. Ser inteligente y saber cuándo sí y cuándo no; conocer nuestras facultades, pero también nuestras limitantes. Respetar tus tiempos y entender que la carrera es de resistencia y no de velocidad.

Ahora bien, los caminos son muy distintos y variados. En mi caso, creo que la parte fundamental para comenzar a construir una carrera fue el arrojo y el tiempo. Empecé la licenciatura a los 18 años y me gradué de 23. Cuando terminaba mis clases del día, me le acercaba al maestro Mario Alberto y pegábamos de gritos hasta que algo bueno salía.

Por otra parte, escuchar música y cantantes siempre ha sido de mis actividades favoritas. Nunca fui el cantante más brillante, pero sí era el niño que le entraba a todo: me invitaban a hacer coros, hacía coros; audiciones internas para algo escolar, las hacía; si mis amigos de grados más avanzados necesitaban un “Per voi…” “La cena è pronta…” o derivados, también me apuntaba.

Dentro de la escuela me aprendí muchos papeles chiquitos y grandes: desde el Tío de L’occasione fa il ladro de Rossini, hasta el Alfredo de La traviata. Mi primer Don Ottavio fue ahí y también mis primeros solos en oratorios como el Magnificat de Bach. Así fue como empecé a tener mis primeras recomendaciones e invitaciones fuera de la escuela. Todas estas cosas ayudan a que te vean como una persona de confianza, que se aprende las cosas y que le gusta trabajar. Creo que fuera de romantizar la carrera, los sueños (muchas veces sin pies ni cabeza), los procesos u obstáculos se sortean cuando el gusto es genuino y tu trabajo es constante. “Se hace camino al andar”, como cantaba Joan Manuel Serrat.

¿Cómo fue tu ingreso a Solistas Ensamble y profesionalmente qué ha significado tu participación en los numerosos programas que presenta la agrupación?
Justamente, volviendo a las preguntas anteriores y hablando un poco de los caminos que uno construye, fue el maestro Christian Gohmer quien dirigió El niño y los sortilegios junto con el maestro César Piña. Las funciones fueron en el Teatro de las Artes y los cantantes éramos muchos y de varias generaciones. Creo que yo era el más joven y el único que el maestro Christian no conocía. Quiero creer que le gustó mi voz desde el principio, porque además de felicitarme y guiarme en esa producción, me empezó a invitar a futuros proyectos suyos como parte del coro.

Después de mi periodo de prueba en producciones como Las bodas de Stravinski en la Sala Nezahualcóyotl y El sueño de Geronte de Elgar en Bellas Artes, donde preparó al coro, me invitó a hacer audición para Solistas Ensamble porque necesitaban un tenor. Esto fue a finales del 2019 y yo no sabía ni por cuánto tiempo iba, pero hice audición y me quedé. Desde entonces el ensamble me ha brindado innumerables oportunidades de crecimiento y formación como artista (en grupo y como solista). Los programas han sido muy variados y han representado retos no solo vocales sino musicales. He tenido la oportunidad de cantar en recintos y festivales muy importantes y acompañado de músicos y agrupaciones extraordinarias.

Recital en Torreón

¿Puedes hablarme de los principales proyectos que has tenido como solista, justamente, en Solistas Ensamble? Te recuerdo en varias óperas y programas líricos, he de decir que en roles que se salen del repertorio más típico, al menos en nuestro país, lo que le da un valor particular a tu trayectoria…
Afortunadamente se me han confiado muchos momentos importantes como parte de la agrupación en estos años. He tenido la oportunidad de cantar con la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, en la sala principal del Palacio, solos del Oratorio de Navidad de Saint-Säens; mi compañero Ángel Ruz y yo presentamos el ciclo de canciones On Wenlock Edge de Vaughan Williams en el mismo recinto; canté el tenor solista de la cantata Catulli Carmina de Orff en otro de nuestros conciertos y el pasado diciembre participé como solista con la Orquesta Sinfónica Nacional en el último concierto de la temporada con el Mesías de Händel.

En cuanto a la ópera, he tenido la oportunidad de cantar el Rinuccio de Gianni Schicchi de Puccini y el rol de Ecclitico en El mundo de la Luna de Haydn. He podido participar tocando percusiones y guitarra en algunos de nuestros conciertos y colaborar en muchos programas de la agrupación como solista y como ensamble. En unos días, tendré la fortuna de repetir el solo de Catulli Carmina y me estrenaré como el tenor solista de Las bodas de Stravinsky. Efectivamente, muchos de estos programas se salen del repertorio típico en el país y creo que esto es una oportunidad increíble de poner la voz al servicio de la música en sus distintas épocas y estilos, logrando un bagaje musical importante que siempre suma a la hora de enfrentarse al repertorio vocal más convencional.

Curiosamente, te ubico o recuerdo más en el escenario que en concursos de canto, como sería el caso de muchos cantantes de tu generación. ¿Qué me dices de ello?
Pienso que los concursos son un escaparate complicado porque están sujetos a muchos criterios y no es fácil evaluar el desempeño artístico y vocal como en una carrera o un evento deportivo. Sin embargo, los considero muy necesarios para el desarrollo de un cantante, particularmente por el aplomo que requiere estar ahí. De hecho, me estoy preparando mucho mejor porque el año que entra quiero tener mejores resultados en los certámenes. En mi paso por la Superior obtuve el segundo lugar en el concurso interno Maritza Alemán y en 2021 gané el primer lugar en el Sexto Concurso de Canto Linus Lerner. He participado un par de veces en el Morelli; la primera vez a los 21años, sin mucho éxito; y la segunda vez en el 2021, en la que me quedé en la semifinal. Me encantaría hacerme presente en una final antes de que la edad no me lo permita así que seguimos trabajando en aras de ese objetivo, espero poder palomearlo pronto.

Messiah de Händel con la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Enrique Diemecke © Georgina Muñoz Ibáñez

¿Cómo describirías tu voz y sus características? ¿Cuál es el repertorio que al que le viene bien?
Creo que mi voz es la de un tenor lírico joven, brillante y flexible. Me gusta mucho porque considero que el repertorio que puedo abarcar es amplio y, con la edad, la madurez y un trabajo adecuado, se puede extender más. Por ahora, considero que el repertorio operístico que mejor le viene a mi voz son roles como Don Ottavio, Tamino, Nemorino, Il Duca, Alfredo, Rinuccio o Roméo.

¿Cuáles son tus planes próximos para seguir desarrollando tu trayectoria artística?
Justo en estos momentos estoy viviendo un nuevo proceso vocal que me entusiasma mucho. Quiero llevarlo de la manera más disciplinada posible para que me ayude a acercarme a mis siguientes objetivos: consolidar una técnica solvente y sana que me permita desarrollar la mejor versión de mi canto y de mi voz; obtener mejores resultados en mis próximos concursos y me gustaría mucho tener la oportunidad de salir pronto del país para probar suerte.

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