?? Joyce Di Donato en Barcelona

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Joyce Di Donato, acompañada por Craig Terry © Antoni Bofill

Enero 10, 2021. El ciclo «Grandes voces» ha vuelto al Palau de la Música Catalana con un concierto de la mezzosoprano Joyce Di Donato acompañada al piano por Craig Terry, autor asimismo de los arreglos de «Caro mio ben», «Se tu m’ami», «Star vicino» y «La vie en rose» —diría yo que no muy interesantes— y de «In my solitude» de Duke Wellington, donde las cosas fueron mucho mejor. Antes y después el nivel había sido otro, no solo porque la célebre cantante, con ese modo suyo y tan característico de su país de dirigirse a la audiencia, se mostró emocionada y feliz de volver a Barcelona y a cantar en público, sino también por sus conmovedoras palabras sobre el periodo de confinamiento, las preguntas que se hizo durante el mismo y las respuestas —si las hubo— que se encuentran solo en la música.

Así, abrió el programa con la cantata de Haydn Ariadna en Naxos (que en los últimos tiempos se oye finalmente con cierta frecuencia en los programas de concierto), interpretada de forma impecable y ‘teatral’, pero también dos arias barrocas de Cleopatra (una de Hasse, virtuosística: ‘Morte col fiero aspetto’; mientras la otra fue la conocida y emotiva ‘Piangerò la sorte mia’ de Händel. precedida —algo que valorar— por el recitativo ‘E pur così in un giorno’).

Hubo también lugar para tres de los maravillosos Rückert Lieder de Mahler, el sonriente ‘Ich atmet einen linden Duft’, el apasionado ‘Liebst du um Schönheit’ y en particular el desgarrador ‘Ich bin der Welt abhanden gekommen’, una de las cumbres del Lied a secas (su alemán, que es bueno, admite mejora sobre todo en la claridad de la articulación).

Al final, sin pausa por las medidas de la dichosa pandemia, hubo como bises un fragmento de música norteamericana para piano a cuatro manos donde la cantante se exhibió en modo más que favorable (el acompañante, Terry, es uno de esos pianistas inobjetables por su técnica, pero quizá más adecuado a la música vernácula), y luego dos must de la canción de autor norteamericana: ‘Over the rainbow’ de Harold Arlen y, extraordinaria, ‘I love a piano’ de Irving Berlin. La enorme sala (con su aforo reducido a la mitad) estuvo  moderadamente llena –como sucede con frecuencia en los conciertos de canto si no aparece un divo-divo o diva-diva), pero los aplausos fueron muy calurosos y agradecidos.

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