La dama de picas en Milán

Asmik Grigorian (Lisa) y Najmiddin Mavlyanov (Herman) en la Scala © Brescia e Amisano

Marzo 13, 2022. En este nuevo montaje de La dama de picas, obra maestra total de Piotr Ilich Chaikovski, el director de escena Matthias Hartmann pensó en fijar la atención sobre un personaje al que libreto solamente alude, pero que es el verdadero propulsor mágico de la trama: el Conde de Saint-Germain, el escurridizo alquimista aventurero —¿mago o fanfarrón?—  que vivió en la corte de Francia en el siglo XVIII y que fuera citado por Aleksandr Pushkin en la novela de la cual tomó su inspiración la trama de la ópera del compositor ruso, por ser él quien le revela a la Condesa el secreto de las tres cartas. 

Siempre presente en escena, naturalmente mudo, siguió los eventos de cerca casi plasmándolos o dirigiéndolos hacia el trágico final. Sin duda, una idea original, pero el espectáculo visualmente resultó, sumando todas sus partes, anónimo y poco convincente. El primer cuadro ambientado en el “jardín de invierno” en primavera, por ejemplo, se vio con instalaciones luminosas de forma geométrica, un poco deslucidas. 

En cuanto a la conducción musical, Timur Zangiev, sustituto de Valeri Guérghiev (separado del teatro por la conocida y dramática situación bélica en Ucrania) que se había encargado de concertar la partitura durante los ensayos, dio lo mejor de sí, pero el resultado pareció no estar a la altura, tanto por las obvias dificultades para lograr crear tensión dramático-teatral, como para encontrar los justos equilibrios en los timbres entre las sesiones orquestales. 

Mejor estuvo el elenco, dominado por la gentil Lisa de Asmik Grigorian. La soprano lituana, con la brillantez de su timbre, su musicalidad y su notable carisma escénico, personificó a una Lisa enamorada, ansiosa, lírica y seductora en el canto.  ¡En verdad que es una gran artista! A su lado estuvo el voluntarioso y fanático Herman de Najmiddin Mavlyanov. El tenor de uzbeko dejó en evidencia una voz robusta, por momentos un poco metálica y no carente de esfuerzos, pero en general resistente, dando vida a un personaje en términos generales creíble. Julia Gerstieva encontró en la Condesa acentos de mudo terror con una presencia escénica menos desbordante, de la que la tradición nos ha acostumbrado.  

El Tomski de Roman Burdenko impresionó por su elasticidad y proyección vocal, su seguridad y rotundidad en la emisión; mientras que elegante se vio el Príncipe Yeletski de Alexey Markov, con timbre rico y noble. Óptimos se vieron los dos intrigantes conspiradores, el experto Evgenij Akimov (Chekalinski) y Alexei Botbarciuc (Surin). 

En los papeles femeninos de acompañamiento agradó sobretodo Maria Nazarova, quien dio vida a dos papeles: Masha y Prilepa. El Coro del Teatro alla Scala fue dirigido por Alberto Malazzi con su acostumbrada bravura.

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