Gabriela Flores: “Mientras más canto, más quiero cantar”

Gabriela Flores: «Se necesitan tres factores para cantar: talento, trabajo y suerte» © Ana Lourdes Herrera

La mezzosoprano xalapeña Gabriela Flores es de esas cantantes con las que hay que conversar de manera constante si se desea estar al tanto de su carrera, pues con frecuencia hay actualizaciones significativas. No permanece demasiado tiempo en el mismo estatus, pues su trayectoria es ascendente y su camino artístico se enriquece con empeño y dedicación.

Su experiencia se acumula día a día y en uno de los episodios más recientes de su desarrollo, hace apenas un par de semanas, la cantante estuvo en Lituania, para ser uno de los 15 participantes del concierto de finalistas de la 40th International Hans Gabor Belvedere Singing Competition, de la que 119 cantantes de todo el mundo formaron parte en las rondas previas.

“¡Me siento verdaderamente honrada y muy afortunada de haber estado entre los finalistas!”, dice Gabriela Flores en entrevista en exclusiva con Pro Ópera. No es muy difícil percibir en la cantante mayor seguridad y plenitud respecto a las ocasiones anteriores en las que hablamos (ver las ediciones de marzo-abril de 2016: https://proopera.org.mx/wp-content/uploads/2019/11/10-cara-mzo16-√_compressed-1.pdf; y septiembre-octubre de 2018: https://proopera.org.mx/wp-content/uploads/2019/11/34-35-mex-mun-18-√_compressed.pdf). 

Esa impresión que proyecta su personalidad se aprecia en lo profesional, pero también en otras vertientes de su vida. Recientemente contrajo matrimonio con el tenor mexicano Gilberto Amaro, y su estabilidad anímica incide en su desempeño lírico. Es una mujer feliz.

Finalista en el Concurso Belvedere

“Fue un proceso largo, emocionante y a la vez estresante”, dice la entrevistada sobre su aventura lírica en Belvedere. “Las primeras eliminatorias se realizaron en diferentes partes del mundo, y en ellas hicieron audición mil cantantes, de los cuales 119 fuimos seleccionados para ir a Letonia para las rondas finales. En la inauguración del concurso los organizadores hicieron mucho hincapié en que nos divirtiéramos y aprovecháramos el tiempo para conocernos y hacer amigos. Yo decidí tomar el consejo”.

Gaby está convencida de que uno de los aspectos más bellos de su carrera es que le permite vivir momentos maravillosos, visitar diversos lugares y, en efecto, conocer amigos de todo el mundo, además de aprender de ellos. Al continuar sus palabras sobre el concurso, evoca un recuerdo: “Hubo también un momento en la inauguración en el que dos niñas, muy jóvenes, cantaron una pieza, lo que me remontó a cuando yo tenía su edad. Muchas veces, tratando de alcanzar metas, perdemos de vista el camino que hemos recorrido y los objetivos que ya se han cumplido. Por eso, al acordarme de mí hace 15 años —cuando empezaba a cantar—, y al pensar en todas las cosas extraordinarias que me ha regalado esta carrera, fue muy satisfactorio”. 

Esta joven mezzosoprano, que en sus inicios se formó bajo la guía del barítono Armando Mora y luego en la Sociedad Internacional de Valores de Artes Mexicano (SIVAM) y el Estudio de la Ópera de Bellas Artes (EOBA), siempre que asiste a un certamen de canto, lo hace con todo su empeño.

“Trabajo muy duro para llegar a la final y poder ser reconocida en los primeros lugares, aunque siempre procuro mantener los pies en la tierra. Así que, cuando califico para la siguiente ronda, para mí es motivador y, a la vez, me impulsa para aceptarlo cuando eso no sucede. El arte es algo muy subjetivo y puede provocar distintas reacciones. Sobre todo cuando llegas a un punto en el que todos los demás concursantes también tienen un alto nivel técnico y cumplen correctamente con todos los requisitos de idioma, estilo, musicalidad y expresión. Cuando me seleccionaron para ser una de las finalistas, no cabía mi emoción en el pecho y di lo mejor de mí disfrutando cada segundo”, confiesa la cantante veracruzana.

Gaby: más allá del resultado, ¿qué significa para este momento de tu carrera llegar a la última etapa de un reconocido concurso internacional?
Justo estoy en la transición de salir de los YAPs (Young Artist Programs) y entrar al terreno del free-lancer y eso es algo que siempre genera mucha ansiedad. Creo que haber llegado a la final me permitió colocarme en un buen escaparate, donde me escucharon diferentes directores tanto musicales como intendentes de teatros, además de distintos agentes. Espero que se hayan llevado una buena impresión y eso me ayude a posicionarme en el siguiente paso de mi carrera.

Para trazar tu trayectoria profesional en la actualidad, me parece significativo hablar de tu estancia en el Domingo–Colburn–Stein Young Artist Program de la Ópera de Los Ángeles, no solo por formar parte de tu preparación continua, sino también por las oportunidades que te ha brindado para subir al escenario. Cuéntame de este episodio de tu vida…
Como ya lo mencionas, ha sido una experiencia verdaderamente única, no sólo por la preparación continua, sino por la calidad de la misma. Tuve la oportunidad de trabajar constantemente con los coaches del más alto nivel, donde el detalle que se busca al cantar es extremadamente minucioso. 

Pude aprender al observar a las superestrellas, tanto en ensayos como en el escenario, y logré incluso hacerme amiga de unas cuantas. Compartir escena con ellas fue un sueño y poder platicar de tan cerca me abrió los ojos sobre cómo seguir llevando mi carrera y qué esperar. Cantar bajo la batuta de muchos directores internacionales como James Conlon, Roberto Abbado y Stephen Stubbs, cada uno de ellos expertos en la ópera que estábamos montando, fue algo increíble. 

Entre otras producciones, La Cenerentola con LAO ha sido hasta ahora la experiencia más significativa en mi vida profesional, pues marcó mi debut en una de las principales compañías de ópera de Estados Unidos; y, además, el elenco de esta ópera era verdaderamente fuera de serie: Serena Malfi, Alessandro Corbelli, Ildebrando D’Arcangelo, Levy Sekgapane, Rodion Pogossov y Erica Petrocelli, con Roberto Abbado en la batuta. ¡Verdaderamente fue un sueño! Todos en el cast me trataron de lujo, me aconsejaron y me guiaron.

Tisbe en La Cenerentola en Los Ángeles © Craig T. Matthew

En la Ópera de Los Ángeles, además de esa Tisbe de La Cenerentola rossiniana, cantaste Jeannette de The Anonymous Lover (L’amant anonyme) de Joseph Bologne (estrenada en París en 1780), además de Calliope y Aurora (roles para alto castrato) en The Death of Orpheus (La morte d’Orfeo) de Stefano Landi (una tragicomedia pastoral estrenada en Roma en 1619). ¿Qué destacarías de estas interpretaciones en términos vocales y los periodos musicales y estilísticos que te han hecho recorrer?
A lo largo de mi carrera he tenido la oportunidad de cantar roles de diferentes tamaños y colores; afortunadamente, todos en un ambiente protegido donde mi instrumento jamás corrió ningún riesgo. Esto me ha permitido conocer la versatilidad que puede tener mi voz, tanto como mis limitaciones. Disfruto mucho cantar barroco y creo que me ha aportado muchos conocimientos tanto estilísticos como musicales, además de permitirme conocer en mi voz recursos que pueden ser utilizados en otros períodos. 

Siempre he sentido que en el medio se separa lo barroco de los otros períodos musicales, pero el haber trabajado con expertos en ese estilo, como Stephen Stubbs, me hizo confirmar que, sin importar el estilo o período que cantes, siempre debes hacerlo con tu voz. Incluso, uno de esos roles que mencionas la mayoría de las veces es interpretado por una soprano; el aria la interpreté en el tono de mezzo, pero el rol en general es algo agudo, lo que me ayudó a encontrar ligereza en mi voz. 

También te graduaste de la Academy of Vocal Arts en Filadelfia, donde cantaste personajes muy distintos, como lo comentamos hace algunos años, en una entrevista pasada en la que dábamos seguimiento a tu carrera. Al recordar que abordaste roles como el de Azucena en Il trovatore de Giuseppe Verdi, Erda en Das Rheingold de Richard Wagner, Dorabella de Così fan tutte de Wolfgang Amadeus Mozart o Stéphano en Roméo et Juliette de Charles Gounod, quisiera preguntarte dónde encuentras en este momento el centro gravitacional de tu voz. En tu natal Xalapa, hace un par de años, incluso también protagonizaste Carmen.
Como comentas, ha sido todo un viaje. He tenido la oportunidad de cantar todo tipo de roles; algunos incluso que escandalizan, si se piensa en la edad que tenía al cantarlos. Pero todos han sido en lugares pensados para proteger al cantante: espacios adecuados y orquestación pensada para cuidarnos. 

Considero que mi voz se siente más cómoda en roles lírico-dramáticos; me encanta el repertorio francés, en el que me siento como pez en el agua, pero todo a su tiempo. Últimamente, he tratado de mantenerme en repertorio más ligero y jovial de Rossini y Mozart, que son muy divertidos, aunque más demandantes para mi voz. Creo que es lo que debo cantar ahorita. Aun así, continúo trabajando en Carmen y sueño con cantar Charlotte (de Werther, de Jules Massenet) más pronto que tarde.

En ese lapso también se cruzó la pandemia. ¿Cómo atravesaste ese periodo? Recuerdo, por ejemplo, que realizaste algunos programas didácticos y de difusión de la ópera en tus redes sociales.
Me considero una persona sumamente afortunada y durante la pandemia no fue la excepción. Aunque claro, fue una situación emocionalmente complicada para todos. Tuve el cobijo de la Ópera de Los Ángeles durante el tiempo de vigencia de mis contratos: seguimos con los ensayos y coachings en línea e hicimos varios recitales y óperas en modalidad virtual. 

Normalmente los YAPs no están activos durante el verano, porque es cuando vas a los summer programs. Entonces, durante esos meses, decidí buscar otras opciones y así obtuve una beca del FONCA/PECDA-Veracruz. Mi propuesta de beca fue una serie de recitales didácticos donde intenté que la gente que no conoce de ópera tuviera un acercamiento digerible e interesante.

Siempre he dicho que en la pandemia hubo bendiciones escondidas. A mí me permitió estar cerca de mi familia y mi esposo, después de muchos meses sin verlos. También pude dedicar tiempo a prepararme en materias que había descuidado, como el piano y los idiomas. Y, de igual manera, empecé a dar clases de canto, lo que me ha gustado muchísimo.

Hablando de adecuaciones que sucedieron durante la pandemia, y que creo que deberían quedarse, están las transmisiones en vivo, opciones de recitales virtuales e incluso considero que las clases en línea pueden ser muy funcionales, ya que te dan la oportunidad de trabajar con maestros y coaches que están al otro lado del mundo y que no podrías verlos de otra manera.

Carmen en Xalapa © Odisea Visual

A partir de tus experiencias en Belvedere, en Los Ángeles y en Filadelfia, de las que hemos conversado, ¿cómo percibes la generación de cantantes internacionales a la que perteneces? ¿Cómo visualizas esa transición entre el compañerismo de los estudios y talleres y la competencia sana pero inevitable en los terrenos profesionales, que ya se observa desde los concursos?
Hay de todo: tanto personas que por un lado se te acercan y por el otro hablan mal de ti, como personas que genuinamente buscan sana competencia y amistad. Creo que eso ha sido siempre así y así seguirá siendo. En mi opinión, invariablemente debes competir contra ti mismo y tratar de ser mejor de lo que fuiste ayer. 

Compararte con otros cantantes no sirve de mucho; por supuesto que puedes aprender de ellos, pero como entendí en una conferencia durante mi estancia en Graz, Austria, lo que hace que unos lleguen y otros no, muchas veces son factores externos que se salen completamente de nuestras manos. Siempre he dicho que esto requiere de tres factores que deben conjuntarse y si una falta no lo hace imposible, pero si más difícil: talento, trabajo y suerte. 

Yo he aprovechado mi camino por esta carrera para tratar de hacer buenos amigos y es muy emocionante poder decir que tengo amigos en casi todo el mundo. Casualmente, muchas de mis mejores amigas son mezzosopranos y nos alegramos mucho cuando a la otra le va bien; nos recomendamos entre nosotras cuando una no puede y creo que así debería ser siempre. Una vez, una famosa mezzo mexicana me dijo: “No te preocupes Gaby, hay lugar para todas”. Siempre llevo sus palabras conmigo. 

Stéphano en Roméo et Juliette en Filadelfia © Paul Sirochman

Ante ese panorama, ¿cómo has considerado encontrar tu lugar en el mundo de la ópera? ¿Lo encontraste ya? ¿Hacia dónde dirigirás tu carrera, geográfica y vocalmente?
He cumplido muchísimos de mis sueños y tengo una lista de otros por cumplir. Sigo tratando de ser una mejor cantante y una artista más integral. Curiosamente, ¡mientras más canto, más quiero cantar! ¡Es verdaderamente adictivo! Es naturaleza del ser humano nunca estar satisfecho y siempre querer más. Así que estoy trabajando en buscar un buen balance en mi vida, disfrutando cada paso, siendo feliz con lo que soy y lo que tengo, buscando ser plena, tanto en mi vida profesional como personal. 

Creo que tengo mucho que trabajar todavía y que, en este medio, ese lugar del que hablas se modifica constantemente: nunca dejas de prepararte y de seguir mejorando. Por lo pronto, pasaré unos meses en México; como te comentaba, estoy en esa transición de YAP a free-lancer. Entonces, estoy en espera de cerrar algunos contratos; tengo planeado ir a algunos concursos y una gira de audiciones por Europa. 

En nuestra primera entrevista, en 2016, me contabas que un joven cantante suele saber que quiere dedicarse al canto, pero no siempre la manera de desarrollar una carrera y sobre todo mantenerla. A seis años de esa conversación, y con los pasos profesionales que has dado sin dejar la juventud, ¿qué podrías decirle a las nuevas generaciones que se acercan a la música vocal?
Que es súper importante ser un artista integral. Claro que es indispensable ser un buen músico, ser afinado, tener los ritmos y notas correctas, estilo y dicción, pero mientras más herramientas tengas, más puertas se abren. Entre los instrumentos más importantes y útiles están los idiomas; y también añadiría disciplinas de expresión corporal. Siempre debes tener un maestro de canto en el que confíes y un buen coach. Un muy buen camino para empezar son los estudios de ópera y los concursos, claro, pero cada camino es diferente.

Como te decía, se deben conjuntar los tres factores: talento, trabajo y suerte. Debes estar preparado para cuando la suerte te llega. Sin embargo, hay personas con un don menos especial, pero con un arduo trabajo, la suerte los ha llevado muy lejos.

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