La traviata en Nueva York

Ismael Jordi (Alfredo) y Ermonela Jaho (Violetta) en La traviata en el Met © Ken Howard

Enero 26, 2023. El Metropolitan Opera se reservó la artillería pesada para el primer relevo de la segunda serie de Traviatas previstas para esta temporada. En esta ocasión le correspondió a la soprano albanesa Ermonela Jaho asumir la parte protagónica del título verdiano, personaje que ha interpretado cientos de veces a los cuatro puntos cardinales y del que demostró poseer un dominio absoluto. 

Fue incluso con este mismo papel que hizo su celebrado debut en la casa hace 15 años. En esta nueva incursión Jaho propuso una caracterización inolvidable de extraordinaria madurez vocal, entrega escénica e intensidad dramática de la cortesana parisina, apuntalando un espectáculo de altísima calidad general. En lo vocal, la soprano albanesa resolvió con depurada técnica, elaboradas medias voces, interminables pianos y agudos seguros las exigencias de su parte. En lo interpretativo ofreció un canto de notable intuición, siempre natural y distinguido al que nutrió con gran inteligencia de una enorme e impresionante batería de recursos expresivos. Su aria final ‘Addio dal passato’, cantada con un hilo de voz y desbordante dramatismo, resultó absolutamente conmovedora.

El barítono de Mongolia, Amartuvshin Enkhbat (Germont), interpretó el aria ‘Di Provenza il mar il suol’ © Ken Howard

No le fueron en zaga los debutantes Ismael Jordi y Amartuvshin Enkhbat como Alfredo y Germont, respectivamente. El tenor español cantó un juvenil, impetuoso y enamorado Alfredo con una voz lírica de gran atractivo, buena proyección, noble fraseo y agudos firmes y brillantes. Su constante preocupación por el canto matizado fue otra cualidad que bien merece destacarse. Otros puntos a favor de su prestación fueron su buena estampa y su gran entrega escénica que hicieron muy creíble su composición. 

Como su padre, Enkhbat fue la gran revelación de la noche, resultando imposible no caer rendido ante la apabullante exhibición vocal dispensada por el ascendente barítono nativo de Mongolia. Su voz aterciopelada, cálida y suntuosa, su línea de canto homogénea y matizada, así como su legato infinito compensaron con creces una actuación de escaso lucimiento. 

Correcta sin más, la Annina de Deborah Nansteel. De entre el sólido y profesional equipo de cantantes comprimarios cabe subrayar el trabajo de los siempre efectivos y oficiosos Edyta Kulczak, Paul Corona y John Hancock como Flora, el doctor Grenvil y el barón Douphol. Irreprochable, la labor del coro comandado por el siempre eficiente maestro Donald Palumbo. Desde el foso, el director italiano Marco Armiliato condujo a los músicos de la casa con pulso firme, depurado estilo verdiano y cuidada concertación. 

Con sus más y sus menos, la producción estilo “Disney” que firmara Michael Meyer hace ya algunos años para la casa, cumplió su cometido, sin entrar demasiado en detalles, dejando que la trama se desarrollara sin grandes contratiempos. En la visión del director de escena, la protagonista desde su lecho de muerte repasa los episodios de su vida, a los que asocia a cada una de las estaciones del año. 

El multicolor vestuario de Susan Hilferty y la recargada escenografía de Christine Jones resultaron perfectamente funcionales a los deseos del director de escena, y ofrecieron un espectáculo cuyo atractivo es innegable. Lo mismo vale para las elaboradas coreografías de Lorin Latarro, quien logró convertir en dos estrellas más a los bailarines James Whitesie y Cara Seymour, encargados de la animación en la fiesta en casa de Flora. Al término de la representación, todos los intérpretes recibieron interminables ovaciones de un público particularmente entusiasmado y deseoso de aplaudir.

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