Alexina B. en Barcelona

Escena del estreno mundial de Alexina B., con la mezzo Lídia Vinyes-Curtis en el Teatro Liceu de Barcelona © Antoni Bofill

Marzo 18, 2023. Alexina B. es una nueva ópera compuesta por Raquel García-Tomás sobre un libreto en francés de Irène Gayraud, tomado del diario de un caso real de hermafroditismo en Francia en el siglo XIX, en el cual una mujer termina cambiando oficialmente de sexo cuando ya es un joven adulto, pero eso no le permite encontrar su lugar ni hacer frente al escándalo pese al apoyo de su madre, su novia y su futura suegra (a las que conoce cuando va a trabajar como institutriz de un pensionado femenino). Finalmente se suicida y allí comienza la acción que se convierte en un relato que va desde el fin de la infancia hasta la decisión de quitarse la vida.

En la primera de las tres funciones había mucho público (los huecos se advertían en los pisos superiores) y casi nadie dejó su lugar vacío luego de la pausa. Se trata de dos partes en 65 y 70 minutos, y sin duda, en especial en la primera, podrían haber sido algunos menos. Pero aparte de la corrección política de todo el espectáculo, la música es apreciable (un tanto repetitiva, asimismo también en la primera parte), se escribe bien para la voz —sea recitada o cantada— y la señal es que se entiende bastante bien el texto sin necesidad de los sobretítulos. 

Como “teatro” le cuesta despegar, y en ese sentido es superior también la segunda parte. En la primera hay un dueto un tanto largo y para mí poco interesante entre la protagonista y su novia Sara, y una primera escena donde poner en música cantada la descripción del hermafroditismo no parece el summum, pero el acto concluye con una breve canción muy bella a voz sola. Hay entonces algo así como “formas cerradas” y destacaría sobre todo dos momentos: el aria de Sara en el primer acto, y sobre todo el de la madre en el segundo (único momento aplaudido en el transcurso de la representación). Está bien eso de acumular papeles más o menos secundarios para una misma voz (sin duda económicamente algo rentable), pero el uso de voces femeninas y una sola masculina —obviamente contratenor, no sea que encontremos una voz “demasiado’ viril”— genera seguramente cierta monotonía y personalmente cierto cansancio. Aunque los altavoces son útiles para los momentos de música grabada, no me pareció ideal el contraste o equilibrio con el canto directo, que a veces parecía un tanto “contaminado” (alguna voz nunca se ha escuchado tanto ni tan bien en la sala). 

Aclaro que no he leído ni escuchado el abundante material que el Liceu envía cada vez, no porque no me haga falta, sino porque prefiero escribir mi impresión directa (así como no leo las declaraciones de los directores de escena sobre cómo interpretar sus peculiares ideas sobre las obras de las que se apropian). Aquí la puesta en escena de Marta Pazos relató bien la historia y usó gestos adecuados (las excesivas contorsiones de algún personaje o los gestos mecánicos de la madre de Sara pueden tener su explicación, aunque los encontré exagerados). Sólo encontré superfluos los disfraces de las niñas en la escena final. Las luces de Nuno Meira fueron buenas y los decorados (con alegría volví a encontrar los viejos telones pintados) de Max Glaenzel resultaron adecuadísimos, así como el vestuario de Silvia Delagneau. El sonido se debió a Sixto Cámara y los videos fueron de la propia compositora.

Muy bien las voces (pupilas del convento y alumnas del internado) del Cor Vivaldi – Petits Cantors de Catalunya, preparados por Cèsar Boada y excelente la actuación de la orquesta bajo la dúctil batuta de Ernest Martínez-Izquierdo. 

La protagonista como Alexina/Abel Barbin fue la mezzo Lídia Vinyes-Curtis en su mejor trabajo hasta el momento en todos los aspectos (y hay momentos duros como los reconocimientos médicos). Tampoco escuché nunca tan bien a Elena Copons como madre de la protagonista, también su casi suegra y el policía que encuentra el cadáver en la escena inicial.

No creo haber escuchado hasta ahora en un papel de importancia a Alicia Amo, que fue una excelente Sara. Xavier Sabata es ideal para este tipo de obras y personajes (aquí los tres distintos médicos, el abate, único personaje realmente negativo en toda la obra). Y finalmente, Mar Esteve se encargó de la protagonista de niña, su amiga de infancia Léa, una pupila del convento y una alumna del internado.

El proyecto fue realizado con una Beca Leonardo a Investigadores y Creadores Culturales 2020 de la Fundación BBVA, que ha patrocinado en exclusiva este espectáculo. Ya que con toda justicia hablamos mal de los bancos, alguna cosa buena que hacen también debe registrarse.

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