Guadalajara: una historia de amor por la ópera

El Teatro Degollado, de 1866, es el escenario lírico a la italiana más antiguo del país

«No es recomendable hacer recortes en la partitura; a la gente de Guadalajara no le gusta», nos dijo el director musical. Todos, cantantes y equipo escénico, nos miramos unos a otros.

«Pero si son los cortes tradicionales, se hacen siempre», respondimos. La mueca del director nos lo dejó claro: el público del Teatro Degollado ama la ópera y la querrá escuchar sin cortes.

Esta escena sucedió en el Festival Cultural de Mayo de Guadalajara en 2002, durante el proceso de montaje de La traviata, y lo más sorprendente fue que, en efecto, hubo espectadores que se quejaron del único corte que no se abrió.

Las razones de ello podemos encontrarlas en el hecho de que la tradición lírica de Guadalajara es mucho más antigua de lo que se piensa. Si hacemos una revisión histórica, sus raíces se pueden contar en los primeros años de la Conquista, pero evidentemente habría todavía mucho más que revisar en sus pueblos originarios (en cuanto a música en general).

Durante el periodo virreinal, Guadalajara fue capital de la audiencia de la Nueva Galicia, separada de la de Nueva España. Su fundación por los exploradores españoles tuvo lugar en 1542, 21 años después de terminada la Conquista española. Fue erigida diócesis en 1548 y arquidiócesis en 1863, con un gobierno autónomo y una organización económica y social propia. 

Estos hechos son de capital importancia para la educación y el ejercicio musical, ya que en ese momento histórico la iglesia era la institución encargada de la actividad artística en general. Por todo esto la Iglesia ocupó un destacado papel en el desarrollo de las artes jaliscienses, no solo en el Virreinato, sino también durante los siglos XIX y XX. 

La Iglesia Santa María de Gracia, donde se fundó en 1522 la primera agrupación coral

La primera catedral, que fue el templo de San Miguel Arcángel (hoy destruido y en cuyo lugar se encuentra la iglesia de Santa María de Gracia), se convirtió en el centro musical de la Nueva Galicia. (Es sorprendente que el primer coro se haya constituido en 1522, solo un año después de la fecha que se considera como finalizada la Conquista.) En 1556 se instalaron dos órganos de siete palmos y medio, hechos en España en la catedral antes mencionada, y tres años después ya se puede hablar de una capilla musical en forma. Contó con los mejores instrumentos, ejecutantes y compositores durante el Virreinato, y su actividad musical solo podía compararse con la de la catedral de la Nueva España, pero además estaba por encima de las de Puebla de los Ángeles y de Oaxaca.

A lo largo de los siglos XVI y XVII (y, en menor proporción, durante el siglo XVIII) en todo el país, y también en Guadalajara, fueron escenificados en la ciudad y sus alrededores numerosos autos sacramentales, pastorelas y otras muchas piezas teatrales de carácter sagrado con imprescindible acompañamiento de música y canto que se representaban al aire libre. Esta fue, quizá, la mayor y mejor arma que tuvo la iglesia para la conversión de los pueblos originarios a la religión católica: aprovechar el gusto que estos sentían por el canto, la música y las farsas dramáticas.

Pero fue durante la primera mitad del siglo XVII cuando la comedia musical profana se introdujo en esta ciudad y gozó de aceptación inmediata en los corrales, que eran los escenarios de la época para representaciones escénicas. Este éxito hace que en 1788 el gobierno de la intendencia de Guadalajara, encabezado por don Antonio Villaurrutia, proponga la edificación del Real Coliseo de Comedias. Este teatro presentó las primeras zarzuelas, como se les conoció en un principio a las óperas cantadas en español. Posteriormente, este mismo espacio, con el nombre de teatro Principal, alojó la representación de óperas y se convirtió en el centro de la actividad escénico-musical del estado.

Cabe destacar que había otros teatros que también tenían una actividad lírica en la ciudad durante el siglo XIX, como el Apolo, el de la Unión y el del Recreo, ninguno de los cuales se conserva en la actualidad. Sin embargo, debe señalarse que no cerraron sus puertas a pesar de lo convulsa que fue esa época en nuestro país.

Ángela Peralta inauguró el Degollado con Lucia di Lammermoor

En 1855 se propuso al gobierno estatal la edificación de un nuevo teatro, que tuviera la dignidad que una ciudad con la importancia de Guadalajara merecía. Dicho foro se construyó en los diez años siguientes y abrió sus puertas en 1866, durante el imperio de Maximiliano. Recibió el nombre de Juan Ruiz de Alarcón.

El Teatro Degollado se inauguró el 13 de septiembre de 1866 con la presentación de Lucia di Lammermoor protagonizada por Ángela Peralta, gracias al apoyo de la fallida corona francesa.

Al triunfo de la República, y con la muerte del emperador Maximiliano en 1867, el inmueble tomó el nombre definitivo de teatro Degollado. Por su número de asientos, el Degollado fue el quinto teatro más grande de México en el siglo XIX, con una capacidad de 1,456 espectadores, distribuidos en luneta y cinco pisos con palcos; pero hay dos características importantes a mencionar para describir su excepcionalidad como edificio teatral.

Primero, su distribución espacial, tanto en el escenario como en los pasillos y desahogos, las dimensiones de sus talleres, el número de camerinos y el volumen total del edificio, que para la época eran poco comunes. El segundo factor es su espléndida acústica, jamás igualada por el Palacio de Bellas Artes.

El Teatro Degollado es el escenario lírico a la italiana más antiguo del país que se mantiene en activo, y es el que ha ofrecido representaciones de ópera y zarzuela por más tiempo y con mayor regularidad en toda la República Mexicana.

José Rolón creó la Orquesta Sinfónica de Guadalajara en 1915

Durante el Porfiriato, la zarzuela alcanzó un auge tal que se formaron varias compañías integradas absolutamente por cantantes y músicos originarios de Jalisco. Fue en esta época —1915 para ser exactos— cuando José Rolón (1876-1945) creó la Orquesta Sinfónica de Guadalajara, que fue rebautizada en 1988 como Orquesta Filarmónica de Jalisco.

Así que, de acuerdo a los criterios de la época, Guadalajara ya era una ciudad de digna mención porque “un buen teatro, una buena orquesta y temporadas de ópera, son argumentos suficientes para distinguir una ciudad grande de una ciudad ilustrada”. [TREJO, 2017:105.]

La Revolución Mexicana provocó cambios sociales que transformaron, sí, las formas políticas, pero no las costumbres sociales de la región, y menos las preferencias artísticas. La actividad del Teatro Degollado no se detuvo, y el gusto y el amor por la ópera en la ciudad se demostró con eventos internacionales de importancia como la presentación, en 1954, de cinco óperas con elencos de la Scala de Milán, bajo la dirección orquestal de Guido Picco. Este evento único —que no se ha repetido desde entonces— fue patrocinado por el gobierno estatal presidido por el intelectual Agustín Yáñez.

Casi una década después, en 1966, la Asociación Cultural Daniel —en colaboración con el Metropolitan Opera de Nueva York— presentó seis óperas bajo la dirección de un jovencísimo Eduardo Mata (1942-1995), con el objetivo de celebrar el centenario del Teatro Degollado. La principal función conmemorativa fue una inolvidable Lucia de Lammermoor cantada por Ernestina Garfias (1926-), en recuerdo de la que interpretara un siglo antes Ángela Peralta.

Eduardo Mata dirigió Lucia di Lammermoor para el Centenario del Degollado, en 1966

A partir de 1968, la organización Conciertos Guadalajara se convirtió en la principal gestora de la actividad operística del Teatro Degollado, y a partir de 1979 esa organización quedó en manos de Martha González de Hernández, y que en 1980 inició su etapa más prolífica, programando entre tres y seis producciones por año, con elencos que incluían a algunos de los mejores cantantes mexicanos y extranjeros del momento.

La remodelación del teatro entre los años 1987 y 1989 interrumpió las temporadas de ópera, que se reanudaron en 1990 de nuevo con Lucia di Lammermoor, esta vez interpretada por la soprano estadounidense Winifred Brown Fox y el tenor mexicano Miguel Cortez. A partir de ese momento las producciones de ópera se redujeron a dos o tres (máximo) por año. En 2008, Conciertos Guadalajara dejó de programar temporadas de ópera.

El Festival Cultural de Mayo en Guadalajara, que existe desde 1998, a cargo del pianista y gestor cultural Sergio Alejandro Matos, ha realizado ocho producciones operísticas hasta la fecha, con un cambio interesante en el repertorio: los primeros años era completamente tradicional y después incluyó títulos mexicanos y ópera del siglo XX. Su última edición, debido a la pandemia, fue digital.

Es claro, sin embargo, que el amor a la ópera y el gusto de los habitantes de la tercera ciudad más importante del país, no ha sido satisfecho ni fomentado tanto como sería deseable y coherente para con su larga tradición musical.

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