L’italiana in Algeri en Zúrich

Lawrence Brownlee (Lindoro) y Cecilia Bartoli (Isabella) en L’italiana in Algeri en Zúrich © Monika Rittershaus

Marzo 20, 2022. Cuando L’italiana in Algeri se estrenó en Venecia en mayo de 1813 con un éxito rotundo, Gioachino Rossini quedó tan sorprendido por la recepción que afirmó: «Los venecianos están más locos que yo». Si Rossini hubiera podido ver la producción del Festival de Pentecostés de Salzburgo (2018), retomada por la Opernhaus Zürich en 2022, hubiera reído satisfecho y orgulloso del resultado propuesto por el teatro suizo.

Stendhal definió este título como «una locura organizada y completa» que exalta la perfección de la ópera cómica que hizo famoso a un Rossini veinteañero. Si el escritor francés hubiera presenciado hoy la representación suiza, habría sido el primero en ponerse de pie embelesado por la imponente y chispeante puesta en escena dirigida por Moshe Leiser y Patrice Caurier, conocidos por su minuciosa dirección de personajes e ingeniosas interpretaciones cómicas, rigurosamente en pareja desde 1983. 

Este dúo de directores firmó la puesta en escena llenándola de estereotipos y clichés, pero con tan buen gusto que brindaron un agradable momento de diversión al espectador. La producción cuenta con un ingenio abrumador, sumado al timing exacto y el talento desproporcionado del elenco para la comedia física que provocó que el público suizo se desbordara en risas, aplausos y ovaciones durante toda la función.

La escenografía corrió a cargo del diseñador francés Christian Fenouillat, quien ambientó la turbulenta comedia en una Argel multicultural rica en detalles que podrían tomarse a mal: paredes con grafitis en árabe, complejos habitacionales repletos de antenas parabólicas, cortinas desgastadas, basura por el suelo, camellos flatulentos, pobreza y suciedad. El diseñador de vestuario ítalo-francés Agostino Cavalca, por su parte, se sumó a los estereotipos vistiendo a los argelinos con atuendos toscos, a los italianos como turistas americanas y a Isabella con lujosos vestidos que contrastaban con el resto de personajes.

Desde el foso se podía escuchar la maestría de la Orchestra La Scintilla, agrupación suiza especializada en interpretaciones históricas que domina la técnica de Nikolaus Harnoncourt desde la década de 1970, y actualmente convocados con regularidad por la Opernhaus Zürich para integrar las últimas innovaciones interpretativas en su programación anual. A la batuta, el maestro Gianluca Capuano se reveló poseedor de una vena belcantista de primer nivel: el concertador milanés ofreció una versión efervescente y apoteósica del título rossiniano, brindando una atención constante al volumen de sus cantantes y permitiéndose algunas licencias artísticas perfectamente en estilo. Para enriquecer aún más su interpretación, Enrico Maria Cacciari, desde clavecín, acompañó los recitativos e insertó ingeniosos pasajes en las partes netamente orquestales.

Como si el papel hubiera sido escrito ex profeso para Cecilia Bartoli, la mezzosoprano romana naturalizada suiza interpretó una Isabella de antología. Su aterciopelada y asombrosamente ágil voz impregnó el escenario helvético de pasión, aunada a sus reacciones y talento para la comedia física, haciendo que fuera ovacionada de pie al final de la función. Sus bondadosos armónicos y sagaz coloratura aunado al imponente fiato y expeditas dinámicas le valieron que el público pidiera un inaudito ‘bis’ al caer el telón. Para complacer a la audiencia, la orquesta y el resto del elenco interpretaron el Finale ‘Andiamo, padroni’, cambiando el texto para festejar a “La bella Cecilia venuta in Algeri” mientras los asistentes aplaudían al ritmo de la música.

El extenuante rol de Mustafà fue interpretado por Pietro Spagnoli (alternando esta temporada con Ildar Abdrazákov) de manera extraordinaria. El bajo romano tiene un talento innato para el repertorio buffo, haciendo sus duetos y conjuntos lo más apreciable de la noche. Gracias a su personalidad desinhibida y talento vocal, fue aplaudido por su divertido Bey con voz poderosa, educada y vigorosa.

Una mención especial merecen el barítono siciliano Nicola Alaimo con su hilarante Taddeo y la brillante soprano poblana Rebeca Olvera como Elvira. Ambos, a pesar de haber interpretado roles de poca participación en escena —Taddeo tiene un aria di sorbetto y Elvira sólo participa en los conjuntos— recibieron una generosa y merecida ración de aplausos gracias a su calidad vocal y su talento interpretativo.

Por su parte, el tenor estadounidense Lawrence Brownlee interpretó a Lindoro vestido como un discreto y desenvuelto esclavo jamaiquino; su voz ligera y sedosa es óptima para el bel canto. Asimismo, el Haly del bajo-barítono ruso Ilya Altukhov y la Zulma de la soprano germano-estadounidense Siena Licht Miller fueron óptimas elecciones para el elenco.

La producción resultó ser perfecta desde todos los puntos de vista —musical, teatral y escénica— y reitero, nuevamente, que Rossini estaría orgulloso de haberla visto.

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