Il trovatore en Los Ángeles

Raehann Bryce-Davis (Azucena) y Limmie Pulliam (Manrico) © Cory Weaver/LA Opera

Septiembre 25, 2021. La Ópera de Los Ángeles inició una nueva temporada, lo que ya es motivo suficiente para celebrar, con un título emblemático como lo Il trovatore de Giuseppe Verdi. Se trató de una función repleta de altibajos que parecieron no corresponder a la emotiva ocasión: el retorno de la ópera escenificada con público a la ciudad, ni al prestigio que ha adquirido el teatro a través de su corta, pero prolífica historia, que hoy lo ubican como la cuarta compañía en importancia en Norteamérica, detrás de los teatros de Nueva York, Chicago y San Francisco. 

Los nombres de reconocidos cantantes, algo tan habitual en este escenario, en esta ocasión brillaron por su ausencia, aunque es justo considerar los imprevistos y las limitaciones migratorias y de viajes a las que hoy deben enfrentarse los teatros de este país, que además son autosuficientes y deben gestionar responsablemente sus recursos; y si bien los cantantes que se presentaron en función realizaron un desempeño loable, quedó la sensación de que vocalmente faltó mucho más.

El papel de Leonora fue encomendado a la soprano Guanqun Yu, quien careció de convicción escénica y pasión. Si bien su voz posee las cualidades suficientes para abordar adecuadamente el papel, su tenue proyección en ocasiones fue opacada por la densa orquestación. El tenor estadounidense Limmie Pulliam mostró un grato color de timbre y una placentera musicalidad, y si bien exhibió constancia de sus buenas cualidades vocales y artísticas, habrá que tener en cuenta el desarrollo y maduración de su carrera de cara al futuro. En el papel de Azucena, la mezzosoprano Raehann Bryce-Davis cantó con intensidad y enjundia vocal, con una voz amplia, profunda y oscura, además de que actuó con convicción e ímpetu. 

El experimentado barítono búlgaro Vladimir Stoyanov, en su primera aparición local, cumplió de manera destacada tanto en el aspecto vocal como en el escénico, dando vida a un arrogante y enérgico Conde de Luna. El bajo Morris Robinson también sobresalió en escena dando vida a Ferrando. Sin importar el papel que interprete, este artista siempre sabe siempre sacar lo mejor y relucir vocalmente. El resto de los cantantes cumplieron correctamente con sus papeles asignados y el coro, bajo la dirección de su titular Grant Gershon, se desempeñó con uniformidad y cohesión. 

Mención aparte merece la orquesta del teatro, que bajo la conducción de su titular James Conlon, a quien en días pasados se le extendió su contrato hasta la temporada 2024-2025, ha adquirido solidez en todas sus líneas. Se nota la mano del director quien, con aparente facilidad, sabe extraer los momentos más intensos de la orquestación y ha convertido a estos músicos en protagonistas de cada función y obra que aquí se ofrece. 

La parte escénica de la función, diseñada por Louis Désiré, pareció ser el aspecto menos convincente de la función. Si bien tuvo momentos visualmente atractivos, como el final, donde se combinan efectos audiovisuales con fuego real en escena, los conceptos abstractos y simbólicos —las tarimas que subían y bajaban al fondo del escenario, las paredes que se recorrían de un lado a otro del escenario, la caseta (una especie de prisión en el centro del escenario) dentro de la cual cantan Azucena y Manrico— resultaron poco entendibles y poco en línea con la trama de la obra. Hay momentos en los que es necesario innovar e introducir nuevas ideas escénicas, pero el teatro en ocasiones parece no comprender que gran sector del público aún es conservador. La dirección escénica de Francisco Negrín tuvo su dosis de sobreactuación y colocó a los cantantes en situaciones o movimientos que parecían incomodarlos, en detrimento de su canto y proyección. 

Lo bueno es que esto apenas comienza, y la balanceada temporada continuará con el regreso de una ópera wagneriana a este escenario: Tannhäuser (del 16 de octubre al 6 de noviembre), la ópera contemporánea Get Out de Michael Abels (del 29 al 31 de octubre), Alcina de Händel (del 2 al 5 de noviembre) y La Cenerentola de Rossini (del 20 de noviembre al 12 de diciembre). 

La temporada continuará durante el primer semestre de 2022 con La pasión de San Mateo de Bach (del 12 al 27 de marzo de 2022), dos recitales del tenor Javier Camarena (el 31 de marzo y el 2 de abril), la ópera contemporánea In Our Daughter’s Eyes de Du Yun (el 13 y 17 de abril), Aida de Verdi (del 21 de mayo al 12 de junio) y, para clausurar la temporada, The Brightness of Light, un ciclo de canciones de Kevin Puts interpretado por Renée Fleming y Rod Gilfry (el 18 de junio).

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