Tosca en Barcelona

Escena de la Tosca «pasoliniana» en Barcelona © Antoni Bofill

Enero 4, 2023. Tosca volvió, como en 2019, para catorce funciones con cuatro sopranos, tres tenores y dos barítonos (algunos en sustitución de otros desaparecidos misteriosamente, pero no en el caso de la pareja Kurzak-Alagna que se retiró hace tiempo por desacuerdo con la nueva producción). Porque sí, tras una nueva producción, luego remodelada, se sintió la profunda necesidad de presentar otra, que a muchos no convenció y a bastantes irritó profundamente, mientras una minoría aplaudía de manera desafiante. 

Se trata de un espectáculo pensado como homenaje a Pier-Paolo Pasolini por Rafael R. Villalobos, que ya se estrenó en Bruselas y pasará luego a Sevilla y Montpellier, con el poeta asesinado como una especie de doble de Cavaradossi, enamorándose primero de un monaguillo en el acto primero y de su presunto asesino en el tercero. Mario canta ‘E lucevan le stelle’ leyendo de un cuaderno que le deja el autor como si fuera un poema suyo (el texto muy pasoliniano no es). 

Hay desnudos masculinos y algunas ideas o escenas tomadas de su último filme, Salò, que poco o más bien nada tienen que ver con texto y música. La escena de Emanuele Sinisi parece más bien un hospital de un blanco cegador, el vestuario modernizado adecuadamente es del propio director, y se intercala antes del segundo acto un texto largo de Pasolini mientras se besuquea con un amante que fue donde explotó la ira del respetable. Al final volvió a haber pitidos, que alcanzaron también al director de orquesta y Scarpia. 

La muerte de Scarpia © Antoni Bofill

El primero, Henrik Nanasi, hizo una buena labor a la que faltó tensión y pasión por momentos, aunque no volumen. Al segundo, Zeljko Lucic, con notas desafinadas y emisión difícil, no se le dio mal el personaje, sobre todo en unas persuasivas medias voces. Quien más aplausos obtuvo fue Michael Fabiano, de timbre bonito y cálido pero con un molesto vibratello en algunos momentos y un agudo que cambia de color y de forma de emisión. Maria Agresta no es personalidad ni voz ideales para Tosca. Faltó densidad e intensidad, aunque el agudo es bueno y los pocos piani que regaló también, pero el centro y el grave son débiles y este último registro ingrato. 

En los roles menores principales ni Felipe Bou (Angelotti) ni Jonathan Lemalu (Sacristán) convencieron. Mucho más lucidos estuvieron Moisés Marín (Spoletta) y Milan Perisic (Carcelero), aunque los cometidos son menores y menos riesgosos. El pastorcito esta vez le tocó a un contratenor, Hugo Bolívar, que dejó en claro que es mejor una voz blanca o, a lo sumo, una soprano lírico-ligero. Orquesta y coro (preparado por Pablo Assante y —por exigencias de la producción —cantando siempre desde las bambalinas, lo que generó alguna vacilación e imprecisión) estuvieron bien. El teatro estaba repleto. 

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