
Bizet: 20 Songs, Op. 21— Justina Gringytė
Justina Gringytė (mezzo-soprano,
Malcolm Martineau (piano)
ONDINE CD
Este 2025 se conmemoran los 150 años de la muerte del gran compositor francés, Georges Bizet. Su carrera duró un poco más de 20 años y, a pesar de su muerte a la edad de 36 años, el joven compositor escribió una gran cantidad de obras: óperas y operetas, sinfonías, cantatas, música incidental, obras para piano y canciones, con una enorme calidad melódica, la cual muestra la sensibilidad a flor de piel del compositor parisino.
En el mundo de la lírica es gracias a Carmen que se inmortalizó su nombre, aun cuando en vida nunca supo del éxito que tendría dicha ópera en los años después de su estreno. Le sigue en fama su ópera Les pêcheurs de perles y ya después sus demás obras que, gracias a este aniversario luctuoso, están saliendo a la luz con grabaciones que están haciéndole justicia y que las están rescatando del olvido.
Una de estas importantes grabaciones es la que realizó en el sello Ondine este año la mezzosoprano lituana Justina Gringytė al lado del connotado pianista acompañante Malcolm Martineau, en la que interpreta las 20 Mélodies, Op. 21 de Bizet. Son veinte canciones con letras de poetas y libretistas franceses entre los que destacan Victor Hugo, Michel Carré, Lamartine, entre otros, que fueron escritas entre 1854 y 1872.
El editor Antoine Choudens recopiló las melodías en orden no cronológico para publicar esta colección. Cualquiera que conozca estas canciones, una colección que incluye numerosas obras maestras, se preguntará cómo se pudo mantener en la oscuridad esta música de tan innegable calidad. Sin duda, estas canciones deben considerarse entre las obras más representativas de Bizet.
Cada una de las canciones tiene una personalidad musical propia; aunado al acompañamiento pianístico de gran belleza (recordemos que Bizet era un virtuoso de dicho instrumento), la palabra y la melodía en cada una se entrelazan de una manera orgánica, haciendo que cada historia que cuenta en ellas esté llena de colores, matices y sabores, creando atmósferas diversas.
Inicia el disco con ‘Chanson d’avril’ (1866), con un texto de Louis Bouilhet y que Bizet compuso para la mezzosoprano Anna Banderali. La voz de Gringytė es cremosa, oscura, con un canto lírico adaptado muy bien al estilo de las canciones, sin sonar “operística”. Martineau toca de manera fluida y, en esta canción, lleva muy bien el tempo acelerado para dar oportunidad a la intérprete de poder cantar el texto de manera clara y expresiva.
Sigue la bellísima canción ‘Le matin’ con texto de Louis Gallet; es más conocida como la sección andantino de la Pastoral (originalmente con coro) del segundo acto de la música incidental de la obra de Alphonse Daudet, L’Arlésienne, que Bizet compuso en 1872. Es la primera de cuatro canciones que Bizet usó dentro de obras de teatro, siendo las otras la 6, 10 y 18. Tiene un sabor algo español, un texto muy poético que se funde bien con el acompañamiento sutil del piano. Gringytė colorea muy bien cada frase y su atención a las rimas del texto es certera, ya que en ellas también está la música. La voz de la mezzo lituana es rica y redonda en el registro central, además de poseer agudos brillantes y un muy buen registro de pecho. El sonido del piano en esta canción es cristalino, elegante y juguetón.
Continúa con ‘Vieille chanson’ con texto de Charles-Hubert Millevoye, compuesta en 1865. Gringytė la canta de una manera que respeta el hecho de que está contando un cuento y le da ese carácter ligero, fraseando bellamente y con muy buenos trinos. Hace muy bien la distinción entre las distintas voces que cita en el relato.
La fascinación de muchos compositores franceses por las culturas de Oriente se plasmaba en sus obras, componiendo música que podríamos llamar como representativa de la imagen sonora que ellos tenían de esas civilizaciones. En la canción ‘Adieux de l’hotesse arabe’ (1867), con un texto sacado de la obra de Victor Hugo Les orientales, es la más famosa de este ciclo de 20 canciones. Se trata del adiós de una mujer árabe a su amante europeo que se va rumbo al desierto. La música de Bizet en esta canción da toda la atmósfera de un país lejano, mágico, misterioso y con cierto toque arabesco. El registro central y grave de Gringytė luce al máximo; va creando con la voz esa tensión y pena de ver a su amor alejarse. Es una de las canciones con sabor más operístico, pero que conserva esa intimidad de una pieza que se canta en una soirée privada. El piano imita la pesadez y sufrimiento del adiós de la mujer al amado, culminando con una especie de morrendo que uno como escucha no se espera pero que cautiva.
20 Songs, Op. 21: No. 4, ‘Adieux de l’hôtesse arabe’
Continúa con ‘Rêve de la bien-aimée’ (1868), con un texto de Louis de Courmont; todas las canciones tienen muchos detalles, como acentos, colores o matices en ciertas palabras que remarcan ciertos elementos del texto, y aquí notamos cómo Gringytė pone mucha atención a palabras claves del poema. Nos lleva por el viaje del narrador que va desde una ensoñación hasta un clímax que explota en un crescendo para luego aterrizar. La sexta canción ‘J’aime l’amour’ surge de la ópera cómica Djamileh de Bizet, estrenada en 1871, con libreto de Louis Gallet. Habla sobre las diferencias entre la mujeres moras, judías y griegas de una manera pícara, con toques líricos, evocando también este mundo tan misterioso, atractivo y lejano del oriente. Gringytė degusta el texto con buen gusto y luce su aterciopelado timbre.
20 Songs, Op. 21: No. 6, ‘J’aime l’amour’
En ‘Vous ne priez pas!’ (1872) es una adaptación de un poema de Casimir Delavigne titulado L’Âme en purgatoire. Bizet le dedicó esta canción a Julie, esposa del compositor Edouard Laló. Esta es una gran oportunidad para lucir el rango vocal y las dinámicas de pianissimi a fortissimi para la mezzo que interprete esta canción. Gringytė sale victoriosa del reto y le aporta su toque personal a la expresividad y matices. Martineau de nuevo “canta” con el piano, haciendo un dueto de emotividad conjunta con la voz de la mezzosoprano lituana. Ambos priorizan contar los sentimientos y crear la atmósfera de cada canción; la música surge de textos realmente bellos y poéticos.
Lo mismo puede decirse de la canción ‘Ma vie a son secret’, con texto de Félix Arvers, compuesta en 1868. Gringytė canta con mucha expresividad, dejando salir la emoción a flor de piel que hay en la melodía que refuerza también el magnífico acompañamiento de Martineau. La novena canción es ‘Pastorale’ (1868), con un texto de Jean-François Regnard; de tono más ligero, y crea un buen balance emocional para el oyente. Curiosamente, la voz lleva la melodía sensual y el piano insinúa ligereza y cierta picardía. En varias de estas canciones nos gusta escuchar que Gringytė tiene muy buen trino y lo sabe lucir.
La décima canción está basada en la serenata de Nadir del acto II (antes del dueto con Leila) de Les pêcheurs de perles y se titula ‘Sérénade’ (1863); el texto es de uno de los grandes libretistas de la ópera francesa, Michel Carré. El acompañamiento del piano imita el sonido de un arpa que acompaña a la voz de manera discreta pero muy lírica; Gringytė canta con refinamiento, creando un momento en donde la voz hipnotiza y atrae al oyente a un mundo lejano y misterioso.
20 Songs, Op. 21: No. 10, ‘Sérénade’
‘Berceuse (sur un vieil air)’ (1868) es la versión que Bizet hace de un poema de Marceline Desbordes Valmore, a quien Rimbaud describió como la poetisa más talentosa desde Safo. El piano da la sensación de una cuna que se está meciendo, ya que esta es una canción para un bebé. La mezzo lituana canta con un color más ligero, adecuándose al estilo de una canción de cuna, siendo sutil y tierna en su interpretación. ‘La chanson du fou’ (1868) es una versión de un texto de Victor Hugo, originalmente un número cantado por el personaje de El loco en el acto 4 de su obra Cromwell, y reutilizada como la canción número 12 del Opus 21. Escuchamos una atmósfera más sombría, muy teatral en su forma de entrelazar las palabras con la música. Bizet deja a la voz interpretar esta canción como si fuese un monólogo de una obra teatral.
20 Songs, Op. 21: No. 12, ‘La chanson du fou’
Sigue ‘Absence’ (1872), con un texto de Théophile Gautier, que colaboró también con Hector Berlioz. Es una de las canciones más intensas en cuanto a la manera en que Bizet deja que la intérprete puede exteriorizar la añoranza por la ausencia de la persona amada. Muy bien por la manera tan emotiva con la que Gringytė la canta, siempre atenta a plasmar el sentimiento sin exagerar ni excederse en la intensidad. En ‘Douce mer’ (1866-77), con texto de Alphonse de Lamartine, está escrita en estilo de una barcarola. El piano imita el ir y venir de las olas del mar, con una atmósfera llena de calma y añoranza. Gringytė muestra una línea de canto de gran refinamiento en las frases que flotan sobre el océano que ilustra suavemente en el teclado Martineau.
20 Songs, Op. 21: No. 14, ‘Douce mer’
Continúa con ‘Après l’hiver’ (1866-77), otra canción que musicalizó Bizet con texto de Victor Hugo. Está llena de energía, chispa y fluye bellamente. ‘La coccinelle’ (1868), basada en un poema erótico, también de Victor Hugo, es de tono pícaro y con toques de sensualidad, casi en estilo de una opereta. Muy bien por Gringytė al cantarla con buen humor, divirtiéndose con el texto, sabiendo el estilo más ligero de la pieza, culminando con un final muy lírico.
En ‘Chant d’amour!’ (1870-71) Bizet compone tres de los cuatro versos de Alphonse Lamartine, omitiendo la tercera estrofa. Gringytė canta con pasión y expresividad, dominando los matices y colores de cada frase. La canción ‘Je n’en dirai rien!’ viene de la ópera La jolie fille de Perth (1867) y es cantada por Mab, reina de los gitanos en el acto II. La letra es de Jules Henri St-Georges, pero el libreto de la ópera en sí fue de Jules Adenis. Muy ligera y melódica, de nuevo contrasta con las canciones anteriores más intensas. Le queda muy bien a Gringytė este tipo de canciones para mostrar sus graves y su habilidad para “recitar cantando”. ‘L’esprit saint’ (1869) es una versión de un texto religioso titulado Invocación al Espíritu Santo, de un popular compendio de himnos: Las cánticas de San Sulpicio. La pieza es muy introspectiva, llena de fervor y el sentimiento de una plegaria desesperada.
20 Songs, Op. 21: No. 19, ‘L’esprit saint’
Cierra el disco con ‘Tarentelle’ (1869), con texto de Édouard Pailleron. Se asocia esta canción con la soprano sueca Christine Nilsson por el virtuosismo vocal que requiere para ser interpretada. Gringytė canta muy bien las agilidades de esta canción que requiere flexibilidad vocal y estilística no solo para la intérprete vocal, sino también para el pianista. De nuevo el pianista escocés y la mezzosoprano lituana hacen lucir al máximo la canción. Un trabajo excelente de Justina Gringytė al dar a conocer estas canciones en este año tan especial al lado de un pianista tan connotado como Malcolm Martineau.
Mención especial merece el maestro Carlos Aransay (director artístico del Coro de Madrigalistas de Bellas Artes de México), quien formó parte de este proyecto como asesor vocal.
Un disco muy recomendable para conocer estar joyas musicales escritas por George Bizet, mostrando al mundo su talento no solo para componer óperas memorables sino también momentos inolvidables en estas canciones.