La Partenope en Barcelona

Ana Vieira Leite (Partenope) y Alberto Miguélez Rouco (Armindo), bajo la dirección de William Christie © David Ruano

Enero 29, 2022. El estreno, un poco tardío si se piensa en la primera representación de 1730, de Partenope de Georg Friedrich Händel, gracias a una versión semiescenificada (había movimientos y objetos con los que interactuaban los cantantes, debidos a Sophie Daneman) propuesta por el infatigable William Christie al frente de Les Arts Florissants y un conjunto de jóvenes cantantes surgidos en buena parte del último concurso de canto del conjunto, fue un éxito aunque se tratara de una sola función sin agotar las localidades (las idas y venidas entre la capacidad permitida por la situación del virus tienen bastante que ver con esto). 

Sobre todo por la pertinencia estilística, la pericia de los miembros de la agrupación, veteranos o no, y la magia que producen las manos (sin batuta) y los ojos de Christie siempre dispuesto a embelesarse con un instrumento o grupo de ellos, con un cantante en un momento complicado, y a seguir luego dirigiendo como si tal cosa. De verdad una experiencia única.

Todos los cantantes cumplieron, algunos mejor, otros más justos, pero el buen clima entre ellos, la sensación de un equipo que se divertía y al mismo tiempo hacía música y teatro de un genio de la lírica sin preocuparse por tener que cantar en coro o ceder protagonismo fue toda una lección y una bocanada de aire refrescante. 

Así, se puede alabar sin reservas la interpretación vocal y escénica de los contratenores Hugh Cutting (un notable Arsace, tal vez el más largo y difícil de los roles), Alberto Miguélez Rouco (Armindo, su rival y eterno suspirante por el amor de la reina), y del tenor Jacob Lawrence (Emilio, el enemigo-amante cumano) que resulta un terremoto vocal y artístico.

La protagonista, reina mítica de Nápoles, tan deseada por todos y tan insegura en cuanto a su elección, fue Anna Vieira Leita, una soprano cuya extensión no parece enorme ni su virtuosismo canoro extraordinario, pero tiene energía, dicción y capacidad para llevar a buen término su papel. 

Algo más corta en volumen (y con una dicción italiana que admite perfeccionamiento) fue la mezzo Helen Charlston (el típico papel travestido de la despreciada Rosminda de Chipre que se disfraza del bravo Eurimene y corteja también a la reina para vengarse de Arsace). El barítono Matthieu Waldenzik fue un muy correcto y divertido Ormonte en una ópera que es seria, pero además de final feliz contiene momentos cómicos o farsescos, muy bien marcados por Christie y sus huestes…

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