Il barbiere di Siviglia en Viena

Cecilia Molinari (Rosina) y Mattia Olivieri (Figaro) debutaron en Viena con Il barbiere di Siviglia © Michael Pöhn

Junio 9, 2022. El nuevo espectáculo ideado por Herbert Fritsch para la obra más popular de Gioachino Rossini, sin más decorados que telones plásticos de colores y con proyecciones también coloridas (destaca, no sé por qué, la bandera italiana), puede aceptarse durante la obertura hasta que aparecen los personajes. Vestidos de modo ridículo y debiendo comportarse del mismo modo, moviéndose frenéticamente todo el tiempo y muchas veces en puntas de pie, el tono grotesco está asegurado y sólo de los intérpretes depende —por suerte— tratar de remediar el desaguisado. Hay un ‘factotum’, pero no el barbero del título, sino el Ambrogio de Sebastian Wendelin (merecedor de los aplausos porque no descansa un solo segundo mimando lo que sucede, anticipándolo o comentándolo).

La ejecución musical, completísima, no tuvo demasiada suerte con Stefano Montanari, que eligió líneas gruesas y desencadenó un verdadero infierno de decibelios en los crescendi (que no lo fueron), con algunos tiempos algo exóticos para las voces. No tuvo en cuenta la enorme abertura del foso ni que el espectáculo era totalmente abierto. La orquesta, por supuesto, sonó bien, y el coro cantó, y sobre todo se movió, como se le pidió (bajo la supervisión de Martin Schebesta). 

Juan Diego Flórez (Almaviva) © Michael Pöhn

Por suerte, hubo tres grandes cantantes y actores que conocían sus partes a la perfección y pudieron remediar eventuales desmanes. Juan Diego Flórez sigue siendo insuperable en este repertorio (obviamente con rondó final incluido) y no creo que nadie hoy pueda hacer mejor Almaviva. Su complicidad con Mattia Olivieri y Paolo Bordogna fue total, y si con el primero logró un difícil dúo (‘All’idea di quel metallo’), la connivencia con el segundo en las grandes escenas cómicas fue extraordinaria. El joven barítono italiano debutó en Viena y lo hizo con los mejores auspicios y un éxito atronador no sólo tras su cavatina de entrada. 

Bordogna es, si se quiere, un veterano de Don Bartolo, pero la voz sigue en óptima forma y la simpatía ha sido siempre uno de sus dones. Cecilia Molinari también se presentó por primera vez e hizo una buena Rosina, tal vez algo limitada en agudos y volumen, pero de buen centro y grave y muy decidida como actriz. Un reemplazo de último momento fue el Basilio de Ilja Kazakov, un joven bajo miembro del Estudio de la Ópera, que lo hizo bien aunque su italiano es perfectible y la emisión a veces algo engolada. Colegas suyos tuvieron a su cargo las partes de Berta (Aurora Marthens, creo que buena pese a los gritos a los que la obligó la dirección de escena) y Fiorello (un simpático Stefan Astakhov, aunque con la voz colocada bastante atrás).

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