Lisette Oropesa en Madrid

Lisette Oropesa en Madrid © Javier del Real

Marzo 30, 2022. La velada se abrió con un caluroso aplauso que ya dejaba atisbar la pasión de seguidores que más allá del buen hacer de la cantante acompañaron con entusiasmo cada intervención de la soprano estadounidense. Nos situamos en el gallinero, altura desde la que, como bien es conocido,  podemos apreciar ciertas características como el balance orquestal, la proyección de la voz y el empaste general, sin duda, cuestiones que ponen en relieve el trabajo previo al escenario. El inicio del concierto resultó algo desabrido para quien ha sido atraído por dos compositores como Gioachino Rossini y Gaetano Donizetti. El concierto fue ganando tanto en interés como en artificios vocales de Lisette Oropesa.

Las primeras piezas musicales nos ofrecieron a un Rossini poco conocido y al que no estamos muy acostumbrados, el “Rossini serio” de Guillaume Tell y Le siège de Corinthe. Y sí, existe un Rossini más allá de Il barbiere di Siviglia. Las dos arias que interpretó Oropesa tuvieron ese punto de delicadeza bien rematada, si bien la obertura del segundo título mencionado podría haberse sustituido por otra más conocida. El Rossini que estábamos esperando llegó con Le comte Ory, con ‘En proie à la tristesse’. Oropesa dio a la luz uno de sus mejores momentos, con agilidades precisas, afinación exquisita, articulación propia del estilo rossiniano y un discurso coherente y homogéneo. La cabaletta nos ofreció momentos de fuegos artificiales con el acompañamiento del coro que, quizá por el uso de la mascarilla, una vez más resultó opaco y debilitado en armónicos.

En la segunda parte, descendimos de la perspectiva del gallinero para situarnos en una aproximación a la cantante que permitió disfrutar de un timbre menos nasalizado de lo que parecía desde arriba y mucho más limpio en colores y matices. En esta segunda parte, dedicado a óperas de Donizetti, el director orquestal Corrado Rovaris se mostró algo más impreciso, con gesto blando y sin mostrar pasión alguna por el momento, ni el repertorio. Quizás por ello la Orquesta Sinfónica de Madrid resultó apagada en armónicos, poco inspirada y retrasada en la reacción al gesto del maestro Rovaris, cuestión que quedó parcialmente compensada por el liderazgo bien ejercido de Miguel Colom, concertino de la Orquesta y Coro nacionales de España, invitado por la Orquesta Sinfónica de Madrid. 

La cantante, aún en fase de «reserva vocal», omitió en la primera aria de Les martyrs (‘O ma mère, ma mère… qu’ici ta main glacée bénisse ton enfant’) la cabaletta, dejando un final inconcluso y que hacía aún más deseado el momento de la piroctécnia vocal. Ese momento se hizo esperar hasta ‘Salut à la France’ de La fille du régiment, donde la artista nos hizo gozar de un pasaje que tiene mucho más en voz y pudimos apreciar su madurez y la solvencia con que afronta los escollos, sin complejos por utilizar todos los resonadores, incluido el pecho. Bellas agilidades y fuegos artificiales: Oropesa en su esencia.

Pero la ovacionada aún nos tenía reservadas dos “propinas”, donde mostró toda su gracia y buen hacer que la han convertido en una de las sopranos de referencia del panorama internacional. Meyerbeer (‘Robert, toi que j’aime’ de Robert le diable) y Verdi (‘Merci jeunes amies’ de Les vêpres siciliennes) resultaron ser lo mejor de la noche. Oropesa no defraudó y el público aplaudió a rabiar.

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