?? Halka en Viena

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Diciembre 17, 2019. Los 200 años del nacimiento del padre de la ópera polaca, Stanisław Moniuszko, están en el origen de esta colaboración entre el Teatro Wielki de Varsovia y el teatro más arriesgado en el aspecto lírico de Viena, el Theater an der Wien, que ha decidido no ignorar este aniversario. No se han escatimado medios, y la producción del célebre Mariusz Trelinski —arbitraria como siempre (estamos en un hotel de la Polonia de 1970-1980, pero con un texto y una música que dicen otra cosa)—, si se la mira en sí misma, es coherente e interesante. 

Corinne Winters (Halka) y Piotr Beczała (Jontek) en Viena

El caso es que esta es una ópera romántica, de 1858, con una orquestación sensacional, una música magnífica con varias influencias (la de Weber es la más evidente) y un texto típico de la época, cuyo principal defecto es que no resulta particularmente dramático, a pesar del movimiento en un escenario giratorio, el intento de reconstrucción de una muerte como si se tratara de un policial, los movimientos coreográficos tímidamente rockeros y los vestuarios acordes con la (nueva) época. 

El argumento es una variante más de la joven de provincia engañada por el poderoso del lugar, defendida y protegida por el compañero de su infancia enamorado de ella, que no acepta la decepción de un casamiento de clase y está además embarazada, por lo que termina suicidándose. En este contexto, que un coro se rebele contra sus amos sería fantástico, si las palabras se pudieran torcer, pero no, y al menos no las han cambiado o suprimido como suele hacerse ahora.

Musicalmente fue notable, empezando por la prestación de la orquesta y la dirección de Lukasz Borowicz, un gran especialista que supo encontrar la expresividad justa y atender a los artistas. El coro estuvo un tanto vacilante a veces, supongo que por la dificultad de la lengua, ya que suele ser un elemento de primer orden. Los bailarines fueron absolutamente superlativos para una coreografía congruente con la puesta en escena. 

Por supuesto, quien dominó la escena fue un Piotr Beczała en su cénit vocal, pese a que su Jontek vistiera —a veces— de camarero del hotel. Sus dos arias fueron recibidas con grandes aplausos (la segunda es mucho más larga y difícil), pero cada intervención, cada frase, y su participación en el único gran concertante (muy logrado) fueron motivo continuo de admiración. Corinne Winters interpretó de modo excepcional a la protagonista, y vocalmente lo hizo bien, afirmándose durante la velada, aunque el extremo agudo es muy metálico. Como Janusz, Tomasz Konieczny es una voz inmensa, casi más de bajo, pero para este tipo de ópera su emisión irregular, sus cambios de color y su agudo muchas veces gritado no con lo ideal, aunque también él es un notable actor. Los demás no están muy exigidos, pero destacó por voz Alexey Tikhomirov como el padre de la desposada, que es uno de los personajes que en la obra quedan a mitad de camino, como la propia novia, una Natalia Kawalek mejor como actriz que como cantante. Bien, el mayordomo Dziemba de Lukas Jakobski, que probablemente también habría podido tener mayor relieve. 

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