Le comte Ory en Pésaro

Juan Diego Flórez, nuevo director artístico del ROF, inauguró el festival como el conde Ory © Anna Bacciardi

Agosto 9, 2022. ¿Por qué venir a Pésaro, al Rossini Opera Festival (ROF)? Quizás para ver títulos que no se ven en otros lados. Sin embargo, si el objetivo principal del redescubrimiento y la reintroducción en el repertorio han de funcionar, el alma del festival debe ser aquello que Gianfranco Mariotti definió como un «laboratorio de musicología aplicada» en el que el público no debe ser mimado y tranquilizado, sino sacudido, empujado a reflexionar, incitado, picado, provocado. En Pésaro necesitamos venir y escuchar a un Rossini único y reflexivo del que hablar. De hecho, debe esforzarse por ser mejor, por la fuerza de sus ideas, y no solo por derecho de nacimiento. 

Desde este punto de vista, la producción de Le comte Ory que inauguró la cuadragésima tercera edición del ROF dio qué pensar, pero no en el sentido que nos hubiera gustado, sino precisamente por la ausencia de esa chispa que la hiciera digna de su contexto y su historia. De hecho, el director argentino Hugo De Ana (nacido en 1949), regresó a Pésaro con esta nueva producción después de la espléndida e inolvidable Semiramide bautizada hace 30 años por Alberto Zedda en el podio. Ahora, al artista argentino se le encomendó la más escurridiza de las comedias, ese sensualísimo Comte Ory que podía haber sido a la vez híper sofisticado y malhablado. Pero, ¿qué hizo De Ana? Se inspiró en las pinturas de Hieronymus Bosch para los fondos y elementos escénicos, mientras que en el centro de la atención había muchas personas con trajes coloridos haciendo muchas cosas, no necesariamente siguiendo una lógica o un diseño dramatúrgico. Nunca se ríe uno, no se sigue la trama, ni se sigue alguna otra idea subyacente, y mucho menos se provocaron algunos escalofríos sutiles. 

Así que esperemos que este espectáculo (coproducido con Bolonia, por lo que al menos una reposicion será obligatoria) sea archivado lo antes posible y sin remordimientos. También debemos hacer referencia a Diego Matheuz, el director venezolano que cumplió 38 años de edad la noche del estreno y que debutó en el ROF con Adina en 2018. La introducción asustó un poco, debido al desequilibrio entre dinámicas más bien pesadas, pero la pericia de la Orchestra Sinfónica Nazionale della Rai la sostuvo y constituyó una base sólida de un espectáculo al que, sin embargo, la batuta no supo imprimir ni espíritu, ni sensualidad, ni precisión impecable (y, de hecho, ni siquiera brilló tampoco el coro Ventidio Basso dirigido por Giovanni Farina). Por tanto, era difícil que el elenco despertara si la dirección de escena no construyó personajes y el podio no apoyó ni estimuló. 

Juan Diego Flórez (Ory), Julie Fuchs (Adèle) y Maria Kataeva (Isolier) en Le comte Ory, Pésaro 2022 © Amati Bacciardi

El tenor peruano Juan Diego Flórez, nuevo director artístico del festival, jugó con su experiencia en un papel que canta desde hace tres lustros y que es para él un caballo de batalla indiscutible, si bien, después de mucho tiempo de no cantarlo, fue un enfrentamiento consigo mismo, pues la voz no siempre sonó como antes, ni los agudos se sostuvieron ni se emitieron con audacia. 

Los otros rostros conocidos en Pésaro fueron el bajo argentino Nahuel Di Pierro, quien ahora se vio más a gusto como Gouverneur que hace tres años como Assur, y sin embargo no dejó huella, ya que el tutor del protagonista pareció estar obligado solo a entrar en escena y ejecutar su aria, y la Dame Ragonde de la mezzosoprano italiana Monica Bacelli pudo haberse realzado de una manera más sabrosa. Una relativa novedad fue, sin embargo, la condesa Adèle de la soprano francesa Julie Fuchs, que no pudo hacer mucho más que cantar bien y esbozar a su personaje, así como la mezzosoprano rusa Maria Kataeva, que mostró gran potencial con su Isolier. En cuanto a ambigüedad y erotismo en el trío, solo hubo abrazos y entrelazamiento de piernas desnudas sobre simulacros ornitológicos. 

El barítono Andrzej Filończyk como Raimbaud, en su debut en Pésaro, también estuvo al servicio de una dirección que no fue cómplice de su gran aria, con una dirección de escena que pareció olvidar su personaje. En el cartel también estuvo Alice, que contó con la hermosa voz de la mezzosoprano germanoitaliana Anna-Doris Capitelli pero que, lamentablemente, se perdió en el escenario. 

Hubo aplausos para todos antes de salir corriendo del incómodo Vitrifrigo Arena para ocupar las camionetas. ¿Ahora que nos queda? Muy poco que guardar en la memoria. Solo nos queda pensar sobre cuál debe ser el propósito de un estreno en el ROF.

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